Cultura
Los claros clarines
En efecto, como diría el maestro Rubén Darío, ya se oyen los claros clarines de la cuaresma. Al ritmo de las enaguas de holán que se menean con la cumbia barulera, todo Xadani se reúne en un enorme fiestódromo habilitado en la unidad deportiva, y aprovechando el perímetro de la cancha de fútbol se alinean las mesas, las sillas, las suculentas botanas (sueltan el macabil, el abulón y el pulpo su aroma de mar en los platillos que reparte Lourdes Valdivieso entre sus invitados). Ya viene el cortejo cuaresmeño, ya viene el cortejo, señoras y señores.
Cincuenta y nueve socios y socias de esta joven vela, cobijada por los empeños comerciales de una marca cervecera, se afanan para organizar como el buen Dios manda esta festividad, ellos no saben acaso que hoy es el martes de carnestolendas y en realidad celebran su versión del carnaval, el jolgorio que despide con tambores y trompetas la mundanal alegría para poder entregarse al recogimiento espiritual de la cuaresma, los días que anteceden a la pasión de Cristo.
Por cierto, resulta curioso darse cuenta que esta Pasión, la referida al hijo de Dios, a sus padecimientos redentores finales, es sincretizada entre nosotros al grado que esa palabra pasa a utilizarse para designar a la cruz, el lugar en que el Hombre reclamó a su Padre: Elí, Elí, lama sabactani; entonces, en la temporada de semana santa podemos ver a las señoras que venden pasiones, atrevido oficio.
Pero decíamos de esta fiesta de la carne que celebran los xadaneños, una pachanga que hoy es presidida al alimón por el Super grupo Caribe, que nomás nunca supo ecualizar su potente sonido, y una inmensa ceiba plantada al sur con todo y su enormidad bailando al compás de un viento que ya despide su estación.
Alrededor de la cancha mueven su entusiasmo los mayores, mientras que al centro los pequeños se inician en el galano arte de la bailada, seguidos por la mirada despierta del fino joven Sara. Por acá un muchacho espigado, con pinta de entregarse con fe a los aeróbics, danza cadenciosamente, diríase que con elegancia; Romel se llama, me dijeron, trabajó en Recaudación de rentas en tiempos del turco Murat; un cabello de color negrísimo le corona la cabeza, signo inequívoco de la efectividad de un producto para paliar las canas llamado Just for men.
De este lado, por la portería poniente, un mocetón trata de mantener el equilibrio; con evidente muestras de lo ya bebido baila un son con una espléndida mujer recién llegada de Monterrey. A pocos pasos de ahí, un grupo de muchachas embutidas en vestidos negros festeja a carcajada abierta su regreso a casa, luego de haber pasado un año trabajando en Guadalajara.
Casi sin sentir uno se da cuenta de cuánto ha crecido el número de festejantes, aunque media cancha está llena de bailadores se puede ver un buen tanto de parroquianos ocupando las sillas, saboreando las viandas, dejando caer despaciosamente el frío líquido ámbar coronero en la garganta.
Cuando dan las dos de la mañana el suelo está poblado ya por una incontable cantidad de envases cristalinos, mientras hombres y mujeres llevan en la mirada y en la risa el efecto de la cerveza consumida. Las voces aumentan de volumen, las gruesas manos de ellas reposan seguras en la cintura, reinas de una fiesta interminable observan satisfechas el ambiente, en tanto que los varones comienzan a sentir la lengua pesada pero el espíritu ligero. La pequeña Nuria duerme después de mucho danzar con su hermosa madre.
Cuatro horas han pasado desde que la cohetería elevó su estruendosa alma para anunciar el inicio de la vela, los lumbreros crisantemos iluminaron intensa, aunque fugazmente, la noche. Ya los ojo del escribano quieren bajar las cortinas, el sopor de la madrugada comienza a llegar (luego me dirán que el asunto terminó a las seis de la mañana con el último son del juchiteco grupo).
Quedan seis días por delante. Viene el baile del capitán, justo el miércoles de ceniza (ahora le sellan a uno la frente con un plástico de imprenta, antes eran los pulpejos del índice y el pulgar los que trazaban el rumbo de la cruz antigua). Enseguida arribará la fiesta de la capitana, luego la tirada de frutas (donde se tira cualquier cosa antes que dulces vegetales), la misa y la bebedera feliz del domingo en compañía de amigos y parientes.
Asoma su frente el Segundo viernes de Santiago Astata, tenemos a la vuelta la Semana Santa, viene volando mayo, ¡Jesús! Ya viene el cortejo, ya viene el cortejo, ya se oyen los claros clarines, ya viene la marcha triunfal de la alegría.
Cultura
Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024
Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad
Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.
Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.
En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.
El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.
Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.
Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.
Cultura
Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño
Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet
El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo, se torna, interesante para la mente infantil.
En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual, José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.
En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.
Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.
El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.
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