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SOBRE LA FUNDACIÓN DE EL ESPINAL: Antecedentes y fundación

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El Istmo de Tehuantepec, es un valle costero bañado al sur por el Océano Pacífico y al norte por el Golfo de México. Geográficamente forma lo que ha dado en llamarse la cintura de la república. Comprende los distritos de Tehuantepec y Juchitán en Oaxaca; Acayucan, Minatitlán y Coatzacoalcos en Veracruz y parte de Cintalapa y Arriaga en Chiapas.

En la porción oaxaqueña se asentaron desde época inmemorial diversos grupos étnicos: el chontal en Huamelula, Astata y Tequixistlán; el huave de origen inca en los pueblos ribereños de San Dionisio, San Francisco, San Mateo y Santa María del Mar; sitios donde finalmente se replegaron; el zoque en la región de la selva Chimalapa; el mixe en San Juan Mazatlán, San Juan Guichicovi y el Zapoteco en Tehuantepec, Juchitán, Ixtaltepec, Ixtepec, San Blas Atempa, Comitancillo, Tlacotepec, Unión Hidalgo, Huilotepec, El Espinal, etc.
Estos grupos, de aún místico origen, han sido influenciados por la penetración de culturas ajenas, la de los conquistadores y la de los portadores de la globalización, distorsionando de alguna forma su identidad. El más sobresaliente y desenvuelto es el zapoteco. Es un grupo que por excelencia fue guerrero, expansionista, además; penetra y busca dominar, impone modos de vida. Tal vez por ello ha ejercido influencia sobre los otros. Toda proporción guardada, es el más incorporado al ritmo de la “civilización moderna”. Sin embargo, poco queda de la pureza de su raza, ya no es tan autóctono. Persisten sus costumbres y tradiciones, pero ya con una mezcolanza con lo hispano y con la influencia de los modos de la época. En lo religioso, es una práctica heredada de la colonia. Aún más, puede afirmarse que ha sido susceptible al impacto consumista de esta época.
El dialecto, el zapoteco, entre este grupo étnico, sí, sigue vivo y es, como dijera el ilustre lingüista espinaleño Wilfrido C. Cruz, “El elemento que muestra el secreto más íntimo de su alma colectiva, es parte esencial en la conformación de sus mitos y leyendas”. El zapoteco primitivo es el biinizaa, gente de las nubes como algunas creencias fundan su origen. Es la raíz que fueran los binigulaza. Los mismos que sucumbieron misteriosamente en profundas e interminables cuevas en el Zempoaltépetl para no ver a los hombres barbados, que llegarían del otro lado del inmenso Atlántico, montados en gigantescos animales, corceles, así como enormes casas flotantes, que más tarde sojuzgaron a los que se quedaron. A los de su estirpe, que ya no se resistieron como ellos.
El dulce lenguaje sin embargo se carcome, se va acabando o degenerando por la penetración del castellano. El didxa zaa, conjunto de voces que eran de uso corriente se va transformando en la dicción actual en didxa stiá palabra de castilla. Gamixa=camisa, bangu=banco, mexac=mesa, etc. vocablos que muestran la evidencia de esta inexorable degeneración.
En efecto, la etnia zapoteca ejerce influencia sobre las otras. Basta ver la indumentaria actual de la mujer huave, zoque y mixe; en esta gente ya es usual la enagua y el huipil de la tehuana y la juchiteca, además de que ya portan los lustrosos collares y aretes de oro para la fiesta grande donde los sones típicos, la Sandunga y la Petrona se escuchan y se bailan.

Es indiscutible que el asentamiento inicial del zapoteca en el Istmo fue primordialmente Tehuantepec y Juchitán y su última dinastía se desarrolló durante los reinados de Zaachila I (1386-1415), Zaachila II (1415-1454), Zaachila III (1454-1487) y Cosijoeza (1487-1522).
Sobre el grupo primitivo que fundó estos pueblos sin embargo existen controversias a pesar de que la descripción dinástica anterior, refleja por la temporalidad, la idea de que fue Cosijopí, hijo de Cosijoeza y los soldados de Zaachila sus primeros fundadores.
Sobre este punto, conviene refrendar la fuente de la historia: “Apuntes del profesor Germán López Trujillo, quien afirma que el rey Cosijoeza, que gobernó de 1487 a 1522, para defender su reino del imperio mexicano, buscó una alianza con sus enemigos tradicionales, los mixtecos y se fortificaron en el punto denominado “Guiengola” en las márgenes del rio Tehuantepec, logrando vencer en 1496 a las huestes mexicas comandadas por Ahuítzotl. Pero éstos no querían doblegarse y reanudaron sus ataques cercando la fortaleza durante siete meses de guerra, y a pesar de su poderío y por la resistencia de los zapotecas resultaron derrotados. Entonces Ahuítzotl propuso aliarse con Cosijoeza en una especie de mutuo protectorado. Este se casó con Coyolicaltzin hija de Moctezuma II en 1497 y de este matrimonio nació Cosijopí en el año de 1500 coronándose rey zapoteca en 1510. Cosijopí murió en 1563 de una embolia cerebral a su regreso de México donde había ido a pedir clemencia al virrey quien lo había condenado a perder su reino, sus vasallos y sus rentas después de haber sido sorprendido por el fraile dominico Bernardino Santana en un acto de idolatría, práctica castigada severamente en la época colonial”.
Por otra parte, Fray Bernardino de Sahagún, en su libro Historia General de las Cosas de la Nueva España “2habla desde el siglo XVI, que en tiempos muy remotos unas tribus desconocidas llegaron a Pánuco por el mar, con sus sabios, adivinos; TLAMATINTIN, y sus escribas. Estas tribus fundaron Temoanchán y sus sacerdotes y caudillos continuaron caminando hacia el oriente, pero regresaron después para fundar la población de Mixtequilla al Sur de Alvarado y al Norte de Playa Vicente, Veracruz cerca del Cerro de la Mesa”. No todos permanecieron ahí, hubo desprendimientos de núcleos humanos que buscaron otros rumbos.
El grupo zapoteca al igual que el mixteco, reconocen como su foco común
de cultura la zona Tres Zapotes, Ver. y la Venta, Tab., rama del mismo tronco
olmeca y que es uno de los núcleos que se apartan de los que llegaron a Pánuco a decir de Sahagún y que siguieron por el horizonte del sureste, unos hacia el valle de México y otros penetrando al actual estado de Oaxaca, pasando en su peregrinación por lo que hoy es Tabasco y Chiapas, éste núcleo sería más tarde el prezapoteca.
Otro dato, en el diccionario de Geografía, historia y biografías mexicanas, edición 1910 de Alberto Leduc, Dr. Luís Lara Pardo y Carlos Roumanag, se asienta: “En 1484, Juchitán era conocido por los mexicas con el nombre de Ixtaxochitlán, se ignora la época de su fundación”.
Don Jorge Iturribarría en su libro “Origen de los Zapotecas y Mixtecas y la ruta de su emigración a Oaxaca” dice: “Que fue Teotitlán del Valle si no el primero, uno de los lugares donde inicialmente se asentaron los prezapotecas (Olmecas procedentes de la Comarca Tres Zapotes, Ver., y La Venta, Tab.,) que peregrinaron de sureste a noroeste sin haber dejado huellas ostensibles de su paso. En su lenta peregrinación desde Tabasco y Chiapas no encontraron ventajas en aquellas regiones para fijar definitivamente su residencia y fundar su señorío, que tampoco pudieron encontrarlo en el Istmo de Tehuantepec, dominado como estaba por los huaves y asolado por zoques y mixes”.
De estas referencias de la historia prehispánica se revelan algunos datos que conviene analizar para conocer con más precisión acerca del origen de los pueblos zapotecas del Istmo.
Aunque siempre se ha sostenido la tesis de que Juchitán y Tehuantepec fueron fundados por Cosijopí y soldados de Zaachila, hay incongruencia histórica reflejada por las evidencias que muestran objetos hallados en esta zona y que se contraponen con la afirmación de los historiadores oaxaqueños. Veamos: Juchitán desde 1484 ya se conocía por los mexicas como Ixtaxochitlán y, dice más, “se ignora la época de su fundación”. Es decir, antes del reinado de Cosijoeza (1487-1522), padre de Cosijopi, ya existía este pueblo. Por otra parte la versión del historiador Iturribaría de que no hubo arraigo de esta primitiva tribu en tierras istmeñas es inexacta. Su paso y estancia aquí por algún tiempo aunque fuese efímera, no pasó desapercibido.
Cito al profesor López Trujillo, “en efecto, puede pensarse que los olmecas o prezapotecas, o sea las tribus que llegaron del mar a Pánuco de las que se desprendieron algunos núcleos, en su peregrinación y paso por el Istmo no dejaron huellas ostensibles, ni construyeron palacios o fortalezas como en Mitla y Monte Albán, pero tampoco lo hicieron en Teotitlán del Valle. Si bien dicha peregrinación continuó del Istmo hacia los valles centrales, es indiscutible que algunos grupos humanos se arraigaron y se quedaron. Se quedaron y sí dejaron huellas, pues desde las entrañas de esta tierra, como un archivo arqueológico, que no se ha explorado rigurosamente se han encontrado vestigios como las doce lozas en el cerro “Padre López” en Tehuantepec, que ostentan grecas de mayor tamaño que las que se ven en los muros de los palacios de Mitla; así como una estela de 2.31 Mts. de altura por 60Cm. de ancho hallada en la parcela de un campesino juchiteco de nombre Romualdo Toledo Luís en julio de 1960 y que fue llevada al museo de la ciudad de Oaxaca”.
En un paraje denominado Nisa xooga al noreste en el municipio de Espinal se encontraron vestigios de figurillas de barro de auténtica hechura prehispánica. Y tal vez, muy probable que si se hiciera un trabajo de investigación y exploración en las márgenes del río “Los Perros” y se continuara buscando además de lo que ocasionalmente se ha encontrado al norte de Laollaga y Guidxixú y en el sitio donde cruza la supercarretera Oaxaca-Istmo 2003, el hecho histórico conocido cambiara de versión. Recuérdese también el cántico zapoteca: “Pompo ca pompo llúu, bini Gulaza ma chee, siaba guii siaba nánda bini Gulaza ma chee”, que traducido al español se expresa: “Símbolos sagrados de barro, los primitivos zapotecas se van, llueva lumbre o llueva hielo, los primitivos zapotecas se irán”. Y se fueron, pero indudablemente algunos se quedaron, porque hay quienes se adaptan a sabiendas del peligro y la adversidad, y con ellos persistió hasta la fecha el pueblo que los mexicanos ya conocían como Ixtaxochitlán. Debe precisarse además, que si los mexicanos ya conocían la existencia de Juchitán en 1484, no puede, ni en el tiempo ni en el espacio atribuirse su fundación a Cosijopí, último monarca zapoteca quien en referencia a esta fecha nació dieciséis años después.

De los datos antecedentes se deduce, que ni Cosijopi ni los soldados de Zaachila fundaron nuestros pueblos más antiguos, sino un subgrupo olmeca, remotísima tribu que legó una rica cultura en el sureste del país; cultura madre por cierto.Para nuestro propósito, establecer el origen de Espinal, es obligada la referencia a Tehuantepec, la vieja ciudad zapoteca que los españoles bautizaran como la Villa de Guadalcázar.

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Durante el virreinato fue el centro político del Istmo, incluso más importante que Jalapa donde se estableció el marquesado. Juchitán durante los años después de la conquista (1521) perteneció al corregimiento de Tehuantepec, lo mismo que en las sucesivas divisiones territoriales de 1700, 1815 y 1826, etc. Por decreto del entonces presidente de la república don Antonio López de Santa Ana, en 1853 Juchitán y obviamente los municipios enclavados en su distrito se ubicó en el territorio libre del Istmo de Tehuantepec, cuando aquella revuelta del cabecilla Gregorio Ché Melendre, que protestaba por las injusticias del gobierno juarista hacía los istmeños, que lo separó de Oaxaca siendo el primer y único gobernador don Máximo Ramón Ortiz autor de la inmortal Sandunga.

El Espinal, que es el objeto de nuestro estudio se ubica en esta región del Istmo, sobre una planicie con una extensión aproximada de 100 Kms2. y una altura media de 20 metros sobre el nivel del mar, de clima cálido, con vientos dominantes del norte y lluvias regulares en verano. Colinda al sur y al este con Juchitán, al norte y oeste con Ixtaltepec y al sur-oeste en línea aproximada de 5 kilómetros con San Blas Atempa. Tiene acceso por vía terrestre a través de la carretera Juchitán-Ixtepec que entronca con la Panamericana aproximadamente a 3 kilómetros. Se sitúa al margen oriente del río “Los Perros” mismo que nace en las estribaciones del cerro “Picacho” de la sierra de Guevea de Húmbolt y desemboca en el Golfo de Tehuantepec.
Los primeros núcleos humanos que poblaron Espinal datan de fines del siglo XVII, casas dispersas y distantes unas de otras sin trazo ordenado de calles. Para poder precisar su origen y evolución se analizaron documentos, se recogieron testimonios orales, encuadrándolos en un marco de referencia fundamentada para que la información sea creíble.
Dicho marco referencial se sustentó en libros y notas de archivos, en entrevistas, que para establecer el origen del pueblo se analizaron y ponderaron y, en este contexto se describen a continuación:
En el volumen 760, Exp. 2 Foja 199, en adelante, analizado en el Archivo General de la Nación se encontraron datos que fueron confrontados con los existentes en el de la sociedad “Fuentes y Guzmán”. En la sección “tierras” del citado volumen obran documentos en los que se relatan varias diligencias practicadas a raíz de un reclamo hecho por los naturales de Santa María Asunción de Ixtaltepeque al alférez y capitán don Juan de Carta Luzurriaga, español avecindado en Tehuantepeque o Tehuantepec, de ciertas tierras del lado oriente de la hacienda de Zopiloapan. Este proceso se llevó a cabo durante los años de 1744, 1752, 1753, 1755 y 1756.

Habiéndose hecho el reclamo formal por los ixtaltepecanos desde el año de 1744 ante la Real Audiencia del virreinato, hasta 1752 se procedió a su atención turnándose a don Juan Romate y Herrera, corregidor de la Villa de Jalapa, quien “por estar enfermo y tullido en cama próximo a trasladarse a la ciudad de Oaxaca” instruyó al señor Francisco Ventura Saenz Cano por “ser inteligente persona” para que condujera las diligencias y proveyera a los demandantes y demandado de la justicia del régimen colonial y resolver en base a razón y derecho. Este se presentó ante don Juan Antonio Cavadilla, alcalde mayor de la Villa de Guadalcázar, provincia de Tehuantepeque para darle a conocer de la comisión conferida, siendo que las tierras en litigio pertenecen a esta jurisdicción.
El señor Saenz Cano en su calidad de Juez Comisario se presentó a la comunidad a diligenciar el caso y para ello requirió de los servicios de un intérprete que lo fue Manuel de Osorio de origen español avecindado en Tehuantepec y que entendía el dialecto zapoteca. Requeridas las partes, el señor de Carta nombró como su apoderado a Gregorio Joseph de Gamboa y los ixtaltepecanos al señor Ignacio Joseph de Uría residente temporal en el lugar y vecino de la “muy nobilísima ciudad de Méjico”.
En la primera audiencia, que no pudo efectuarse, se vio manifiesta la hostilidad de los demandantes contra don Juan de Carta y su apoderado. Se hizo un tumulto y los naturales de Ixtaltepec, recelosos, querían “arrastrarlo como un perro y quemarlo en horno de cal” al igual que al comisario porque decían “éste es español y nos viene a engañar”.
Pocos días después el Gobernador de Ixtaltepec, Domingo de los Ríos y su cabildo, a través del apoderado solicitó que siguieran las diligencias y para ello se presentarían testigos que conocen los linderos, vientos y mojoneras de dichos terrenos.
Al efecto presentó primeramente al señor Tomás Man de 70 años (1752) originario de San Vicente Xuchitán quien dijo “conocer a los del litigio y saber que los linderos de Ixtaltepec abarcaban hasta “Daniguivihui” donde se unía con Juchitán.Que sabe que en las tierras de Zopiloapan pastaba desde hace tiempo ganado mayor de los Fuentes, avecindados en el rancho “El Espinal”. Que no sabe si los Fuentes tenían licencia para ocupar esas tierras”. Acto seguido se presentó el testimonio del señor Rafael Martín, indio de 56 años vecino de San Vicente Xuchitán quien dijo “haber oído decir vulgarmente que esas tierras pertenecen a los naturales de Ixtaltepec y que desde hace más de treinta años han sido ocupados por los Fuentes, avecindados en el rancho el “Espinal” para pastar su ganado”. Así sucesivamente fueron compareciendo otros testigos, quienes en lo general coincidían en sus dichos.

A pedimento de don Juan de Carta Luzurriaga fue citado el 12 de febrero de 1752 como testigo a Juan de Fuentes, capitán reformado de la compañía de Pardos quien dijo: “Que por fin y muerte de Nicolás de Fuentes su padre, heredó el que declara y sus hermanos Manuel de Fuentes, Agustín de Fuentes y Francisco de Fuentes un sitio colindante con las tierras y sitios a la hacienda Zopiloapan nombrado “El Espinal” el cual sitio a los expresados Fuentes se halla a la parte sur de dicha hacienda de Zopiloapan, cuyos deslindes se hallan en un paraje llamado Guelaguidi que en castellano significa o quiere decir “paraje de Cartas” (?) en donde sirve de moxón una laguna o charca en cuya orilla se halla un árbol de zopiloquabe que sirve de moxones y deslindes y que por tales los declaró Juan Gómez, Juez de tierras que fue de esta jurisdicción que amparó en la posesión de lo tocante del dueño de la hacienda Zopiloapan que entonces era el alférez Sebastián de la Cruz y Villalobos y por lo que mira el anunciado sitio “el Espinal” del supradicho Nicolás de Fuentes padre del dicho declarante ratificando por moxón y deslinde dicho juez en la citada posesión, que dio a uno y otros de dichas tierras y sitios que gozaban dicho charco y árbol que deja expresado y que por otra parte lindan dichas tierras de Zopiloapan en un portillo que le llaman de llano grande en la que hay una laguna seca que le dicen en idioma zapoteco “Guichivele” que en castellano quiere decir “llamarada de espino”…..Hasta aquí la versión fiel, respetando la sintaxis y ortografía, hecha y escrita de Don Juan de Fuentes.

En el curso de las diligencias se presentaron como testigos: don Patricio de Castillejo, de origen español, vecino de Tehuantepec dueño de tierras contiguas a Zopiloapan y más tarde adquiriente de esta hacienda quien dijo que “los Fuentes vecinos del rancho “el Espinal” tenían licencia de los ixtaltepecanos para ocuparlas para pastoreo de su ganado”. Joseph de Coheto otro testigo, declaró que “Pedro de Coheto también español y vecino de Tehuantepec trajo ganado de Soconusco a un paraje denominado “Nisa Xooga” cercano a esta zona y que está poblada por los Fuentes del rancho “el Espinal” con una rejeguería de vacas. Que también pastaba allí ganado de Rosa Cabrera y sus hijos. Que conoce el terreno en litigio que está en el camino real que sale de dicho pueblo de Ixtaltepec para Soconusco por donde pasa un arroyo que le dicen río Zopiloapan”
Un documento testimonial que dice:
Citación a los Fuentes, para que acompañen a verificar linderos de la hacienda Zopiloapan.
“En dicho pueblo de San Gerónimo hallándose en él Juan de Fuentes, Manuel de Fuentes y Francisco de Fuentes, todos hermanos y dueños del rancho de el Espinal y con ellos Antonio Toledo su cuñado, yo dicho alcalde maior les hice saber el auto antecedente y los cité con él para su efecto quienes habiéndolo oído se dieron por citados y lo firman conmigo y los de mi asistencia, los que supieron. Alcalde maior, Juan Antonio de Cavadilla”.
A mayor abundamiento, Juan de Carta presentó testimonio de documentos antiguos, “escripturas”, así aparece en el archivo, sobre los terrenos. Manifiéstase en éstos que los primeros usufructuarios de la hacienda de Zopiloapan fueron don Diego Ruiz de Andrada, mulato que trabajaba en el convento de la villa de Guadalcázar y de su esposa Gerónima Cortés de Mendoza, natural de Chihuitán quienes tomaron posesión de ellos en 1572 por merced que les otorgara don Gastón de Peralta, Marqués de Falces y Conde de Santiesteban en aquel entonces virrey de la Nueva España. Que después de sucesivas posesiones “Manuel de Viloria y Juana María de Villalobos la adquirieron por compraventa de Sebastián de la Cruz y Villalobos quien había dado licencia a Juan, Manuel, Agustín y Francisco de Fuentes y al cuñado de éstos Antonio Toledo vecinos del rancho “el Espinal” para pastar su ganado y aquellos la heredaron a su hija Rosalía de Viloria
En el libro “Cuadros sinópticos de pueblos, ranchos y haciendas del estado libre y soberano de Oaxaca” en lo concerniente a la Jefatura Política de Juchitán, el Jefe señor Francisco León “Pancho León”, consignó el 17 de septiembre de 1883 al Congreso del Estado para integrarse a su memoria administrativa los siguientes datos: “Espinal Santa Cruz, por los títulos de 1590 era una finca propiedad de la familia Fuentes. Cuenta con 1000 habitantes, una plaza de 20 varas de largo por 10 varas de ancho, una cárcel edificada en 1848 con material de adobe y madera. En este año de 1883 existen en su jurisdicción los siguientes ranchos: Alto Higuero, Rancho Pando, El Carmen, San Martín, San José, Rincón Antonio, Las Arenas y Huamuchal”.
En el año de 1968, la Asociación de Estudiantes Espinaleños, invitó al Dr. Macedonio Matus Fuentes (1903-1972) a dictar una conferencia en el teatro al aire libre de la Casa de la Cultura, actual Auditorio Municipal. Entre otras cosas, el galeno se refirió al origen de nuestro pueblo. Dijo que “Espinal se fundó y se pobló como consecuencia de las actividades agrícolas y ganaderas de la hacienda Santa Cruz, que en el siglo XVII era propiedad de un mulato llamado Sebastián López, varón de gran corpulencia, buen mozo, diligente y honrado. Que era probable que de esta estirpe descendiera don Cristino López, ameritado maestro autodidacta que forjó a muchas generaciones a fines del siglo XIX y principios del actual”.
Un documento del 5 de enero de 1822 visto por el autor en el archivo de la parroquia de Asunción Ixtaltepec, relativo a bautismos, dice “yo ministro de la parroquia baptizé a Pablo de la hazienda Espinal, cuyos padres son Vicente Fuentes y Manuela Guzmán a quienes dije…..

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*Tomado del libro “El Espinal, Génesis, Historia y Tradición”/Autor:Luis Castillejos Fuentes/Cuarta Edición/Secretaria de Cultura de Oaxaca/2019/Paginas 11,12,13,14,15 y 16.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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