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Cultura

Los Sones Istmeños: Oro, Coral y Bambú

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La identidad del son istmeño.- Para definir al son istmeño lo tenemos que hacer por exclusión, siguiendo en sentido contrario el razonamiento que hace Thomas Stanford al referirse a los intérpretes del son mexicano en general, “que casi siempre es tocado por un pequeño conjunto integrado, al menos en parte, por instrumentos de la gran familia de variantes de la guitarra española”; mientras que el son istmeño es tocado generalmente por “banda de aliento, orquesta o marimba orquesta”; y excepcionalmente por instrumentos de la gran familia de variantes de la guitarra española.

Andrés Henestrosa, en un artículo publicado en 1935 en el periódico Neza, Órgano de la Sociedad Nueva de Estudiantes Juchitecos, dijo ciertas verdades y algunas barbaridades a propósito de la música istmeña; por ejemplo ésta con la que empieza su artículo: “Quien hable de música y de canciones del Istmo de Tehuantepec dice una mentira, o una verdad a medias, porque música indígena propiamente dicha y en general toda manifestación artística no la hay”. Y más adelante, con poca prudencia, continúa: “Parece, en efecto, que la raza zapoteca por lo menos la del Istmo, no cantó. Y la música que hizo en vez de cantarla la danzaba: Siempre fue su vida un péndulo entre un danzar y un llorar.” Digo que fue poco prudente porque no dio el beneficio de la duda a los binnizá y sus antecesores los binnigula’sa’, ya que años después los investigadores nos habrían de proporcionar un conjunto de cantos religiosos guardados en el Archivo General de Indias en Sevilla, España.
No obstante la poca prudencia de su autor, hay algunas afirmaciones que salvan el artículo, por ejemplo ésta sobre el origen del son istmeño: Las canciones y la música que corren como istmeñas no son otra cosa que el resultado de un feliz maridaje de una melodía española, a la manera andaluza casi siempre, con otra melodía vernácula cuando no una simple inflección de la voz que la matiza de melancolía.
Esta afirmación encuentra apoyo en una enciclopedia de la música cuando se ocupa de una de las especies de nuestros sones, “El fandango”: “Es una danza andaluza conocida desde el s. XVII, de tiempo bastante lento, a 6/8, y que después adoptó un carácter más rítmico.”
O la información contenida en el siguiente párrafo sobre autores de algunas canciones que actualmente se adjudican a otros: Algunos, más recientemente han logrado tramar canciones sobre motivos musicales de la región, con plausible bien éxito, tales David López en Juchitán, Lázaro Pineda en Ixhuatán. En ellos letra y música están más próximas. López es autor de un son, EL HUIPILITO, en el que se hace el elogio de aquella prenda de vestir, y con sólo describir la indumentaria, agradecida, se entrega produciendo una canción con casta;…
Por su parte, Wilfrido C. Cruz, en su artículo sobre “La Sandunga”, afirma: La Sandunga como el huapango, como el jarabe, como la chilena, como la multiplicidad de sones mexicanos, pertenecen ya a la etapa social de la danza aparejada y, por lo mismo, pregonan su carácter superior neo-español, desligado por completo del sistema del baile grupal aborigen.
Producto del folklore exclusivamente istmeño en los primeros años del siglo XIX fueron, sin duda, otros sones que aún son conocidos por su denominación zapoteca. Entre ellos podemos mencionar el son béeje [beedxe’], el son biocho [mbio’xho’], el buchachiresa [guchachi’ reza], el de bicubede mecho [bi’cu’ beede mexu], el medio xiga,…
Sin embargo, me parece que quien aclaró sin tantos rodeos lo que es musicalmente el son istmeño fue Lilian Mendelssohn en la contraportada del disco Homenaje a dos trovadores del Istmo de Tehuantepec, donde dice: ¿De dónde provienen las raíces musicales del “Son Istmeño”?… Su cadencia es la cadencia del vals, aunque no de aquel vals alegre, fluido…
Es un vals lánguido, casi oriental. (Casi podríamos decir que ese son es reminiscente o paralelo a la cadencia del idioma.) Cierto es que debe haber una influencia notoria de la música de salón en las cortes europeas de mediados del siglos XIX, en donde dominaban las composiciones de Strauss, de Lanner, o sea, la música ligera-romántica. De allí, el compositor istmeño toma un ritmo de ?, que siente muy afín a su sensibilidad, a su romanticismo creando el “Son” con todo su atractivo, todo su encanto y ensoñación.
A propósito de “La Martiniana”, Arturo Warman hizo otras precisiones sobre el son istmeño: El nombre antiguo de este son es el de Micaela.
Sin embargo hoy se le conoce como la Martiniana por los versos que con este nombre compuso Andrés Henestrosa. Es uno de los clásicos sones zapateados del Istmo, en que se alternan tres partes con la melodía, que a veces se canta, con tres partes para zapateo en que la melodía se modifica o cambia totalmente.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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