Cultura
Guie’ xhuba
Un día fueron apareciendo y no las pude detener, esferitas marrones pasaron por toda mi mano, cuando vine a darme cuenta, ya las cubrían por completo. Tu abuela me quiso advertir y ahora yo tengo que advertirte. Yo no soy celosa, tú lo sabes. He compartido la receta con todas mis hermanas a pesar de tu abuela, que en paz descanse. Ella sí era celosa. No sabes cuántas veces le pedí que me enseñara, pero siempre decía que esas cosas no se comparten. La comida y la bebida son un secreto que una se lleva a la tumba, me decía. Nunca cedió y yo aprendí como aprenden los maestros, de ver. Si tu abuela supiera que todas mis hermanas saben su receta, vuelve y me lleva con ella de vuelta a la muerte, a lo mejor eso pase conmigo.
Sólo tenía veinte años, dejé los estudios y me casé. Tardé dos años en aprender a hacerlo, de ahí, el primer día que vendí sola, empezó a salirme espuma de las manos, la espuma que ves ahora y que no quiero que te salga, por eso no me gusta que me acompañes, pero a veces no me doy abasto sola y tú te ofreces. Nada puedo hacer. El bu´pu y el trabajo de tu papá, finalmente, los ha sacado adelante a ti y a tus hermanos. Siempre digo “El bu’pu” como si fuera una persona y es casi un espíritu que ha venido a salvarnos, pero se ha quedado vagando en mis manos después de la ayuda.
Prepara el atole, yo veo la pasta. En fin, tu abuela dejó que aprendiera porque yo no sabía nada y no quería depender enteramente de tu padre, yo me quería casar con él por amor, pero nunca vi lo del dinero y una quiere sus caprichitos a los veinte, quiere comprarse ropa, salir al cine, ir al parque por un helado. Tu abuela, mi suegra, me decía “pues si no quieres depender de él, aprende algo” Yo le decía que quería aprender a hacer bu’pu, ella, que se iba a llevar la receta a la tumba, pero terminó por dejarme. Ahí comenzaron las primeras burbujas, como por arte de magia, pequeñas burbujas del color de la tierra cuando está seca, se asomaban entre mis dedos. Después ella enfermó, después falleció y me dejó el duelo – casi era mi madre- y me quedé con el bu´pu. Nunca me di cuenta en toda su vida que la espuma de sus manos salía sola. De haberlo sabido. Pero todo se lo debo al bu’pu, por eso no me quejo.
En mis comienzos de vendimia me tocaba ir a la casa de la gente, iba con el triciclo de tu papá, mis ollas y mis jícaras. Ya después con el tiempo es que alcancé lugar para vender frente al palacio municipal, tu papá me ayudaba siempre y en cuanto creciste, pues me ayudabas tú como hasta ahora. Recuerda mover bien el atole. Ojalá haya mucha venta, si no, se va a agriar y agrias ya estamos las dos de ver a tanta gente pasar al puesto, de verdad te lo digo, no hay vuelta atrás, una vez que empieces, las burbujas cubrirán tus manos. ¿De verdad te gusta? ¿De verdad quieres aprender? Llévate la pasta al taxi. Parece que va a llover. Ojalá que no.
Otra cosa no he conocido. Ustedes son el único sueño que me queda, dejé de soñar hace catorce años. Con el tiempo no llegaron las idas al cine ni el vestido elegante que vi en aquella tienda; no llegaron los pulsos de oro por montones, no llegaron los restaurantes, de sueños nomás ustedes. Por esos se los repito a cada rato, no quiero que hereden esta espuma terca que se ha quedado en mis manos, ahora ya casi nunca puedo ver mis dedos. Estudien y sean alguien en la vida, a parte del bu´pu no tienen otra cosa que heredar. Recuerda resguardar un poco de la pasta, ya casi se va la temporada de guie´ chachi y no tenemos mucho. Duelen los recuerdos cuando todos los sueños se fueron. Me casé con tu papá muy joven y heredé muy pronto esta espuma. Muy pronto, dicen que lo que se hace pronto acorta la vida, tú estás bien así, no hay prisa de aprender, tú estudia. Tú debes ser alguien de provecho. No quiero que lo único que heredes sea esta espuma. No te olvides de los platos zampa, alcánzame el molinillo y vámonos apurando. Esta lluvia amenaza, por lo menos que alcancemos una docena de gente. El guie ´chachi escasea.
¿De verdad quieres aprender? Una vez que lo aprendas, vagará en tus manos como en las mías, empieza como si el bu’pu se te embarrara en los dedos y termina por cubrir tus manos hasta que el sol se muera. A tu abuela la enterramos con la mortaja cubriendo sus manos para que nadie en el pueblo se enterara, a mí me harán lo mismo, por eso no te dejo hacer mucho, nomás atender, así no tocas nada, no se te impregna nada. No te casas a los veinte y estudias y tienes un trabajo que dé. Así te compras vestidos y vas al cine sola o acompañada, así te salvas o te salvo, nos salvamos de esta vida, aunque yo le deba todo al bu’pu, aunque ustedes coman de él. Pero esta espuma, más que vergüenza, es temor. Ahora lo entiendo todo, no eran celos los de tu abuela, era que me protegía de este destino tristemente dulce del que ya no me puedo salir. Llévate las otras cosas al taxi, es hora de irnos. Déjame ver tu mano… Ay, no. Ay, Dios… las burbujas comienzan a asomarse.
Cultura
Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024
Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad
Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.
Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.
En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.
El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.
Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.
Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.
Cultura
Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño
Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet
El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo, se torna, interesante para la mente infantil.
En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual, José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.
En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.
Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.
El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.
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