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Balahna

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Aquella noche, como en otras tantas, simulé dormir para pillar las conversaciones de los viejos. Así escuché de abuelito un relato acerca del baláhna, ceremonia ritual que las gentes del Istmo de Tehuantepec heredaron de los antiguos zapotecas, sus ancestros.

Y aunque nunca la traducción da una idea exacta de lo que se quiso expresar en la lengua o dialecto de origen, me atrevo a decir la palabra zapoteca baláhna volteada al español, significa virginidad.

En Juchitán y Tehuantepec, –donde todavía la tradición,– sigue el curso de los ríos – al día siguiente a la noche de bodas o de un rapto, las amigas de la pareja lucen prendido entre las negras crenchas un rojo tulipán; y los amigos la llevan en el ojal de la camisa o en la cinta del sombrero.

Su color de sangre pregona a los cuatro vientos que el hombre cosechó las primicias. Mas si esto no sucede, la honra de la mujer se muerde en el cuchicheo y no falta quien sonría en el pensamiento cuando el pobre marido cruza por la calle. Además, puede afirmarse que casi nadie burla está costumbre; pues la “gente grande”, –parientes y amistades de edad madura– en la noche de bodas monta guardia a las puertas del tálamo hasta las últimas horas de la madrugada, para recibir, en una mascada blanca, la manifestación de la virginidad gozada.

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Esto es el baláhna. Y su símbolo, la flor de tulipán. Pero dejemos la palabra al abuelito.
–Esto lo contó el viejo Chico Mau, una noche que acampamos cerca de Guígu-Beu. Andábamos cuidando el ganado porque decían que el diablo … – “¡Ave María Purísima!– interrumpió tío Secundino.
–“¡ Sin pecado concebida, ñor seco!– respondió ñor Chente, haciendo todos la señal de la cruz”.
“¡ Pero persinen a esa criatura ¡” Y sentí, sobre mi frente la amorosa mano del abuelo.
–“… Pues sí; decían que le diablo, vestido de charro con botonadura de plata, antes de la media noche se aparecía montado en un caballo melado, haciendo gritar al viento con su chicote de dos puntas, para arrear el ganado rumbo a Totolapilla. Pero a veces, por andar metido en el cuerpo de los hombres, se le hacía tarde; y si al silvar el chicote cantaban los gallos de las rancherías, huía espantado. Este de que les hablo dicen que tenía dos cuernos; pues deben de saber que también hay de uno …
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–“ ¡Pero si el cura Miguelito dice que hay de tres, y que son los mas malos! – exclamó ñor Chente, para que no lo creyeran tan dejado.
–“¡ Yo nunca he visto de esos! – protesto el abuelito mortificado; y ensalivando su cigarro de totomoxtle, continuó su relato: “ … Dijo Chico Mau que cuando la tarde venía bajando de los cerros, al regreso de su milpa, Ché Mixtu veía a Brígida, camino del mercado, cruzar el río por el barrio de Lieza, recogiéndose la “naguas” hasta más no poder.

Y seguía con la vista, por el chamizo de la playa, los pasos de sus pies desnudos que parecían no tocar la arena, hasta que el rojo del “huipil” se hacía un punto entre el caserío tendido en el ribazo. “ Después esperando el regreso, jugaba entre sus labios una vieja canción : “ Van cantando por la sierra , con dulce melancolía; son los cantos de mi tierra , cuando va muriendo el día…”.

Al poco tiempo Ché mixtu y Brígida cruzaban el rio cogidos de la mano. Y un domingo, en la enramada de la casa de ñora Chión, –mamá de Brígida– celebrabase el baile del casorio. Como de costumbre, se bailaron todos los sones sin faltar la Zandunga y el Mediu-Shiga. Ya cuando el mezcal estaba volviendo locura la alegría, se empezaron a romper los trastos, para significar el cambio del estado de la mujer.

“En la madrugada del siguiente día, la “gente grande”, que esperaba en las puertas de tálamo para recibir en la mascada blanca la manifestación de la virginidad gozada, impaciente por la tardanza sospechosa, entró por la violencia encontrando desnudo el cadáver de Brígida y con la cabeza cercenada a machetazos.

“Nunca se supo con certeza sobre el fin de Ché Mixtu. Pero se dice que se arrojó al río y fue su cadáver hasta el mar. Y que algunas veces, de noche, se le ve parado por el barrio de Lieza, esperando el paso de Brígida para reprocharle su perfidia. O acaso para contemplar, como en tardes felices , el ritmo de sus pies desnudos que aparecían no tocar arena.

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“ Y antes de que canten los primeros gallos, –dicen también las gentes– la sombra se pierde en el chamizo de playa, que como inmensa sábana blanca, cada seis meses se tiende entre los brazos del río para secarse al sol … “.

*Tomado del Periódico : NEZA
MEXICO, D. F., OCTUBRE DE 1936 Núm. 17 Año II

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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