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Las Velas de El Espinal

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LAS VELAS

Vela, como ya se dijo, es un artefacto de cera de forma lanceolada en cuyo interior se coloca un hilo que sobresale de tres o cuatro centímetros en su extremo superior, que es el pabilo. Su uso en la fiesta, antiguamente, es ritual, es velar: los creyentes estarán despiertos durante toda la noche, el zapoteca a los ídolos prehispánicos y el mestizo al santo cristiano.

No se precisa la época de inicio de esta tradición, ya dentro del cristianismo, es decir cuándo empezó formal y organizadamente. Sin embargo de su origen puede asegurarse que es una reminiscencia de aquellas ofrendas que se hacían a los ídolos prehispánicos por obsequiar lluvias y óptimas cosechas. Con la imposición del catolicismo, los predicadores venidos en la colonia, exigieron que debiera seguirse practicando este ritual, ´pero ya en honor a sus santos, que son imágenes. En Espinal, su origen se remonta a fines del siglo XIX y de forma incipiente desde 1891 hasta 1942 se venía celebrando ininterrumpidamente, luego de que por una aguda y devastadora sequía, los socios se obligaron a suspenderlas por varios años para reanudarse precisamente en 1953 hasta la fecha.
Mayo es el mes de las velas, en pleno esplendor de la primavera e inicio del cultivo del maíz con las primeras lluvias del año. Cada barrio consagra la imagen de su devoción: San Lucas, patrono de la vela “Primero”, porque invariablemente se celebraba cada primero de mayo en la parte sur del pueblo y a partir de 1954 vela “Primavera”, vela San Juan en la porción nororiente y su centro ceremonial en la esquina de la calle 5 de mayo y avenida Colón donde está la capilla que guarda la cruz o pasión sanjuanero, la vela San Mateo en la parte noroeste y hasta la década de los años treinta la vela san Marcos en su capilla del “Paso Cruz” en la ribera sur del río.
Velas Espinal Oaxaca2

Regada de frutas, Vela Primavera, mayo de 1954.
Vela San Juan, tirada de frutas mayo de 1955.
Antecedido al festejo principal, en marzo o abril se confecciona la Vela o sea la “labrada de cera” con música y baile en el domicilio del mayordomo en turno, auxiliado por la sociedad respectiva. Hasta los años 80, las velas, Primavera y San Mateo practicaban este ritual, hoy en día solamente lo acostumbra la sociedad de la vela San Juan.
Las Velas, fiesta grande, propiamente se realizan en mayo. Desde el viernes inicia la fiesta con la calenda o “Retreta”. La gente recorre las calles con faroles, música y cohetes visitando algunos connotados personajes de la sociedad y después concentrarse en el centro de la población para la quema del torito “lluzee dáa”. A la cabeza de la comitiva el puntero, el que lleve la luz que ilumine la oscuridad de la noche, debía ser de alta estatura. Muchos años hace que para este menester se ocuparan a Esteban Terán, Vela Primavera, Tá Lito mbioxo, en la San Juan y Tobías González, San Mateo.

El sábado por la tarde es el convite o tirada de frutas, años hace que era común ver las carretas tiradas por bueyes, adornadas con hojas de plátano y palma tejida resaltando el blanco y el azul añil en las ruedas. Bellas damas desfilan llevando en la cabeza el jicalpextle con banderitas y frutas para obsequiar al gentío que forma valla a su paso, seguido por jóvenes montados en briosos corceles. En los años cincuenta y sesenta del siglo pasado se adornaban carros de redila, con alegoría adoptada por la sociedad. Se ignora cómo y porqué, pues los socios nada tienen que ver con la etnia huave, es decir ni son pescadores los de la sociedad de la Vela San Mateo, ni siembran piña ni son de origen mixe los de la Vela San Juan. El caso es que, los carros alegóricos simulan el barco, el camarón y el caballito de mar, la piña y la vestimenta de enredo de la mujer mixe, ésta portada en 1958-59 en forma grotesca por Mella Castillejos de Tá toy. La enagua verde limón y la palmera la usan las socias de la Vela Primavera que además su música distintiva es Són Huada, seguramente porque en su barrio arribó gente procedente de Chiapas, cuya música semeja en buena medida a los sones istmeños.
Todo lo anterior descrito, quedó en el pasado. En la noche, inicia el baile en el marco de una enramada en cuyo centro un mástil resistente sostiene tendida una manta blanca, “Telón”. Sobre la palma se colocan adornos multicolores que resaltan el verde de la primavera, el amarillo de la piña sanjuanera y el azul del inconmensurable mar de San Mateo, presencia y alegoría para cada hermandad. Unos espejos relucientes se colocaban al fondo. Se baila, se bebe, se ríe en un ambiente eufórico hasta la aurora del siguiente día. Para carros alegóricos, su hechura, habría que mencionar a Onésimo Toledo, juchiteco, de oficio molinero y a Beto Iri, vaya que los dos, eran maestros en este arte, que hasta los contrataban fuera de Espinal con ese fin.
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Alegoría de la vela San Mateo, paseo vespertino y tirada de frutas, mayo de 1955.
Allá por 1939, en la feria titular, Teresa Peto Toledo, Teresita, primera reina de la vela Primavera, compite en belleza con Ofelia Yessín soberana de la sociedad sanjuanera. En el “certamen” difícil elegir quien, pues las dos eran dueñas de una singular hermosura, hechura natural, sin maquillaje, cual diosas del olimpo.
Muchos años de tradición y costumbre religiosa-pagana caracterizaron estas famosas velas de mayo. Están más impregnadas de sabor hispano y mestizo que indígena. El paso del tiempo, inexorable y susceptible a los impactos que cambian ostensiblemente conductas y maneras de pensar, ha hecho que estas fiestas sufran también adaptaciones. La austeridad y sencillez del espinaleño, en los años veinte y treinta del siglo XX, resaltaba con el pantalón oscuro y la camisa blanca, el paliacate rojo anudado en el cuello y el sombrero copudo en la cabeza. La charla amena sobre sus vivencias campiranas y su cotidiana labor, se acompañaba del mezcal o jugo de agave, mientras oían la música de los sones tradicionales zapoteco-mestizo. La candidez de la mujer, con trenzas y ataviada con el traje de satín o de terciopelo con flores bordadas con hilo-seda, que resaltan el resplandor de las rosas de vivos colores y en el extremo inferior el olán de blanca pureza, alhajas de oro puro relucientes, convidaba a sus invitados, antes con horchata y jugo de manzana cargado de alcohol y ahora con cerveza y vino de alta destilación y ricos platillos.
Todo fue cambiando, las damas ya no lucen las trenzas de listón en su larga cabellera. Hoy, y desde hace ya algún tiempo acuden al salón de belleza para hacerse el “peinado” que se cubre de laca para no desaliñarse, el vestido de la joven es de tela cara y de modelo reciente, aunque, a decir verdad, a mucha honra, las muchachas, muchas se les ve lucir orgullosamente todavía el hermoso traje regional. Y vaya que emiten su hermosura, característica de la espinaleña, mestiza. La sencilla sandalia de piel “guelaguidi huaxa” se suple por el calzado de tacón alto de corte aristocrático. Los grupos musicales se contrataban fuera del ámbito regional, aunque la música natural de “La Reyna de Ixtaltepec” de Pánfilo Antonio y de “Roy Luis” de Unión Hidalgo fuera la mejor, habría que alternar con los famosos de la época. Hicieron presencia en estas velas las danzoneras de Carlos Campos, Alejandro Cardona y Pepe Castillo, la rumbosa orquesta de Pérez Prado y la bullanguera de Pablo Beltrán Ruíz y sin faltar los grupos de música tropical colombiana. En los últimos años, a alguien se le ocurrió traer de qui´ren sabe dónde a las bandas con tambora, que a decir verdad adolecen de una ejecución armónica, que pocos les gusta para bailar.
Velas Espinal Oaxaca4Ya no se interpreta el “Lucero de la Mañana” como lo hacían Chico Tehuano de Minatitlán, Ver. “Águilas de México” de Coatzacoalcos y la Marimba Orquesta Policía de Tuxtla Gutiérrez, para deleite de las sanjuaneras viejas: Ná Nita Herón, Hermila Cabrera, Tiburcia Fuentes Bucha Mota, Emeteria López Ná Míte y otras damas señoronas de los años cincuenta del siglo pasado. Tampoco se escucha hoy el cadencioso “Son Huáada” de la primera Vela, danzada por Ná Tina Gorio y Ná Glafira; como magistralmente lo interpretaba la banda de música por 1920 y después la “Hilda” de Rodolfo Cruz del Puerto y los “Hermanos Carlock” de Salina Cruz, el “Son Mareño” que con dulzura se esparcía en el ambiente irradiado de sonoras notas de la Reyna de Ixtaltepec, los ejecutantes, de auténtica formación musical. Músicos en toda la extensión de la palabra.

*Tomado del libro “El Espinal. Génesis, Historia y Tradición” /Autor: Luis Castillejos Fuentes/Cuarta Edición/Patrocinio de la Secretaría de Cultura de Oaxaca/Pags.97, 98, 99 y 100.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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