Cultura
GUICHIVERE – HISTORIA DE SU LUCHA AGRARIA
Tehuantepec debió su opulencia a la situación estratégica de su geografía, y a las riquezas naturales de su suelo. Su río que fertilizó sus sementeras en cada avenida, le garantizó con los otros pueblos de sus márgenes, el emporio agrícola en el sur de Istmo que lleva su nombre.
Supieron los zapotecas, sus habitantes, engarzar y enriquecer su cultura con la estructura agraria, agrícola, social, religiosa y festiva de los mexicas, sus últimos conquistadores mesoamericanos a quienes más tarde ajustaron cuenta en Guiengola para definir la posesión definitiva de estas tierras.
Por ello, hasta nuestros días, cada barrio de Tehuantepec posee además del núcleo de población, sus tierras de cultivo, de lo que más bien fueron ejidos, de allí que conozcamos: láachi Guixhibere, láachi Jaliscu, láachi Laboriú, etc. Y es que, dentro de los mexicas, cada pueblo se dividía en barrio o calpulli, constituido por grupos de familias unidas por un parentesco común (pescadores, agricultores, cazadores, alfareros, tejedores, orfebres, etc.) poseedores de determinada extensión de tierra que no pertenecían a personas particulares, sino al propio calpulli y sólo las familias tenían derecho de trabajarlas y explotarlas.
La extensión de las parcelas variaba de acuerdo con las necesidades de las personas. Además de la parcela, el miembro activo del calpulli obtenía en propiedad el terreno sobre el cuál construía su casa. Por ello en la “Estructura agraria de los pueblos precolombinos, la tierra cumplía una función social perfectamente determinado”, y uno de ellos fue precisamente Guichivere.
Guichivere, dicen algunos, que su toponimia significa: “Espina de gallina” (Guichivere), otros; que es “Casa de Gallina o Gallinero” (lidxi’ bere), otros más que “Monte de Tigre” (gui’xhi beédxe) y nosotros; “Montes de Aves” (guí’xhi bere).
Según documentos existentes Guichivere por carecer de gran extensión de tierras para el cultivo y, con una creciente población, compró al común del barrio Vixana, los terrenos conocidos como “Nizapipi”, localizados al norte de la población, cuyo documento de compraventa de dichos terrenos acabó en el incendio habido en 1841, y que conservaban en el templo del barrio, sin registrarse ningún problema con Vixana, y no fue, sino hasta 1877 cuando la sucesión Cartas reclamó como suya dicha propiedad, destruyendo cercos y cultivos de los vecinos de Guichivere, lo que obligó el teniente de policía de dicho barrio, Basilio Gómez, dirigirse el 8 de junio de 1877 al gobernador del estado para denunciar a los Cartas, diciéndole textualmente:
… Cuyo terreno lo adquirieron nuestros antecesores por convenio que celebraron con el común del barrio Vixana que antes era dueños de ellos. El documento judicial que comprueba la traslación que nos hizo, desgraciadamente sé nos quemó en un incendió que sufrió nuestra hermita del barrio en el año de 1841, como lo comprobaremos a su tiempo, de esta circunstancia lamentablemente y triste se arma el señor Licenciado Don Benigno Cartas, para despojarnos de nuestra propiedad, alegando ser suyo sin título legal (…) ha subido al grado de haber dado órdenes a sus colaboradores de incendiar nuestras sementeras como en efecto lo hicieron en la noche del día 18 de mayo; incendiaron los cercos de Matea Carrasco, Macedonio Chiñas, Juan Salinas y Mateo Parola, causándoles graves perjuicios por la pérdida de sus milpas único recurso que contaban para cubrir las necesidades de sus familias…”.
Vixana por su parte había hecho la misma denuncia de invasión de los Cartas desde abril de ese año. Por su parte, Apolinar Cartas, representante de la sucesión, dirigiéndole al Gobernador del estado, expuso que las denuncias que les imputaba tenían fondo político, debido a la división política entre Lerdistas y Porfiristas después de la Revolución de Tuxtepec que encumbró en el poder a Porfirio Díaz.
Como es escasa la documentación al respecto, bástenos saber que el litigio continuó hasta mucho después de 1881, en donde los Cartas lograron imponerse dado su poder político y económico.
El despojo de sus propiedades que eran ancestrales, el pago de capitación y el reclutamiento forzoso mediante la leva que hacia el ejército porfirista, obligó a muchos sectores de la población, principalmente al campesino, a levantarse en armas, y el primer movimiento lo realizaron precisamente los campesinos de Guichivere el 25 de mayo de 1911 contra el Jefe Político Porfirista Manuel Jiménez Ramírez, del que obtuvieron su renuncia. Y sus integrantes llegarían a ser más tarde el pie veterano del primer batallón del Istmo, cuyo jefe en las campañas del norte del país lo fuera el Guichivereño Corl. Pedro Urbina, Escolta Especial que fuera su batallón del Gral. Francisco Murguía hasta la caída de Venustiano Carranza en mayo de 1920. Por su fidelidad al Primer Jefe, fueron mal vistos por los triunfadores del “Plan de Agua Prieta” que encabezaron los sonorenses: Obregón, Calles y de la Huerta.
De vuelta a nuestra región, sin otra ocupación que el de las armas, los guichivereños vuelven a solicitar en arrendamiento a Vixhana sus tierras para trabajarlas y dedicarse nuevamente a la agricultura:
“… Pero considerando lo incosteable, lo trabajoso de las tierras que no mejoraban las condiciones de vida; entonces, por ahí se guiaron de determinadas personas. Una de ellas fue el pintor Diego Rivera, que entonces pintaba en el pozo del palo de almendra, donde actualmente está la escuela “PATRIA “. Allá pintaba Don Diego Rivera. Alguno de ellos se acercó por allá, pues estaban en el barrio, y les dice Don Diego Rivera: Pues muchachos, existe una ley agraria, la del 5 enero, entonces ustedes luchen y hagan su solicitud de tierras para el ejido. De esta manera, unidos los revolucionarios que habían regresado a su tierra, y civiles que no habían participado y sus hijos, hicieron la solicitud de tierras, y de ellos fueron la base, el pie veterano del ejido Guichivere (…) Don Antonio Carrasco, teniente de ese batallón, Leopoldo Gómez, teniente jubilado. Sargento como Desiderio Osorio, cabos como Mauricio Ramírez y los hijos de los jefes como los hijos de Severo Mecott, los familiares de Don Pedro Urbina y todos esos revolucionarios, son lo que encabezaron y dirigieron el movimiento.
La solicitud de tierras, en la que valió mucho la orientación del pintor Diego Rivera, hizo que se lograra constituirse El Comité Particular Ejecutivo Agrario en 1928. El Presidente de ese Comité, también había participado en la Revolución, Juan Villalobos y Juan González, ex capitán, también del primer batallón del Istmo.
La confirmación o la posesión definitiva de tierras, se ganó en 1934, durante el gobierno del general Abelardo L. Rodríguez. Entonces el ejido, en forma revolucionaria, actuó en varios movimientos agrarios y de otros movimientos sociales como: La Huelga de Jornaleros de Caña para la elaboración de panela en 1933, en el que tuvieron una actuación destacada los ejidatarios de Guichivere. Participaron también en forma activa y destacada, en el movimiento que encabezaron Juan Carlos Hidalgo y el Prof. Trujillo de Juchitán. Participaron también en todos los movimientos de aquí de la región, en los movimientos de solicitud agraria. Aquí (Guichivere) se organizó el Frente Único de Obreros y Campesinos, como el sostén el ejido Guichivere…” (Testimonio de Juan Márquez Cuevas, 19 de enero de 1981).
Así se encauzó la lucha por la gestión de tierras a Guichivere, tocándole a Hermenegildo Ordaz, traer de la subdelegación agraria de San Jerónimo, Ixtepec, la solicitud para su tramitación.
El 4 de noviembre de 1929 en base al Art. 27 constitucional, solicitan la dotación de tierras ante la Comisión Local Agraria que instruyó, habiéndose publicado la referida instancia en el periódico oficial del estado, en 23 de agosto de 1930, teniendo el primer censo levantado por la Comisión Local Agraria, 171 vecinos con derecho de dotación.
Después de largas y cansadas gestiones y estudios realizados por la Comisión Local Agraria, se determinó que el Predio NIZAPIPI localizado dentro del radio de acción de afectación, cuya superficie era de 969-59-66 Hs; era de riego y 646 – 40 – 00 Hs; de monte susceptible de convertirse en temporal de primera y 254- 85- 50 Hs; de agostadero para cría de ganado satisfacía la demanda de los solicitantes superficie, como ya dijimos, era propiedad de la sucesión de Don Antonio Cartas, con lo que irónicamente la historia regresaba a Guichivere sus viejas propiedades adquiridas a mediados del siglo XIX con el común de Vixana.
Localizadas la superficie, la comisión local agraria procedió de conformidad con lo mandado por el Art. 67, de la expresada ley, notificar a los presuntos propietarios afectados para que presentaran los alegatos y pruebas que estimaran pertinentes en defensa de sus intereses; con tal motivo compareció el Sr. Adelaido Piñón Chiñas, manifestando que el 1 de abril de 1931 había adquirió del Sr. Antonio Cartas el terreno de riego, conocido como nombre Dechelee, que por su extensión constituía una propiedad inaceptable alegatos que no fueron tomados por la omisión, por la que la adquisición la hizo con posterioridad a la fecha de publicación de la solicitud (23 de agosto de 1930) en tal virtud, de acuerdo con lo que prevenía el Art. 36 del código agrario esta operación, para los efectos de esta resolución no tenía valor legal alguno.
Finalmente, el 19 de noviembre de 1934, se dotó al poblado de Guichivere con una superficie total de 642 Hs; que se tomaron íntegramente del predio denominado NIZA PIPI de los cuáles 68 hectáreas de riego y 574 hectáreas de agostadero laborable, destinándose esas superficies para formar 88 parcelas, 87 para igual número de capacitador y la restante para la escuela rural del lugar, apareciendo esta resolución en el diario oficial de la federación el 7 de febrero de 1935.
Para dar cumplimiento con lo resolutivo, el 23 de febrero de ese año, en el local de las oficinas del Comité Particular Agrario y en presencia de su última directiva de dicho Comité que lo presentaban Adelaido Mecott Chiñas, como Presidente, Juan González, Secretario y Juan Jiménez, Tesorero y, como testigos de honor, Don Simón Gutiérrez, Presidente Municipal y Felipe Rodas Jiménez, Oficial 1° de la Delegación Istmo, el Ing. Aurelio Robles Castillo dio cumplimiento a la resolución presidencial del 19 de nov. de 1934 en el que dotaba definitivamente al poblado de Guichivere de tierras ejidales, nombrándose inmediatamente al primer Comisariado Ejidal y consejo de vigilancia que recayó en los siguientes ejidatarios: Alberto Vega Peto (Presidente), Anselmo Sosa (Secretario), Rosendo Carballo (Tesorero). Consejo de Vigilancia: Juan Jiménez (Presidente), Francisco Carrasco (Secretario) y Filomeno Conde (Tesorero), quien funcionaba a partir de su nombramiento el 22 de febrero de 1935.
En memoria de los fundadores del ejido Guichivere, ex – revolucionarios del primer batallón del Istmo, a esos luchadores sociales, este primer intento por reconstruir la historia de un barrio zapoteca que aún aspira en las reinvidicaciones sociales del hombre del campo y la ciudad.
Guichivere a 19 de noviembre de 1997.
Cultura
Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024
Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad
Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.
Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.
En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.
El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.
Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.
Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.
Cultura
Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño
Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet
El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo, se torna, interesante para la mente infantil.
En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual, José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.
En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.
Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.
El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.
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