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Cultura

La música istmeña desde la conquista (Sones populares. Bailes y cantables.)

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El Istmo es famoso por sus sones populares, entre los que resaltan el Pianito, La Sandunga, los conocidos con los nombres de Llorona, Petrona, Tonalteca, Tortuga, Petenera, Suspiro, Virginia, Espinaleña, Juanita, Carbonera, Gorrión, Médiu Xhiiga, etc.

Al indio zapoteco, tenaz en conservar lo suyo, no le fue posible desprenderse de su música primitiva, no obstante que la Conquista, al filtrarse en todas las actividades nativas, llevó la finalidad de acabar con todas ellas para substituirlas con las europeas. Como consecuencia de esta intención, de resistencia intención de resistencia indígena y de la fusión natural consiguiente resultó una música hispano-zapoteca, que vino a construir la música istmeña.

Hay dos clases de sones: los grandes y los cortos. Los grandes son los que tienen zapateados con música distinta del tema inicial, que propiamente constituye el son y entre estos pueden ser ejemplos La Sandunga, La Llorona, La Petrona, etc. Los sones cortos son los que no tienen zapateados de música distinta del son, sino que a este mismo se le da un poco más de movimiento y ligereza con un aire musical adecuado para poderlo convertir en zapateado y pueden ser ejemplo de estos sones cortos La Juanita, el Lucero de la Mañana, La Virginia, etc.

Los sones deben de tocarse forzosamente con “batería”, que viene a formar el alma de la música istmeña por ser la que marca su adorno con golpes periódicos desde el principio y la iniciación del zapateado cuando se dan los cuatro golpes continuos y rítmicos que anuncian la entrada de éste, lo que hace que todo son istmeño sea un conjunto de sonidos armónicos y vívidos.

En la música antigua, la precolonial, había siempre un son inicial en toda la fiesta, que aún se conserva y que servía como una especie de salutación a la concurrencia y al mismo tiempo como una exhortación para atraer más concurrentes. Ese son se llama actualmente el Kyri, del zapoteco Kíríí (¿cuantos están reunidos?). así mismo, entre los sones populares istmeños de actualidad hay dos de salutación, uno para las fiestas grandes los bailes elegantes de las Velas y para ellas esos son de salutación es el Pianito. Se catalogan como fiestas sencillas, los velorios familiares y matrimoniales. En estas fiestas en son de salud es el Jarabe.

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Las manifestaciones musicales del zapoteco primitivo en los sones populares, en los que siempre se advierte un espíritu de imitación o de descripción. En el son del Torito, por ejemplo, en el primer zapateado, la mujer imita a un torero, valiéndose de un paliacate que lleva a la mano. Al bailar graciosamente hace como que torea al hombre y en el segundo zapateado, se invierten los papeles para que el hombre zapatee imitando al torero y aparentando que la mujer es la que desempeña el papel de toro. En el son llamado Arriba el Sombrero, el bailador pone su sombrero en la cabeza de la mujer, con un dejo de romanticismo, al iniciarse el primer zapateado y la mujer se lo devuelve en el segundo. En el son denominado el Aguador, el bailador muestra habilidades conservando sobre su hombro un cantarito lleno de agua, sin detenerlo con las manos, dejando que se sostenga por puro equilibrio. En el son de Los Enanos, se pone en juego también la imitación y los que pueden lo bailan en cuclillas.

La Tortuga se baila de distinto modo que la Sandunga, La Llorona y La Petrona. Los sones llamados Gorrión, Juchiteca, Torito son músicas especiales para jaripeos. El Mediu Xhiiga, son de la moneda, es especial para ser dedicado a la novia en los matrimonios, con el significado ya descrito, que lleva la finalidad de recoger la cooperación pecuniaria destinada a la pareja que se casa. Todo buen bailador istmeño sabe interpretar el zapateado de cada son y con esa interpretación lo baila, variando sus pasos conforme al ritmo.
Musica del Istmo Tehuantepec2

Enrique Haaz, que fue un gran director juchiteco de música popular istmeña dijo:

“Los sones se bailan como se tocan se bailan.” Con esto quería decir que llevan de por medio su sentido artístico de imitación. Los músicos de una banda zapoteca terminan cada son con el ultimo zapateado, donde todos los instrumentos, guiados por la batería y el pistón, acumulan estridencias especiales para dar carácter al final de todos los sones. Pero nunca ejecutan el son caprichosamente, por decirlo así, como lo hemos solido oír en marimbas o en pianos de artistas que desconocen la región. Los sones tienen su ley. Van alternando sus partes en esta forma: empiezan con el son que es el tema de la música, en donde la batería entra en función. Siguen con el primer zapateado y al terminar éste vuelven con el son. Después, se alterna con otro zapateado. Luego vuelve el son con otro zapateado y así sucesivamente hasta terminar con el ultimo zapateado y la estridencia final, “aunque resulte una boruca” (como dijera don Enrique Haaz).

En cada son hay tres zapateados por lo menos y cada zapateado consta de tres partes: la primera es en tres tercios; la segunda es de dos tercios y la tercera es de un tercio, para volver al son.

Los sones populares de la música istmeña se tocan con diferentes estilos en cada pueblo de la región y cada músico de la misma banda va poniendo de su parte sus caprichosos gustos, pero sin salirse del compás ni del ritmo. Por eso, algunos músicos connotados de la capital de la Republica, han venido al Istmo con deseos de oír y escribir estos sones para piano y tocarlos después como lo hacen nuestras bandas; pero sin tener éxito, quizá porque esta música no es sistemática o por que no permanecen en el tiempo necesario para su estudio. Lo escriben con tecnicismos, pero al ejecutarlo el son pierde su estilo y resulta un vals más o menos lento o movido. Quizá esta dificultad resulte de la aplicación de la batería que debe hacerse con periodicidad permanente y obliga en el son para dirigir al bailador y para marcar la entrada del zapateado, salvo que la batería acompañe aparte al piano. En el arreglo de la “Sandunga de la Conesa”, muy conocido y escrito, por cierto, con muy buen gusto, se advierte una musicalidad muy distinta de la istmeña, porque no produce todo el sabor popular de la región y por eso ningún istmeño puede bailar su Sandunga con esa música.

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*Tomado del Libro “Tradiciones y Leyendas del Istmo de Tehuantepec”/Autor: Gilberto Orozco/Revista Musical Mexicana 1946

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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