Cultura
Desde Esopo hasta Borges, los clásicos en diidxazá
Esopo zapoteca
Natalia tiene presente a Esopo en su niñez, cuando en casa de su abuela Florencia se sentía sola, lejos del sol de Juchitán. Para mitigar un poco la nostalgia de los suyos, la abuela le regaló a Cielo Min un libro de las fábulas más famosas del griego. Las lecturas fueron la mejor compañía, la imagen de animales hablando le encantaban, le recordaban las historias que las mujeres de su pueblo contaban.
A muchos años de distancia, 20 de esas historias volvieron a la vida de Natalia Toledo, pero en compañía de su padre Francisco Toledo, quien a iniciativa suya conformó un equipo de lingüistas y escritores para traducir fábulas en cuatro variantes del zapoteco.
En la versión del zapoteco del Istmo estuvo a cargo de Natalia y el escritor Víctor Cata. La traducción de las fábulas de Esopo ilustradas por el pintor Francisco Toledo tuvieron un tiraje de dos mil 500. La versión en zapoteco de la Sierra Norte le correspondió a la lingüista Juana Vásquez, a la variante del zapoteco del Valle la responsabilidad cayó en manos de Janet Chávez, la variante de la sierra sur al escritor Pergentino José.
El proceso de traducción de Esopo llevó a Natalia y Víctor a consultar cientos de versiones, seleccionando las fábulas más apegadas a la cosmovisión zapoteca
El proyecto tuvo la finalidad de crear lectores en las lenguas originarias de México, la importancia radicó en que los niños tuvieran acceso a historias divertidas
y cortas que muestran los defectos de los excesos humanos, pero también enseñan o sugieren acciones que ayudan a convivir con los demás.
El hábito de lectura en zapoteco
Tan sólo en México más de ocho millones de personas todos los días utilizan una lengua indígena perteneciente a una de las 11 familias lingüísticas, reunidas en 68 agrupaciones, de las que se desprenden 364 variantes reconocidas como «lenguas nacionales o mexicanas”.
De éstas el ayuujk (mixe alto del centro), diidxazá (zapoteco de la planicie costera) y ñuu savi (mixteco de la zona baja) fueron elegidas por Ediciones del Ermitaño, en coordinación con el Centro Académico y Cultural San Pablo, para lanzar la colección de Literatura en Lenguas Indígenas.
El proyecto comenzó en el 2013 con la traducción del libro Ti be’za’diidxa’ ndahui sti’ binni Zaguita que constó de 43 textos recopilados por Lauro Zavala y llevados al zapoteco del istmo por el escritor Víctor Cata, al mixteco por la poeta Celerina Patricia y al mixe por un grupo de especialistas de las dos principales variantes.
El libro traducido completamente en diidxazá presenta textos de Ramón López Velarde, Julio Torri, Nelly Campobello, Rosario Castellanos, Carlos Fuentes, Elena Poniatowska, Carlos Monsivais, Sergio Pitol, Jorge Luis Borges, José Emilio Pacheco, entre otros.
Por primera vez se tradujó en zapoteco, sin su correspondencia en español, un libro sobre literatura latinoamericana, lo que fue catalogado por muchos como “riesgoso” pero necesario para impulsar el hábito de la lectura en lenguas indígenas, en este caso el zapoteco.
El responsable de este titánico ejercicio fue el Maestro en Lingüística Indoamericana y autor del libro bilingüe “Nácasinu diidxa/ Sólo somos memoria”, Víctor Cata, consideró necesario fomentar entre los zapotecas, pero sobre todo entre los hablantes, el hábito de la lectura en lengua madre, encomienda difícil partiendo del hecho de que en español la costumbre no es muy buena, pero animado aseguró que tampoco es difícil.
El zapoteco, como todas las lenguas indígenas, hace mucho fue desalojado de los centros de conocimientos. En la época colonial estaba dentro de los seminarios, institutos de cultura, formaban parte de las cortes, de los tribunales, tenían una función jurídica, religiosa y evangelizadora, además de que existía una gran población hablante.
“Después de la colonia se quedan como lenguas de hogar, de cocina, de la calle. De ese tiempo a la actualidad existe un empobrecimiento de las lenguas indígenas. No se permitió que siguieran generando más neologismo, terminologías, y que las lenguas fueran capaces de enfrentarse a los textos como sucedió en la época colonial, cuando se crearon muchos neologismos”, explica el también historiador.
La pérdida de términos, palabras especializadas y la falta de neologismo dificultó cualquier proceso de traducción en lengua madre, reconoce el especialista.
“Para ser realistas, existe la incapacidad de que sean en su totalidad lenguas de enseñanzas. Si yo quisiera dar una clase completamente en zapoteco, me encontraría con muchos problemas de carácter terminológico, pediría muchos préstamos, puedo generar neologismos, pero se corre el riesgo de ser una lengua artificial que sólo yo entienda”
La propuesta de traducir a los clásicos y modernos autores es crear neologismos, que los lectores empiecen a usar y “hacerlos suyos”, así la lengua vuelve a ganar vocabulario.
La importancia de traducir al diidxazá es que por primera vez se tiene acceso a leer o escuchar a la literatura mexicana y latinoamericana en la lengua original y no tiene traducción al español, quizás un trabajo que se hizo de esa naturaleza fue en la época colonial con la traducción de los catecismos, por ejemplo, donde se crearon neologismos que inventaron los frailes para poder evangelizar.
Los obstáculos que el zapoteca encontró en el proceso fue la falta de vocabulario especializado, por lo que creo como 300 nuevos términos, la base de consulta fue principalmente el Vocabulario de la Lengua Zapoteca de Fray Juan de Córdoba, además de verificar con ancianos, por último buscó a monolingües (hablantes del zapoteco) y les leyó los textos traducidos.
“Consulté libro de papel y libro de memoria. Las traducciones las leí a las personas seleccionadas para ver sus reacciones, eso me ayudó mucho, Además seguí el texto y no me distraje, porque estaba el riesgo de realizar una recreación de las historias”.
Los textos más difíciles y que resultaron un reto para Víctor Cata fueron las creadas por Carlos Monsivais y Sergio Pitol, el primero por utilizar un lenguaje con humor chilango, muy lejana a la realidad zapoteca, el segundo por sus referencias europeas, por lo que muchos términos terminaron por respetarse en español, pues representan todo un concepto.
Cultura
Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024
Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad
Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.
Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.
En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.
El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.
Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.
Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.
Cultura
Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño
Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet
El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo, se torna, interesante para la mente infantil.
En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual, José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.
En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.
Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.
El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.
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