Cultura
Una vela sin alcohol
Más o menos veintiún mil cartones de cerveza, de una marca, se consumen en la semana principal de las fiestas juchitecas, me confió un amigo hace poco. De algún modo, que no quise averiguar, obtuvo el dato. Y le creí. Por varios años intenté obtener la cifra, pero siempre se me respondía que esa numeralia era asunto confidencial de la empresa. Ahora, por fin aparecía el peine.
A eso, es necesario agregarle por lo menos quince mil de la otra marca, le sugerí a una apreciada periodista, mientras conversábamos en torno al dinero que circula por estos rumbos durante dichos siete días. Siete días de jolgorio, de felices desvelos, de asestarle traperas puñaladas al gimiente hígado y verter sobre las paredes del estómago: ácidos, grasas, almidones y picantes sin fin.
Uno parece no tenerle compasión al cuerpo en tales fechas. De manera inmisericorde lo tratamos, como si el páncreas tuviera capacidad suficiente para reproducir sus dañadas células o nuestra finita humanidad aguantara como si tal cosa los desvelos.
Claro está que la muchachada siente que la cuerda nunca se reventará; quienes apenas ingresan a la edad adulta, suponen que aun cuentan con la fortaleza de sus años mozos, sin percatarse de que las junturas ya no tienen la misma resistencia. Y no falta hombre o mujer entrado en años que también se sume al entusiasmo, a la jocundez de esos días, con la incierta esperanza de que los daños probables no pasen a mayores.
Camiones y camiones de cerveza desfilan como en alegórico paseo por la entrada de este heroico pueblo de San Vicente Ferrer y Mariá Santísima.
En una cierta vela se ufanaban de recibir a unos tres mil invitados, lo cual significa por lo menos el ingreso de mil quinientos cartones llevados por los varones invitados, pero si la tal vela cuenta con treinta socios, y cada uno prepara cincuenta cartones para recibir a quienes le lleguen a visitar, ya tenemos ahí precisamente tres mil cartones.
A esta cauda de cebada en fermento es menester agregarle los frascos que se beberán en la correspondiente lavada de ollas (que en algún tiempo –ya olvidado- fue tal, ocasión para ayudar a los organizadores de alguna fiesta y lavar lo que fuera menester; pocos años bastaron para que fuera contundente colofón de la fiesta principal y no simple labor higiénica).
Y así, la contadera de cartones se vuelve de mayúsculas dimensiones para emoción y gozo de los europeos propietarios de las cerveceras, que durante muchos años tuvieron el fierro de firmas mexicanas.
Mas a cuento de qué viene todo esto, me dirán.
Resulta que hace una semana platicaba con Abenamar, un joven metido a labores de literatura. Por alguna extraña razón salió a relucir el asunto de las dimensiones hidráulicas de las renombradas, monumentales y majestuosas velas juchitecas.
Recordé, taza de café de por medio, lo platicado antes con la periodista arriba citada. Y cuando me disponía a re enderezar mi filípica acerca de las aguas en comento, el muchacho me detuvo en seco.
-No, maestro, no todas las velas son así –me dijo ufano.
-Cómo.
-Hay una en cuya invitación se anota con toda claridad: Fiesta totalmente sin bebidas alcohólicas. Es más, en la tarjeta también se puede leer que los refrescos se compran con los mayordomos.
Mi pasmo fue tal que le di un buche generoso a la taza blanca que tenía en la mano, sin recordar que acababan de llenarla con café casi hirviendo. Luego de que los lagrimones causados por la quemada hubieran cesado, le pedí que me hablara más del asunto.
Relató enseguida que la tal celebración inició unos diez años atrás, pero se realizaba por la tarde. Alguien propuso el cambio de horario, cinco años ha, lo cual fue aceptado de inmediato por los socios.
Se sirve abundante botana, agrega Abenamar, hay música normal, se baila toda la noche, pero eso sí, cero alcohol. Si alguien quiere transgredir la norma, se le invita muy amablemente que regrese por la puerta de gracia de donde procediera.
-Y dónde ocurre tal cosa -pregunté con el asombro dibujado en la punta de la lengua.
-Aquí, en la segunda sección, frente a la parroquia de la Santísima Trinidad. Por cierto, este año Daniel Gurrión fue a coronar a la reina. Tenemos calenda, vela, regada y misa, pero eso sí, lavada no hay.
Me tendió un ejemplar de la invitación, que por casualidad llevaba.
-Lo invito para el próximo año –me dijo sonriendo, como no creyendo que yo aceptara el convite.
-Iré, sin falta –respondí, también dibujando la sonrisa en mi rostro.
Pasamos a otros asuntos, nos despedimos. Más tarde, en la xadaneña casa, me puse a pensar en la feliz osadía de esos juchitecos, de esas juchitecas, que arman una gran vela, bailan, comen, pero no beben alcohol.
Cultura
Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024
Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad
Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.
Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.
En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.
El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.
Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.
Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.
Cultura
Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño
Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet
El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo, se torna, interesante para la mente infantil.
En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual, José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.
En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.
Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.
El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.
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