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Cultura

Sobeida Díaz, Nuestra Señora de las iguanas

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Para Graciela Iturbide
“Desde niña era muy trabajadora, ya mayor, vendía de tooodo, huevos de tortuga (frescos, oreados, secos), gallinas, huevos de gallina, y cuando se llegaba el tiempo en que florece el guiechachi, la tía Bey compraba las flores por jícaras, para luego ensartarlas y vender los collares. Era muy movida, no descansaba. Pero también era muy alegre, muy fiestera, las pachangas eran lo suyo, y le encantaba echarse sus cervezas, como buena juchiteca que era”.

Así, con estas líneas de palabras, con una su mirada como buscando a la tía en el recuerdo, retrata una muchacha morena a su tía Bey, Sobeida Díaz Santiago, que fue captada por la fotógrafa Graciela Iturbide allá por mil novecientos setenta y nueve, en aquella famosa imagen que la artista nombró “Nuestra señora de las iguanas”.

Numi Díaz continúa hilando en la memoria: de joven echaba tortillas para vender; afuera de las velas, a la entrada, ofrecía cartones de cerveza para que los asistentes compraran y cumplieran con su aportación a la fiesta. En diciembre, cuando la gente llevaba en procesión a la Santa cruz de los pescadores, hacia la Laguna superior, su marido Francisco uncía los bueyes a la carreta para ir a venderles cocos a los peregrinos. Él era caporal de rancho. Tuvieron seis hijos, cuatro mujeres y dos hombres.
“La tía Bey era muy consentidora con sus sobrinos, en sus cumpleaños ella les regalaba piñatas y globos. Conmigo era muy especial, por ella conocí muchas cosas de Juchitán, me contaba cuentos, me enseñaba canciones infantiles o en zapoteco, yo diría que era mi abuela, aunque en realidad era hermana de mi papá. Fue la tercera de diez hijos que pudieron tener Luciano, de oficio huesero, y Cirila, que se pasó la vida junto al horno echando tortillas.
¡Era muy novelera! Iba todos los días a mi casa para verlas por un buen rato. Acabando sus novelas, jugábamos a la chalupa, que es como le decimos a la lotería. Cuando nos aburríamos, me cantaba “la gallina pupujada, puso un huevo en la bajada”, y nos reíamos bastante”.
Mientras la vida pasa allá afuera, y en la calle silban los autos, pasan raudos los mototaxis y los peatones se arriman para torear todo tipo de vehículos, Numi toma un sorbo de su refresco frío, retoma la madeja del recuerdo y sigue: Sí, era de buen tomar y buen comer, todos los años festejaba el aniversario de su nacimiento, que fue un veinticuatro de agosto.
“Uuuy, no se perdía ni un solo mitin de la Cocei, salía muy oronda de su casa, una casita chiquita que tenía en el barrio de Cheguigo, vestida con su huipil rojo rojo; yo creo que hizo lo mismo desde que se fundó la Cocei. Ahí la veías en las marchas o gritando vivas en el centro de Juchitán, frente al palacio.
Decía que era muy famosa por la foto que le tomó la señora Graciela Iturbide. Según ella que no se dio cuenta cuando la estaban retratando. La artista le regaló dos fotos y un libro, ese que creo que se llama Juchitán de las mujeres. La tía Bey regaló las tres cosas, una de las fotos se la dio a su amigo Deyo de Gyves; bueno, eso dice una de sus hijas”.
(Iturbide ha comentado que esa mañana, en el centro de Juchitán, le había hecho algunas tomas, de pronto Sobeida levantó un poco la mirada y las iguanas que llevaba en la cabeza como que se pusieron de acuerdo y alzaron la testa, como posando para la eternidad)
“Yo conocí esa imagen a los diez años, ahora tengo veintidós. Íbamos pasando por la tintorería que está aquí a la vuelta, entonces mi mamá me dijo: mira, es tu tía Bey”.
El veinticuatro de enero de dos mil cinco falleció en el parque central. Esa mañana había desayunado frito de puerco, un poco más tarde comenzó a sentirse mal, subió al consultorio que se halla en los altos del palacio municipal, ahí le dieron unas pastillas. Poco después, sufrió convulsiones y cayó al suelo. La llevaron al hospital general, pero fue inútil, la muerte se instaló en su cuerpo casi al caer.
“La regresaron a la casa envuelta en unos trapos blancos. Quedé mirando al bulto, no podía creer que eso era mi tía Bey, la que yo amaba tanto. No pude llorar. La velamos y la enterramos en el panteón Domingo de ramos, donde ella, cada año, en esa fecha de la cuaresma, visitaba la tumba de sus papás; ahí se quedaba todo el día”.
Ahora es el escribidor quien deja suelto al duende de la imaginación, para traer de vuelta a Sobeida, la tía Bey, instalada de pie, a media calle, frente al parque, mostrando una amplia sonrisa, con los brazos en jarras, con la mirada hacia un cielo pintado de azul brillante, mientras las iguanas que se anidan en su cabeza, sobre la negra cabellera, conversan animadamente.

Santa María Xadani, primer día de septiembre, 2016.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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