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Cultura

Juchitán y las comunicaciones

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Los medios de comunicación y transporte están estrechamente ligados al desarrollo económico, social y cultural de los pueblos. El Istmo de Tehuantepec, por su localización estratégica, tradicionalmente ha estado comunicado con el resto del país y el mundo. En el siglo pasado, antes de la apertura del canal de Panamá, los barcos mercantes que venían de varias partes del orbe llegaban al puerto de Salina Cruz; costas oriental y occidental de Estados Unidos, costas de Asia y Europa después de haber bordeado el litoral del Atlántico – pasando por Tierra del Fuego – y las costas occidentales de América del Sur.

 

Así fue como, en una de esas travesías, llegaron de polizones algunos extranjeros y otros procedentes de Europa y Asia, principalmente árabes, libaneses, armenios, iraquíes con pasaporte de Turquía, a principios del siglo XX, único país del medio oriente con el que tenía relaciones diplomáticas nuestro país en ese momento, ellos se establecieron en la región, se dedicaron al comercio, pero andando el tiempo se integraron a los nativos y asimilaron la cultura zapoteca y en la región se les sigue llamado turcos hasta nuestros días.

A finales del siglo XIX, por iniciativa del presidente Porfirio Díaz se construyó el ferrocarril transístmico que comunica el puerto de Coatzacoalcos, Veracruz, con el puerto de Salina Cruz, Oaxaca. La concesión para trazar y realizar esta vía fue otorgada a una compañía inglesa y, con este motivo, arribaron muchos técnicos y empleados administrativos británicos al Istmo. Muchos de ellos se quedaron a vivir con mujeres del pueblo, dejando descendientes de ojos claros y tez blanca. Con este ferrocarril se desarrollaron los puertos por donde pasaban las vías del tren, por Matías Romero (Rincón Antonio), Ixtepec, (San Jerónimo), Tehuantepec y Salina Cruz; todo el comercio con los pueblos aledaños se realizaba a través de estos centros económicos.

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Posteriormente, en los albores del siglo XX, se construyó el ferrocarril denominado El Centroamericano, que aún arranca del puerto de Veracruz y llega hasta el Suchiate (Chiapas) pasando por territorio oaxaqueño; Matías Romero – que se convierte en centro ferroviario importante del sureste -, Ixtepec, Juchitán y la costa de Chiapas, hasta la frontera con Guatemala.

A partir de este momento empieza un incipiente desarrollo de Juchitán, que había estado rezagado por la falta de una vía de comunicación.

Las mujeres de Juchitán viajan a los pueblos de la costa de Chiapas a lo largo de la ruta del tren para vender mercancía, artesanías y comida típica, y es tal su audacia que llegan sin pasaporte hasta Guatemala, El Salvador y Honduras. Y como en Juchitán el comercio siempre lo han realizado las mujeres (y siguen haciéndolo hasta la fecha) se forjó la leyenda negra que inventaron los forasteros: que en el Istmo las mujeres son las que trabajan mientras los hombres, acostados en la hamaca, esperan que haya una revolución que los convierta en generales – dijo José Vasconcelos -.

La relación comercial que se estableció con los pueblos de Chiapas propició que muchas familias istmeñas se fueran a radicar a esos lugares, dejando muchos descendientes; actualmente existen nexos culturales y económicos muy fuertes entre la población de ambas regiones.

Durante los años de la segunda guerra mundial el gobierno americano, con autorización del gobierno mexicano, construyó en los terrenos del distrito de Juchitán, en zapoteco; Ñee Dani Bihui, quiere decir en las inmediaciones del cerro de los puercos, un aeropuerto con sus respectivos hangares para fines militares. Por su cercanía a Ixtepec permitió el desarrollo de la ciudad, convirtiéndose en la más importante del Istmo en ese entonces al quedar comunicada por vía aérea. Hasta la fecha existen las instalaciones, un poco deterioradas por lo que en alguna ocasión se ha pensado rehabilitarlas para la aviación comercial.

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Por los años cincuenta; se inauguró la carretera Panamericana que cruzaba la República Mexicana de norte a sur, pasando por las principales ciudades del norte y centro del país, llega a la ciudad de Oaxaca, Tehuantepec, Juchitán y se prolonga a Tuxtla Gutiérrez, y a ciudad Cuauhtémoc, frontera de México con Guatemala, intercomunicando además la selva chiapaneca y la región guatemalteca de Él Petén. A partir de entonces los comerciantes voraces, en complicidad con algunos funcionarios estatales, iniciaron la destrucción brutal de la flora y la fauna de esta región natural.

A raíz de esta carretera empieza un intenso desarrollo comercial de las ciudades del Istmo, particularmente de Juchitán, por la rapidez con la que se mueven los pasajeros, la carga y toda clase de mercancías por el transporte carretero, por los estados de Chiapas, Veracruz, Puebla y la Ciudad de México.

Han empezado a salir de esta región contingentes numerosos de jóvenes, tanto hombres como mujeres que se van a las ciudades de México y Oaxaca para estudiar carreras profesionales, este desarrollo ha ido tan vertiginoso que ha rebasado la infraestructura urbana de las ciudades y la estructura mental y psicológica de sus habitantes, y ha sorprendido a la población que no estaba preparado para estos cambios bruscos.

Si se toman en cuenta la dinámica de la población y el comercio que se genera en esta región resulta impostergable la construcción de una central de autobuses, en cada una de las ciudades del Istmo, con el fin de ordenar y canalizar adecuadamente el tránsito local, regional y nacional, al tiempo que se reubican las deficientes terminales actuales de cada línea de camiones de pasajeros en diversos lugares específicos de cada ciudad, de modo que se beneficie tanto las poblaciones como las líneas de autobuses que operan esta rutas.

El presidente municipal de cada lugar, dentro del plan de trabajo de su administración, debe presentar el proyecto junto con los representantes de las líneas de autobuses foráneos, que tienen monopolizados estos caminos desde hace muchos años y han obtenido pingues ganancias, abusando de la confianza y la buena fe de los de los istmeños.

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En el momento actual, Juchitán tiene una de las terminales de autobuses más modernos del país, al grado que algunos istmeños que viajan a la tierra nativa en los últimos años, se han pasado de largo de la ciudad, porque no se han percatado todavía de la modernidad de la obra que corresponde a país de primer mundo.

*Tomado del libro “Reminiscencias de la Tierra Nativa” /Autor: Aurelio Gallegos/México. Septiembre de 2003/Edición: Fundación Todos por el Istmo, A.C.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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