Cultura
El antiguo parque central
En el año de gracia de mil novecientos sesenta y cuatro, el presidente Mauro Gómez decidió remodelar nuestro antiguo parque central. Fue entonces que mandó hacer aquellas cabezotas de héroes ¿te acuerdas?
Ya esta dolorida memoria no retiene el nombre de aquella ringla de personajes históricos, que en un pequeño hemiciclo presidían lo que el licenciado Mauro no dudó en llamar “Auditorio Aurelio Ruiz Regalado”. Nada tonto, el apelativo correspondía a Yeyu Cua’ta’, que por esos tiempos cobraba como diputado local de algún tricolor partido. Había que quedar bien.
Sobre unas columnas de granito, los augustos ciudadanos miraban la conclusión de los desfiles, los actos cívicos escolares y uno que otro mitin político. Enfrente, una explanada con el piso cubierto de mosaicos, con un par de mesas a los lados –también de granito-, recibía a los contingentes cada tanto. Hasta que a un alcalde de nombre Mario Bustillo se le ocurrió derruir todo aquello, allá por el setenta y cinco o el setenta y seis del siglo pasado–dice Armando, ante la mirada afirmativa del nuevo amigo Eduardo, pariente de Juan T, hombre que preparaba unos maravillosos cacahuates fritos, vendidos a la puerta de su casa, detrás del viejo mercado, el que se incendió, justo por esos años.
Los cacahuates eran hervidos, para ablandarles la piel y luego unos niños se daban a la tarea de despellejarlos y dejarlos listos para ser freídos, con sal, ajo y chile de árbol. De ahí eran colocados en unas minúsculas bolsitas de plástico o unos cucuruchitos, de tamaño tal que pareciera le contaban diecisiete frutos por cada recipiente. La receta fue aprendida por los rumbos de Tonalá, Chiapas.
Esta conversa con Armando y Eduardo había sido acordada para hablar de mi pueblo, de Xadani. Mas el calor de un buen café sorbido en las cercanías del parque antedicho, propició que la recordación de ambos nos llevara a rumbos lejanos, incluso más allá de la nacencia de este escribidor. Así que entrelazaron sus palabras para seguir contando, y sacaron del morral instantáneas de allá por mil novecientos cuarenta y cinco.
En la periferia del antiguo parque se instalaron una serie de casetas fabricadas con madera, una sombrita al lado de cada una de ellas permitía la colocación de un par de mesas y las sillas para el caso. A la entrada nororiente, a mano izquierda –como quien dice- una mujer morena –cuyo nombre se extravió en la sesera de estos hombres- vendía refrescos y cervezas. Pasillo de por medio se hallaba el primer local expendedor de publicaciones periódicas, atendido por Virgilio De Gyves, quien décadas después construiría un local moderno cercano al quiosco.
Unos treinta metros al sur, Virginia Poodo’ se afanaba en la atención de los clientes que pedían sus cervezas; ahí junto, María Guel hacía lo propio. A la vuelta, en el andador del lado sur, Macrina Jiménez y hermanas aprontaban los fermentos de cebada que los parroquianos les pedían. Enfrente podía verse la gran tienda de don Juan González, en cuya fachada resplandecían unos colores anunciando las llantas General Popo. Cuentan las malas lenguas que un día el perínclito general Charis pasó por ese lugar, al llegar a su enorme casa, llamó a un asistente y le ordenó:
-Mañana quiero que mandes a pintar aquí un letrero que diga General Charis.
-Pero, mi general, para qué quieres tal cosa.
Y el hombrón moreno contestó:
-Si ese pendejo puso en su casa General Popo, porqué yo no voy a pintar mi nombre en mi casa.
Pero siguiendo con el relato, por el lado norte de nuestro parque estaban tres puestos más. Uno, debajo de aquel enorme olivo silvestre que por años cobijó una refresquería bastante visitada; por ahí también hacía sus ventas Rosa Velásquez, la de singular belleza; acompañaba este paisaje la caseta atendida por una mujer morena que ofertaba agua de selis, sabrosa, con un dejo similar al Tehuacán, pero mejor aún, según palabras de Armando.
Y el tal líquido no era otra cosa que Agua de seltz, que debía su denominación a un manantial famoso llamado de Seltz o Selters, ubicado en Alemania. Un agua que también era conocida como soda por su alto contenido de bicarbonato de sodio, lo cual permitía, por cierto, sacar unos eructos que parecían mismamente provenir de un volcán en intensa actividad. Bebida muy adecuada para después de las garnachas.
Se termina el café. Quedo en enviar después la información originalmente solicitada. Mis dos amigos sonríen.
Santa María Xadani, abril de 2017.
Cultura
Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024
Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad
Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.
Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.
En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.
El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.
Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.
Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.
Cultura
Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño
Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet
El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo, se torna, interesante para la mente infantil.
En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual, José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.
En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.
Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.
El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.
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