Nicolás Alvarado es un extraordinario polemista que sabe que pudo lidiar con el laberinto en el que supuestamente había metido a la UNAM, lástima que su renuncia ya se consumó, a costa de una mayoría tiránica que subió miles de firmas de un plumazo por el presunto ataque que aquél le propinó al Divo de Juárez en ocasión de su muerte y de recordar su música y atavío, de paso. Ya no nos dio tiempo de aventajarle la jugada que pudo esgrimir todavía, aun con el rigor de la “lógica reactiva” (no hacemos cosas relevantes, pero quitamos de en medio lo que nos estorba). Esa “renuncia” sobre un escritorio lo esperaba con la tozudez que una personalidad como la de Nicolás Alvarado puede jactarse de “asumir” y de verse reflejada en el halago que la “minoría” se gana a cuestas, cuando lo ramplón y lo presumido se contagia en las masas.

Aunque su columna en Milenio Diario (No me gusta ‘Juanga’) no la firmó con el carácter de Director de TV UNAM, se sobreentiende que su cargo no queda excluido de su quehacer periodístico, pues los “compartimentos estancos” sólo existen en quienes “individualizamos la pena”, pero no en las mentes que meten en el mismo saco consideraciones de diverso valor. Con las miles de firmas que hasta hace dos días rondaban los cincuenta, y que sugerían la exclusión de Alvarado al frente del canal televisivo de esa casa de estudios, a la UNAM sólo le quedaba dar un salto hacia el “librepensamiento” o hacia el “nacionalismo irritado” que los regímenes impulsan encubierto en una educación trasnochada. Al final, el doctor Enrique Graue Wiechers se decidió por lo segundo.

Nacionalismo de banqueta y calle
Hace unos años, un sector mayoritario de la sociedad mexicana se ofendió e irradió al régimen que lo gobernaba solicitar una disculpa pública a la BBC londinense, por referirse al auto deportivo Mastretta MXT (diseñado y armado de principio a fin en México) como algo que no reflejaba más que la característica de la nación mexicana: flojo, flatulento, con sobrepeso, entre otros calificativos. Ni qué hablar de quién nos representaba como embajador en Reino Unido en ese tiempo, y la exigencia sin cortapisa que privó tan significativa queja en nuestro nombre, pero sobre todo, en nombre de algunos que no nos dábamos por aludidos ante esa prístina situación que se producía en los medios ingleses. Hablando de medios de comunicación y de propaganda oficialista de los países que recurren a ella para abastecerse o agenciarse de intereses convenientes al régimen en turno, Leonidas Donskis hace poco adjudicó la “imagología” a Milan Kundera: esa idea ingenua de colgarse las tragedias de la vida porque alguien se adelantó a determinarlo y así lo supuso. En más de lo mismo, escribí y publiqué, en defensa de Octavio Paz, en el mismo momento en que su nombre era desterrado del muro del congreso mexicano, y todavía así lo siento, pero ya no en el sentido de inclusión nacional, no valía la pena reclamar un espacio para él si había alcanzado la gloria como poeta y ensayista. Y ese puede ser el detalle del “nacionalismo”, invoca un espacio que ya de por sí cada quien tiene y que se revisa con pulcritud para cuestionarlo unos años después. Viene a cuento recordar, que el afamado músico brasileño y su connacional poeta, igual de afamado, Antonio Carlos Jobim y Vinicius de Moraes (realizadores de la “Chica de Ipanema”), sobre todo el segundo, le confiaba al primero que no quería que una calle llevara su nombre, y a la pregunta del por qué, la respuesta atendió a lo siguiente: para que no fuera orinado por un perro. Esa súplica no se cumplió, pues al segundo lo convirtieron en bulevar y al primero en aeropuerto: dos personas que más que inmortalizadas fueron forzadas a rendirles “culto a la personalidad”.

La universidad de todos, menos de Nicolás Alvarado
De hecho, la intolerancia que no lo apoyó para que estuviera al frente de TV UNAM, es la misma que pidió su cabeza a comienzos de este año y que se recrudeció hace tres días, con la publicación que le adjudicó toda clase de calificativos funestos a Nicolás Alvarado. Ahora, ponerse a modo para que sea “linchado” no puede interpretarse como un signo de decadencia personal, sino como una autonomía intelectual que no se conforma con lo que el “nacionalismo” le urde: esa complacencia gratuita, ingenua, resignada a desfallecer con el ídolo a cuestas. Al frente de TV UNAM, fue la representación genuina de que no dependía de un sueldo, sino de un “tiempo libre”. Aun no gustándole la música y las poses de Juan Gabriel, alentó la propuesta de hacer un programa televisivo “especial” al Divo de Juárez que se encuentra programada para transmitirse hoy, en donde se obtenga, a cambio, un “debate nacional” en vez de un homenaje nacional. Nicolás Alvarado redujo costos de la hechura de un programa desde un restaurante, sin necesidad de una oficina formal. Se le atacó por lo que gana y se le quiso espantar con la “caja del muerto” de que si no se aplacaba, el poder de una mayoría tiránica lo relevaría del cargo. Cuando se habla de la UNAM se le achaca que es patrimonio de todos los mexicanos, pero cuando se hablaba de Nicolás Alvarado se le cuestionaba que no fuera egresado de esa universidad y que no se cuadraba con las exigencias de todos los mexicanos, una de esas exigencias: no haber provenido de la televisión pública, dejando de lado su participación en Canal 22, vapuleando a la minoría emergente que veíamos con interés que un Nicolás Alvarado se plantara en una universidad que representa la pluralidad y la diversidad y aún más, la contemporaneidad de los afanes y hechos que se documentan y se investigan.

Naco: ¿ofensa o aceptación polisémica?
Muchos de los detractores de Nicolás Alvarado no dudaron en atacarlo, aunque no contemporizaran con él o apenas lo conocieran, invisibilizando una versión de este comunicador que pudiera resultar “ecológica” (contrarrestar los efectos de la tendencia, por vulnerabilidad de aceptar lo subliminal). Y de ahora en adelante, como si fueran “estamentos” medievales de ocupaciones míticas, saldrán los músicos a reclamar su chamba, estudiando los “serventesios” de “Amor eterno” o viendo en sus futuras ocupaciones convertirse en los arreglistas de las composiciones del ahora difunto. Nicolás Alvarado es tan humano como errático pudieron perfilarse sus actuaciones como dirigente del área de medios donde hasta ayer se le consultaba. Afortunadamente llegaba con un rector liberal, ampliamente legitimado, que había bateado el número de firmas que quería la cabeza de Nicolás Alvarado, pero de a poquito, lo hicieron ceder los “montoneros”, los que se unen para boicotear a alguien que es ahora objeto de cómo se viste, qué gafas usa, cuestionarle su preferencia sexual, hijo de quién es y por qué vivió del erario público. Si la palabra “naco” lastima (dicha por Nicolás Alvarado en alusión a la vestimenta de Juan Gabriel), pues estemos conscientes que la “polisemia” lo admite. Guillermo Bonfil Batalla lo describió en su «México profundo». Demos trato igual, a iguales circunstancias, simplemente.

Epílogo: el régimen “queda bien” que todos queremos
De nada sirvió al régimen federal y al recién estrenado Secretario de Cultura, destinar el Palacio de Bellas Artes para el homenaje nacional al Divo de Juárez, pues la “cremación” de los restos del compositor ya no dará tanto show como sí lo exige la cultura mexicana, de montar guardia en cuerpo presente. Y no se considera fortuita esa decisión familiar. Juan Gabriel pudo ser toda la buena persona que se quiera, pero en algo pudo haber dejado su sentir en vida, coincidente con la de Vinicius de Moraes: evitarse post mortem el vaho popular de la gente que se arremolina en lugares públicos.

ACERCA DE JOSÉ NOÉ MIJANGOS CRUZ

Profesor Universitario. Promotor de Jornadas Universitarias de Divulgación. Desde 2001 es Articulista de la Revista “El Mundo del Abogado”. Opinólogo en el Diario “Noticias Voz e Imagen de Oaxaca” y en el Blogger “The Mexican Times”. Con Miguel Carbonell, su compañero de generación de la Facultad de Derecho de la UNAM, fundó en 1993 el Consejo Editorial “Salina Viaá”. Citadino por devoción, provinciano por vocación. Sugiere debates sobre temas relacionados con: desarrollo sustentable y sostenible, ecología pedagógica, derechos humanos, turbocapitalismo, desterritorialización e hiperconsumo.