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Cultura

Felix Diaz el fin por venganza.

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El fin del chato Díaz lo encontró después de una larga carrera militar en la guerra de reforma y el segundo imperio mexicano, sus actos fueron los que labraron su cruz, “el que a hierro mata a hierro muere”, siendo gobernador del estado de Oaxaca en el año de 1870 en la localidad de Juchitán, un grupo de habitantes ataco un retén del ejército para cobrarse cuentas anteriores, los disturbios causados por los por los juchitecos atrajeron la atención del gobernador que en persona dirigió un cuerpo expedicionario para reprimir el levantamiento, entro a Juchitán con lujo de violencia, quemando y destruyendo todo a su paso y el golpe que más lastimo el ego de los pueblerinos no fueron las casas quemadas, si no la profanación que hizo el «chato» a su iglesia, entrando a caballo y sacando arrastrando por las calles la imagen de San Vicente Ferrer, para luego córtele los pies, devolvería a los juchitecos mutilado en una caja.

 

Con el paso de los años y el devenir de la política, Porfirio lanzo contra Juárez su plan de la Noria para derrocar su gobierno, Félix decidio acompañara a su hermano en lo que sería su última jugada a la suerte, cuando la campaña de su hermano iba a pique decidió huir por los el océano pacifico, pero al dirigirse hacia los puertos del occidente implicaba acercarse a la región del Istmo donde se encontraban los juchitecos, quienes no habían olvidado lo ocurrido poco más de un año antes. El audaz militar continuó su camino hasta Puerto Ángel, donde el destino se mostró nuevamente adverso, al llegar le informaron que el barco estadunidense Adamay había partido y no existía otro transporte para sacarlo del país. Félix decidió jugar su última carta internándose en los bosques de Tonameca para ocultarse y regresar a Puerto Ángel cuando atracara Ia siguiente embarcación. Hasta Juchitán llegaron las noticias sobre la ruta que seguía el Chato Díaz, habia llegado la hora de la venganza. De inmediato, dos fuerzas, una comandada por Albino Jiménez, jefe juchiteco, y otra por Benigno Cartas, avanzaron hacia la costa oaxaqueña y el 21 de enero lograron aprehender a Díaz y a su compañero en el cerro del Perico. Félix se encontraba en un estado lamentable. Derrotado, mal comido y lejos de su familia, atravesaba por una profunda depresión que habia acabado con su ánimo guerrero. Ni siquiera sabiéndose a merced de sus peores enemigos hizo algo para evitar su captura. Una vez en manos de los juchitecos, no habia más alternativa que la muerte, pero la forma en cómo tenían preparada su ejecución rebasaba los límites de la imaginación. La afilada hoja del cuchillo rebano por completo la planta del pie. El grito fue desgarrador. Habían transcurrido apenas algunos segundos cuando Félix sintió cómo le arrancaban la otra planta. Era solo el principio. Los juchitecos lo incorporaron y lo obligaron a caminar sobre la tierra, disfrutando de su dolor, dándole de latigazos, escupiéndole en el rostro, tirándolo al suelo para que volviera a incorporarse. Entre gritos e insultos, se acercaban para decirle: “Acuérdate de San Vicente”. Eran las primeras horas del 23 de enero de 1872.

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Paradójicamente, la figura en piedra de un San Vicente había sido utilizada por Porfirio Díaz en 1865 para escapar de su cautiverio en Puebla. Ahora la imagen de un San Vicente mostraba el camino del martirio a su hermano Félix. El festín de sangre seguía su curso. Luego de la dolorosa marcha, los juchitecos ataron de los pies al Chato Díaz y lo arrastraron con la misma saña que el gobernador había utilizado con la figura de madera de San Vicente Ferrer. La fortaleza física del guerrero fue insuficiente para resistir, la piel de su cuerpo se mostraba hecha jirones; la sangre apenas era perceptible por la cantidad de tierra que se había pegado a su piel. Minutos después sobrevinieron los estertores, hasta que finalmente falleció. Los jefes juchitecos decidieron entregar el cadáver en las mismas condiciones en las que recibieron a su San Vicente: el cuerpo de Félix fue mutilado y sus genitales fueron cortados y colocados en su boca. Después de la siniestra orgia de sangre, los cadáveres del Chato y su compañero Robles —a quien solo ejecutaron—, fueron llevados a Pochutla, en donde se les dió cristiana sepultura. Los partes oficiales sobre la muerte de Félix Díaz sólo mencionaron su ejecución. Ningún detalle del tormento. Días más tarde, el nuevo gobernador de Oaxaca, Félix Romero, leal al presidente Juárez, escribió: “Si bien es sensible la muerte de un hombre, la de este señor era necesaria, por tantos males que ha causado y hoy Oaxaca respirará”. Tiempo después, los restos de Díaz fueron exhumados por su viuda Rafaela Varela y depositados en el panteón de la ciudad de Oaxaca, junto a su madre.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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