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Cultura

El origen de la Zandunga

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“Para Andrés Henestrosa e Hildo Gómez

Castillo, dos firmes columnas de la cultura e intelectualidad juchiteca”.

Hace días, yéndose la tarde, al doblar la esquina de una calle cualquiera oí un siseo; y al volver el rostro advertí la presencia de un viejo periodista y poeta don Ranulfo Penagos, chiapaneco de origen.
–¿Para dónde, amigo?
–Sin rumbo don Ranulfo… A matar el tiempo por cualquier parte. Hoy no tuve clases.
–…es que el tiempo lo mata a uno, amigo.
–Es verdad… (Y pensé: ¡Tiene razón el viejo!)
–Pero ya que de matar el tiempo se trata, amigo, a falta de comiteco lo invito a beberse un “tarro”.
–Bueno…
–Y entramos a una cervecería de barrio, encajado en una calleja obscura, por el rumbo de la Lagunilla.
–Oye, gachupìn, ¡yo pago! –dijo Penagos con énfasis, ordenando la primera tanda-.

Después de uno que otro “tarro”, se escucharon, de lejos las notas lloronas de una marimba enferma.
Penagos para escuchar mejor, interrumpió su charla con el “Venancio” de la cantina; y creo que casi se sintió romántico. Acaso volvió a vivir en un segundo su vida de bohemio provinciano del siglo diecinueve, junto a la ventana de una tuxtleca hermosa, con noche de luna o en una noche obscura después del aguacero, mientras la marimba –como mujer muy triste- llorara las notas lánguidas de un vals.

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–¿Sabes, amigo, –dice Penagos—que esa marimbita me está recordando “El Quirio”?
–¿El que…?
–“El Quirio”, la música que ustedes los “juches” conocen con el nombre de La Zandunga y que dicen ser de origen istmeño-tehuano; pero que, en realidad, es de origen chiapaneco.
Yo contesté con una discreta carcajada, en defensa de la memoria de Máximo Ortiz, que con tan bella creación musical hiciera tanto honor a su nombre, cuando subiendo y bajando el lomo de los cerros, para estar al lado de su madre enferma, ¡la encontró muerta…!

–No, amiguito, no se ría (¡pero, “Venancio”, sírvenos los otros!) Verá usted, amigo: ese aire sentimental, lleno de dulces melodías, clásicas si se quiere, en otro tiempo tuvo el designado de “El Quirio”, en el Istmo de Tehuantepec y especialmente en el Estado de Chiapas; y era tocado, como hasta ahora, por la rustica marimba en los jolgorios y al finalizar las serenatas dadas a las novias a la luz de la luna o al fulgor de las estrellas. No se sabía, ni se sabe, quien haya sido el autor de tan sublime pieza musical (Máximo Ortiz, tehuano, don Ranulfo –dije yo inmente– ) como tampoco se sabe el origen de la marimba, aunque se presume que es indù. Sea l que fuere, amigo, es el caso que en el pintoresco pueblo de Cintalapa, donde la marimba constantemente desparrama al viento sus dulces armonías, se cuenta, a guisa de leyenda, que había una hermosísima doncella que jamás había correspondido a las insinuaciones galantes de mozalbetes relamidos ni de potentados señorones; esa mujer, flor de juventud y lozanía, –los pies descalzos, vestida de limpio percal y huipil de seda, llevando siempre sobre los senos duros, un rosario del cual pendía un crucifijo de oro pàlido—tenía el sobre nombre de “Zandunga”, con que la bautizaron cariñosamente las gentes de su pueblo…

–¡Un cachito de la “diora”, jefe!
–interrumpe un chamaco.
–¡Con mil diablos! ¡Por temor a los cachitos yo soy divorciado!—protestó Penagos pidiendo otros “tarros”, y el chico salió huyendo.
–…Y sucedió que un día, amigo, –prosiguió el poeta—un buen mozo que se había hecho rico en poco tiempo comerciando en ganado, se prendió de la gacela y, para conquistarla, le dedico una espléndida serenata a la que concurrieron todos sus amigos. Al finalizar el gallo, como dicen ustedes los jóvenes de ahora, los marimberos tocaron “El Quirio”; y cuando lloraban las últimas notas sobre el teclado, desde un árbol de caimito, en la obscuridad, se escucho un canto varonil ajustado perfectamente a la música, que decía:

“¡Ay Zandunga …
Zandunga mamá por Dios,
Zandunga bolita de oro,
Mamá de mi corazón…!”

–¡Calla ese borracho!—dijeron al pretendiente sus amigos; y éste, en un alarde de valor a medios chiles, se encaminó solo hacia la espesa sombra del árbol de caimito, donde tras de larga espera, se le halló con un puñal enterrado en el pecho, del lado del corazón. Años más tarde, las “Zandunga” celebró nupcias con un labriego humilde, de quien las gentes santurronas del pueblo sospecharon que había matado al galán afortunado en negocios. ¡Desde entonces, hasta hoy, “El Quirio” se conoce con el dulce nombre de Zandunga…!
–¡Las del estribo!—pedí yo, con el respectivo convencimiento de que la Zandunga es de origen tehuano y obra del egregio Máximo Ortiz.
–…Y para que se convenza de que es chiapaneca, amigo –concluyó Penagos—escuche este cuarteto del soneto intitulado “La Zandunga”, que el extinto poeta Rodulfo Figueroa escribió en mil ochocientos noventa y cinco:

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“Cuando en la calma de la noche quieta
Triste y doliente La Zandunga gime,
Un suspiro en mi pecho se reprime
Y siento, de llorar, ansia secreta…”

A mitad de la calleja obscura despedí a Penagos, que se fue sin rumbo, con la embriaguez enredada en las piernas.
Y cuando me sentí solo, por temor al gendarme de la esquina no desgajé a la rosa de los vientos con este canto que allá, en Tehuantepec y Juchitán, se escucha siempre en la madrugada o al filo de la media noche, curvándose el eco en las ondas de los ríos:

“Trenzas con listones rojos
Y huipil bordado guinda;
¡Zandunga, tehuana linda,
Alúmbrame con tus ojos…!”

*Tomado del periódico Neza/Órgano Mensual de la Sociedad Nueva de Estudiantes Juchitecos/Mèxico, D.F./Junio 1936

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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