Cultura
Largueza
A doña Mirna Avilés de Ordaz
Época de Pandemia
Largueza es una palabra que casi ya no se usa hoy; significa dar, devolver, compartir a manos llenas lo que se tiene o se ha recibido en la vida. Ahora, el patrón rico a la hora del almuerzo con sus trabajadores; éstos sacan su almuerzo que la esposa les preparó y lo comparten.
En cambio, el patrón o no trajo almuerzo y si lo trajo no lo comparte. Alguien me contó de un hombre rico que a la hora del almuerzo sacaba la misma bolsa que contenía un buen pedazo de queso seco; y uno de los jornaleros le dijo: casi no come usted su queso, lo cuida mucho y su respuesta fue: por eso tengo lo que tengo y en el caso de usted que come mucho, no tiene nada. Este acto del hombre rico lo podemos calificar como Avaricia. La avaricia es uno de los 7 pecados capitales; en mi caso me gusta más llamarlos defectos del hombre. La avaricia es todo lo contrario a la largueza, es más es su contrario o como bien dicen su antónimo. Ser largo, es ser espléndido, generoso en abundancia. Hay una frase que me gusta: da con largueza lo que has recibido en la vida. Comparte pues lo que tienes, devuelve aquel favor que alguien te hizo con largueza, con máxima generosidad. No ser ingrato en la vida; devuelve la dádiva con largueza. De ahí se desprende reflexiones muchas como: “quien sabe servir, sabe vivir; en la vida no está en recibir, sino en dar. Soñé que la vida era alegría, desperté y vi que era servicio. Serví y en el servicio hallé la alegría”.
Es un poema del poeta Tagore quien recibió el Premio Nobel en 1913. Amigos, la pequeña felicidad, la alegría está en El Servicio. No la vamos encontrar en unos tenis nuevos, en un celular caro, no está en tener una bonita casa, tener dinero; no está en la belleza física. La felicidad la vamos hallar Sirviendo. Echándole agua al árbol, en atender Ipso Facto al niño que está llorando; en ayudar al ciego atravesar la calle, en platicar con abuelita con emoción sin estar atento al celular; no está en el alcohol ni en la droga; está en compartir con alegría lo que tenemos… En servir pues. Ahí está la alegría, la pasajera y breve felicidad. Amigos este texto lo dedico con afecto a doña Mirna Avilés de Ordaz, por aquel día, pasado dos semanas de aquel terremoto de septiembre de 2017; ella y su esposo el Ing. Roberto Ordaz Castillejos, vinieron con más de 50 despensas ya empaquetadas aquí en el Callejón de Rosales, sí aquí en la Octava Sección de nuestro sufrido Juchitán. Me habló previo el Ing. Ordaz que vendrían y que elaborará una lista de personas para entregarles una despensa. Así lo hice; pasando dos meses después ya inicio de diciembre de ese año del terremoto que sufrimos. Volvieron con 60 cobijas para repartir entre gente nuestra de Cheguigo. En esa tarde fue en la huerta de la casa, debajo de los grandes chicozapotes y guiee xhuuba. Se formaron las mujeres y algunos hombres convocados para recibir cada uno su cobija nueva. Sucede que una anciana llegó tarde a la repartición; al no haber más cobija doña Mirna va hacia ella, la abraza y le entrega el rebozo con que se cubría la espalda. Amigos, este acto de luz, de filantropía, de amor al ser humano, no lo olvidé. Hoy lo recuerdo con emoción y tristeza porque doña Mirna Leonor Avilés Calderón, esposa de mi amigo el Ing. Roberto Ordaz murió ayer en el querido pueblo de Espinal; ella nació en Campeche, vino al Istmo al casarse con el ingeniero Ordaz; fueron felices durante 50 años; formaron una pareja admirable por su altruismo, como padres de 3 hijos que forjaron su instrucción y educación de excelencia en Universidad de prestigio. Buenos ciudadanos espinaleños, generosos, que compartieron su vida con largueza con los demás. Un acto noble está lleno de luz, de amor de refulgente energía y como tal no muere ni desaparece. Vivirá siempre en el corazón del hombre o mujer agradecido, iluminada en un instante con una chispa de largueza de una pareja excepcional. Recibe estimado amigo don Roberto mi sentido pésame. Descanse en paz doña Mirna Avilés de Ordaz. Buen día mis amigos. ¡Cuídense!
Cultura
Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024
Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad
Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.
Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.
En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.
El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.
Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.
Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.
Cultura
Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño
Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet
El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo, se torna, interesante para la mente infantil.
En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual, José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.
En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.
Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.
El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.
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