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Cultura

Se llamaba Marcelina; era Nagual de Cheguigo

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cheguigo Oaxca

Nadie supo la fecha de su nacimiento, porque de día hablaba poco, y en altas horas de la noche, mientras barría en la oscuridad, solía platicar y reírse a carcajadas, quien sabe con quién: Su risa causaba miedo, porque, decían que era el preludio de su conversión en mona maligna o ( Bidxáa ) en lengua zapoteca .Se llamaba Marcelina, la anciana enigmática.

La última vez que los vecinos cercanos la vieron, fue una tarde de otoño, cuando lloró ante lo que quedó de dos enormes y frondosos árboles de cerezo silvestre, ( veu ) en zapoteco. Después de contemplar los grandes troncos de los cerezos silvestres hechos ceniza, la tristeza la envolvió y ya no la volvieron a ver, hasta el día que dieron la noticia de su fallecimiento. El cortejo fúnebre, se integró apenas, por cuatro hombres para cargar su féretro, su hija Felipa y un joven, que habían adoptado desde niño, que se llamaba, Alejandro, quien, a decir de los que lo conocieron, estuvo poseído por el demonio, como parte del acuerdo con Marcelina.

Durante su estancia terrenal, esta misteriosa anciana, se distinguió por su personalidad antisocial y mal encarada, nunca tuvo amigos, los pocos familiares que tenía, se distanciaron de ella, por lo que, la gente decía de ella; quizá por eso, no hicieron su novenario, ni sus cuarenta días, como se acostumbra en Juchitán.

La casa donde habitaba Marcelina, era de adobe, la que al paso de los años, se fue hundiendo, al vencerse los viejos horcones que la soportaban; la puerta de la entrada, llegó a medir un metro con treinta centímetros, por lo que obligadamente, Felipa y Alejandro, tenían que agacharse para ingresar a la casita; no así, la anciana Marcelina, ya que su estatura, era corta.

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El patio de la casa era amplio y estaba cubierto de enormes árboles de tamarindo, acacias, mezquites, huizaches y los cerezos silvestres; la gente que por necesidad pasaron por la veredita, que cruzaba el terreno, comentaron que la flora natural, sobre todo los grandes árboles, fueron la alegría de Marcelina; ya que, según los ancianos de antes, en las ramas de esos árboles, se colgaba esta enigmática mujer, en las noches cuando se transformaba en una mona, antes y después de salir en busca de niños recién nacidos, para chuparles un poco de sangre, en el mínimo descuido de sus padres.
cheguigo Oaxca

Por eso, los padres de los recién nacidos, conservan hasta ahora, la costumbre de poner una cruz, en las ventanas, previa bendición del cura de las iglesias cercanas. Marcelina vestía de enredo y huipil, con su eterna mascada de seda en la cabeza, sus rasgos fueron de una autentica indígena zapoteca, su cara era de aspecto duro, su piel estuvo marcado con grandes manchas; reír, nunca fue su gracia, pues de día nadie la vio reírse, solamente escucharon sus risas macabras en altas horas de la noche, las que eran acompañadas con el sonido que dejaba su escoba al arrastrar las hojas secas de la gran cantidad de árboles.

Si en alguna ocasión, alguien se encontraba con Marcelina, por alguna calle, callejón o vereda, inmediatamente se alejaba, y tomaba otro camino, por temor a que le entrara un mal aire, o llevar malas vibras a su casa. La existencia de Marcelina, estuvo llena de misterios; cuando iniciaron las obras para la prolongación de la Calle Moctezuma, en la Octava Sección, hubo necesidad de tirar muchos árboles.

Cuando Marcelina, escuchó el sonido de las hachas que cortaban lentamente los cerezos silvestres, no dijo nada, solo miraba con tristeza lo que estaba pasando. Cuando un vecino, se le ocurrió quemar los troncos, los cerezos se convirtieron en ceniza, cuentan los que vivieron esos tiempos, que ya no volvieron a ver a la mona; después de la caída de los árboles, vino la electrificación, las calles se iluminaron eliminando en gran parte las zonas obscuras.
Los últimos ancianos que vivieron aquellos tiempos y, que vieron y escucharon acerca de la existencia de Naguales o ( vidxá ), en los diferentes barrios y rancherías, afirmaron que la entrada de las acciones civilizatorias, terminó con todos los misterios en la vida real. Ahora, la Televisión, es la que domina ese terreno de los misterios. De la enigmática Marcelina, ya nadie se acuerda, el espacio donde vivió, lo convirtieron en un pequeño campo para que los niños jueguen al futbol. Ironías de la vida, lo que fue un lugar que daba miedo, en estos días se escuchan risas de alegría, de mañana, de tarde y a veces parte de las noches.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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