Cultura
¿Cómo Bixana perdió sus antiguas tierras?
Presentación: Bixana como debería de escribirse, con “b” y no con “v”, es uno de los asentamientos zapotecas más antiguos de Tehuantepec, la etimología de su nombre no nos ha llevado más allá, sino nos hemos quedado cortos con una pícara concepción, que lejos de ello, es todo lo contrario, por lo que encierra su concepto religioso.
En la sierra norte de Oaxaca, para ser precisos en Cajonos, Distrito de Villa Alta, dentro de la organización religiosa, los zapotecas de esa región, contaban con Bixanas, que los españoles registraron como Vijanas con “V” y con “J” que se asociaban más a su lengua occidental.
Luego entonces tenemos pues, que los Bixanas de la Sierra Juárez, eran “los dedicados a Dios”, a quienes desde pequeño se les educaba para servir a la religión de los binniza, los zapotecas, por consiguiente, en el reino zapoteca de Tehuantepec, siendo la capital de aquella gran nación, existió con mayor raigambre la religión en el que el rey era el sumo sacerdote.
Recordemos que nuestro rey Cosijopii cobijó a los últimos sacerdotes que huyeron de Mitla para encontrar refugio con él, quien no solamente los protegió, sino con ellos asumió la alta jerarquía de sumo sacerdote hasta que fue descubierta su apostasía por el que se le quitó sus bienes y privilegios allá por 1563.
Entonces pues, este barrio que nos ocupa. fue un barrio privilegiado, porque acá se formaban a los “dedicados a Dios”, a los Bixanas.
De la tradición oral a los documentos históricos.
La tradición oral de Tehuantepec, mantuvo esa comunicación con las últimas generaciones de tehuanos hasta finales de los años sesenta y principios de los setentas, cuando la televisión apenas comenzaba a entrar a los hogares y la destruyó completamente cuando el internet secuestró a nuestros hijos y divorcio a la familia, haciéndolas más individualista con una aculturación que no hemos podido enfrentar.
Primero se dejó de platicar con el abuelo, ahora con los padres, para conversar muchas veces, con amigos desconocidos y lejanos, que las redes sociales han acercado más allá de nuestra intimidad.
Esa maravillosa tradición oral del que disfrutamos con mucha imaginación en nuestra niñez, nos decía que Bixana, San Jacinto, Lieza y Santa Cruz, fueron los barrios más antiguos de Tehuantepec, así decían los viejos y así lo repito ahora.
De los barrios tehuanos que llevaron y llevan su nombre en zapoteco son: Bixana, Diaga béedxe, Guichivere, Tapa Guidxi (San Jacinto), y otros, aunque su nombre oficial es en nahual o español, fueron conocidos en nuestra lengua materna como: Raa Dáani (San Sebastián), Raa Dáani huiini (El Cerrito), Tulaba (Santa Cruz) y Reu (Santa María).
Nuestra organización social estaba dividida por barrios o calpulli, dedicándose cada uno a cierta actividad pudiendo ser agrícola, artesanal, pesquera, comercial, etc. Cada barrio poseía su núcleo urbano y sus propias tierras. Era una especie de pequeños estados confederados.
Así se dividieron las sementeras conocidas por mencionar algunas: La’chi Guichivere, la´chi Diaga Béedxe, la’chi Jaliscu, la’chi Laboriu. Esas eran las pequeñas tierras labrantías o labores, porque ya hablar de grandes extensiones o de territorios, era hablar de los barrios de Santa Cruz que posee grandísimas extensiones que la hace limitar con las montañas y el litoral tehuano. Lieza que bien tiene como colindantes a Santa Cruz, Santa María, Mixtequilla, San Jacinto y Jalapa del Marqués habla de un vasto territorio. San Jacinto Tapa Guidxi, hoy como Bixana se ven insignificante en su geografía, pero no siempre fue así. San Jacinto cuya iglesia conserva su libro de tributo que data de 1755, nos habla de la riqueza del barrio. Limitó con Bixana, Mixtequilla, Lieza, Jalisco y Guichivere.
Sus antiguos límites
Cito textualmente los límites que aparece en la demanda que Mariano Romo, teniente de policía de Bixana conocido así, a los principales de llave de Tehuantepec en esos tiempos, hiciera el 4 de mayo 1872 ante el gobierno del Estado para protestar en contra de la afectación que les hiciera la ley de adjudicaciones que perjudicó tanto a las comunidades indígenas del país, creándose el latifundismo que se acrecentó vertiginosamente, convirtiendo al campesinado peón de sus antiguas tierras.
Los límites de Bixana fueron: “por el oriente con Juchitán en Guígú por el poniente con Mixtequilla en Piedra parada por el Norte con Comitancillo en Daniguie dopa, por el Sur con San Blas y Xihui en Nizaduno y Nizarindani”.
Cultura
Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024
Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad
Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.
Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.
En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.
El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.
Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.
Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.
Cultura
Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño
Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet
El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo, se torna, interesante para la mente infantil.
En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual, José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.
En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.
Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.
El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.
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