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Cultura

Pláticas con el Ingeniero León

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Primera plática del ingeniero León.

En octubre de 1930, estuve en Matías Romero (Oaxaca), en compañía del ingeniero Ricardo León, quien representaba a la corporación municipal de Juchitán y yo era el presidente del comité Pro-Puente. Fuimos a gestionar el embarque y transporte de las trabes de fierro viejo necesario para el puente del río de Juchitán que habíamos adquirido por gestiones del juchiteco Enrique Liekens ante el Departamento de Bienes Nacionales. Se necesitaron dos viajes para lograr traerlas, por lo que permanecimos la primera vez en Matías Romero ocho días y la segunda diez. Así fue como tuve oportunidad de escuchar las sabrosas pláticas del ingeniero León que en diferentes ocasiones había oído charlas sobre visiones misteriosas.

En el primer viaje, contó lo siguiente:

“En 1909, me acuerdo que estaba en un velorio de la segunda sección a la hora de las visiones de la media noche. Consulté con mi reloj y ví que faltaban quince minutos para las doce por lo que me dije: esta noche confirmo o desmiento las versiones espeluznantes que corren sobre visiones. Me retiré de los amigos sin despedirme, como cuando se huye de algo que no nos gusta y me fui a estacionar en el marco del zaguán cerrado de don Julio Pineda, en la Avenida 2 de Abril.

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“La noche era encantadora; la blanca luna lucía un cielo límpido y con su cobalto embellecía la tierra. Reclinado sobre el marco de aquel zaguán, esperaba ansioso el momento que deseaba. No me causó gran sorpresa el ver qué calle arriba venia una carreta entoldada de blanco que se confundía con la blancura de aquella noche. Dispuesto a caminar, protegido tras de la carreta, al pasar delante de mí, salté la banqueta y me apresuré a seguirla muy de cerca, sin lograr distinguir quiénes iban dentro, al parecer tan contentas y tan dichosas, pues a todas ganas se iban riendo a carcajadas, pero conocí que esas risas eran de mujeres. Pensé que al pasar por la esquina donde había un foco de luz eléctrica del alumbrado público podría distinguirlas. Cuando el momento se acercaba y estábamos en esa esquina, una fuerza magnética se apoderó de mí atención y me hizo voltear la cara sin quererlo, para hacer que me fijara sobre una agraciada mujer que estaba parada en la acera y que maliciosamente me dirigía una sonrisa con sus labios de pétalos de rosa. Me cautivó por un instante, habiendo sido esto lo suficiente para que yo perdiese la oportunidad de vigilar aquella carreta que se desvaneció a mis propios ojos, no obstante que yo la seguía a cinco pasos solamente. Desapareció como si la hubiese tragado la tierra y no supe lo que pasó con ella”.

“Me pare en la contra esquina, contemplando aquella sonriente mujer que parecía que intentaba levantar alguna carga pesada y subirla en la cabeza. Se cruzó el chal al estilo de las chinas poblanas y nuevamente intentó levantar lo que parecía un canasto de frutas. Comprendí que su hechicera sonrisa me invitaba a que me acercara para ayudarla; pero hizo un último esfuerzo y logró su objeto. Con su carga en la cabeza se alejó hacía el oriente, no sin voltear la cara paso a paso para ver si la seguía, confiada tal vez en sus encantos. Permanecí parado y pasmado con un torbellino de pensamientos en la cabeza como aquella es a la que llaman la mala mujer”.

Segunda plática del ingeniero León.

Recientemente llegado de los Estados Unidos del Norte, en donde hice mis estudios, me fui a mi finca ganadera llamada Cacoprieto, de la jurisdicción de Tapanatepec (Oaxaca). En una calurosa noche, creyendo que dormiría mejor en mi hamaca tendida a lo ancho de la casa, me mecí con mucho vuelo, calculando que cuando éste cesara yo ya estaría dormido, porque me encontraba dominado por el sueño. Sin embargo, no fue así, porque en uno de los vaivenes alguien tropezó conmigo con tal violencia, que me hizo caer al suelo, no obstante que yo estaba atravesado en la hamaca en toda su largura y anchura. Al mismo tiempo que ese alguien tropezó conmigo, se apoyó sobre mis piernas con la fuerza conveniente para impeler como cuando deseamos tirar a alguno. El inmediato pensamiento que tuve fue que había entrado en el cuarto algún ladrón y, protegido por la obscuridad y con el mayor silencio posible, me puse al alcance de mi pistola para disparar al primer ruido que percibiera. Contuve mi respiración para escuchar mejor, pero no logré oír nada. Pasado largo tiempo, encendí la luz. Las puertas estaban bien cerradas y nadie había dentro ni podía estar, porque para eso, era preciso abrir alguna puerta o ventana y todas estaban aseguradas por dentro.

“En seguida fui a informar de lo ocurrido a mi padre que era espiritista, y me dio la respuesta siguiente: Debes saber, hijo mío que nunca estamos solos, y en este caso, fue el espíritu burlón el que jugó contigo”.

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Tercera plática del ingeniero León.

Cuando yo vivía en la finca indicada, una noche de tantas, me fui a la tinaja del agua para saciar mi sed, pero no tenía ni una sola gota y, por flojera de buscarla en otra parte, me metí a la cama sin haberla satisfecho.

“No conciliaba todavía el sueño cuando vi que en la pared de enfrente se dibujaba un cuadro de luz fosforescente de treinta centímetros cuadrados más o menos. Se despegó del muro, a la altura de metro y medio del suelo y se fue moviendo sin perder ese nivel, avanzando hacia el lugar en que estaba la tinaja vacía. Me sorprendí hondamente, salte de la cama y seguí a la luz, la que llegó hasta la tinaja, aumentando mi sorpresa al darme cuenta de que escurría abundante agua que se vertía dentro del recipiente en que yo tenía la seguridad de que no había antes una sola gota.

“Llamé a mi papá y a mi mamá que dormían en el cuarto contiguo al mío; les enteré de lo sucedido y mi papá fue el primero que probó el agua asegurándome que era de buena calidad. Entonces sacie con ella mi sed sin demandar ya ni una explicación”.

*Tomado del libro “Tradiciones y Leyendas del Istmo de Tehuantepec/Autor: Gilberto Orozco/Revista Musical Mexicana 1946.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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