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Cultura

“Yo quería ser poeta”: Roselia Chaca

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Juchitán, Oax.- La oficina de Roselia es un minúsculo cuarto como del tamaño de la casa de un gnomo, repleta de libros, de máscaras, recuerdos, a un lado de la ventana cuelgan sus premios y reconocimientos, una entrevista al pintor Francisco Toledo enmarcado y una enorme pantalla en donde la redactora teclea reclinada y pareciera que en cualquier momento se fuera de boca para sumergirse en el mundo de sus propios escritos. 

Teclea con sus dedos pequeños y morenos, a toda velocidad, sus notas y reportajes, siempre envuelta en música, su actualidad y gustos amplios en este aspecto son envidiables, en su memoria electrónica caben desde una canción de Jenni Rivera hasta Rocío Jurado o Buika, puede pasar de un tango antiguo hasta el mas reciente álbum de Juan Gabriel. Su música la acompaña en sus viajes intempestivos a la selva de los Chimalapas, a Santa María del Mar o a la zona oriente del Istmo, montado en el volante de Nacahui su automóvil gris.

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Llega a su destino con su caminar de pájaro, de ave en una playa, con sus manitas al aire para recibir un abrazo, un beso, colgándole su cámara profesional en el pecho. A diez años de ejercer el periodismo se mueve a sus anchas. No sabía qué preguntas hacerle y qué aspectos abordar y me puse a recordar nuestros primeros días como reporteros, cuándo batallaba con la redacción de sus notas y yo trataba superar mi timidez y mi temblorina, en un momento en que casi nos echan de una patada del periódico cuando pasamos de interdiario a diario con cinco notas al día con un sueldo miserable. Ella superó sus problemas de redacción, puede realizar una nota en media hora, yo no supero aún la timidez que me ha tomado cariño a lo largo de una década. Entonces decido empezar a preguntarle sobre sus inicios en el oficio y su forma de trabajar, aunque sé que la clave de sus éxitos es su persistencia, su lucha incansable por proponerse metas y alcanzarlos.
Llegamos a la casa de los Cha’ca’ a medio día y coincide que está el pintor Víctor Cha’ca’ que arregla su jardín. Roselia nos recibe en su sala llena de obras de arte de los pintores amigos de Ta Cha’ca’, ataviada con un traje regional pasamos a su patio en donde se desarrolla la entrevista. Armando Vázquez tuvo que pasar las de Caín para encontrarle el ángulo apropiado: se tuvo que subir hasta la cúspide de una escalera y desde ahí sonó el clic que dejó contenta a nuestra entrevistada.chaca02

Roselia Chaca.- ¿Qué me vas a preguntar?
Gerardo Valdivieso.- Preguntas simples, por ejemplo ¿No has tenido otro oficio mas que de periodista?
R.Ch.- Si, fui maestra de una preparatoria en Xalapa, recién había terminado la Universidad no tenía chamba, pero antes tuve un trabajo: era ayudante de la coordinadora de la Feria Infantil y Juvenil en Xalapa, la esposa de Melchor Peredo, Lourdes Quiñones. Recuerdo que en esa ocasión estaba dedicado a Sergio Pitol y habían invitado a Poniatowska a presentar unos libros. Me encargaron recogerla y pasearla, ahí fue donde conozco a Poniatowska, andaba detrás de ella cargando todo lo que compraba en la feria. Ya al final, después de la conferencia que dio en la tarde, no tenía ningún libro de ella y ni modos que se fuera sin que me autografiara un libro, y como no tenía dinero, ¿que no me robo Lilus Kikus de uno de los stands?, un libro muy chiquito. Ya eran como a las once de la noche y no terminaba la señora, pero esperé al final, yo creo que le di lástima porque me veía esperando, me dedicó el libro y me puso “por tu paciencia” o algo así. Ese fue mi primer trabajo formal que me pagaron.
Después di clases en una preparatoria con puros jóvenes con problemas, en donde iba a parar toda la lacra de Xalapa, recuerdo que eran unos muchachos enormes y me intimidaban porque era la primera vez que daba clases de lectura y redacción y literatura. Me costó mucho trabajo y me dije: éste no es mi oficio.
G. V.- ¿En qué pensabas cuando escogiste la carrera de literatura?
R. Ch.- Estudié Licenciatura en Literatura y Lenguas Hispánicas, creo que ahora ya cambió pero era en la Facultad de Letras.
G. V.- ¿Y qué imaginabas que ibas a hacer después de la carrera?
R. Ch.- Creí que iba a hacer poeta, escritora, tenía 17 años, salí súper inocente de aquí y no tenía otra opción, porque a México mis padres no me quisieron mandar por peligroso y me mandaron a Xalapa. Escogí letras porque siempre viví rodeada de libros y pinturas, mi ambiente era ese y quería ser escritora. Creí que iba a ser fácil pero a la primera semana de clases me ponen a leer a Saussure, Curso de lingüística general de Saussure, hasta ahorita nunca lo acabé de entender. Me pareció espantoso, leía y releía las primeras veinte páginas y pensaba que la carrera no era para mí. El libro terminé regalándolo a mi papá, él le entendió a la primera porque el libro, ahora lo sé, habla sobre la evolución de la lengua. Publiqué una plaquette junto con otros compañeros, varios de ellos se dedicaron a ser poetas, incluso algunos viven de eso y han ganado premios. Dije que eso no era lo mío, me metí a la docencia: tampoco. Me dije: ¿ahora a qué me dedico? Y de casualidad llegué al periodismo.
G. V.- ¿Y cómo llegaste a Tiempo del Istmo?
R. Ch.- Cuando estaba en los últimos años en la facultad, había un boom del diseño gráfico y tomamos un taller para hacer revistas, nos enseñaron a hacer revistas en las computadoras de la universidad en un programa que se llamaba Pagemaker, antes que del Corel Draw y otros programas. Con ese conocimiento empecé a hacer revistas como Bidunu Biaani’ que hacía con Víctor Cata, las diseñamos en Pagemaker.
Cuando llegué a Juchitán obtuve trabajo en la Regiduría de Ecología, la licenciada Marina Meneses, que era la encargada, tenía la idea de sacar un periodiquito quincenal sobre ecología para repartir en las escuelas. Yo me encargaba de hacer eso con el programa.
G.V. ¿Cómo se llamaba la revista?
R. Ch.- Guidxilayú. Con unos ecologistas que trabajaban en la regiduría hacíamos el suplemento y teníamos una sección cultural en donde publicaba Dionisio Hernández, Irma Pineda y Víctor Cata.
Terminó la administración y me quedé sin chamba, en ese tiempo estaba en proyecto Tiempo del Istmo, antes ese periódico ya nos habían invitado a realizar un suplemento cultural. Fui a pedir trabajo de diseñadora y no había vacantes, Lupita Ríos que fue la que me entrevistó, porque a Alberto López Morales que era el director no me atendió. Lupita me dijo que el único empleo que había era de reportero con 700 pesos a la quincena. Como ya había pedido prestado 500 pesos a una persona, pues había que pagarlo y acepté. Me dije: ¿qué tan difícil puede ser escribir una nota? Se supone que tengo una formación universitaria.
Me mandan a hacer mi primera nota con Marcus Winter que estaba haciendo excavaciones en Ixtepec por la Súper carretera. Me asignan a Felipe López Pérez como mi jefe, que ya lo conocía por que era amigo de mi papá y porque éramos de la misma religión, siempre me dirigía a él como “hermano”. Me da una cámara que traían un rollo y una grabadora que no traía pilas, para esto yo no me di cuenta. Tomé el camión y llego al lugar, hacía un calor espantoso, todos trabajando con sus equipos, como no había pedido cita, recurro a Gloria Bifano que era asistente de Maurcus Winter, para que me lo presente, para esto el señor no quería estaba como que enojado, entonces le dije que era mi primera encomienda y que sí no me daba la entrevista no me iban a dar el trabajo, traté de convencerlo aunque sea por lástima, pero al final Gloria le habló y me dio la entrevista. Yo no sabía nada de arqueología y no sabía qué preguntarle. Ya le pregunté de qué se trataba la excavación, estaba el arqueólogo dando su explicación cuando me doy cuenta que el carrete no se movía: la grabadora no estaba grabando. Veía al tipo con la cara roja y sudoroso bajo el sol ni modos de decirle que no estaba grabando, lo dejé hablar y traté de mediograbarme lo que me decía, porque tengo muy mala memoria. Lo hice hablar como media hora, hablo el pobre media hora y no se grabó nada, tanto trabajo para convencerlo para que no se grabara nada, ni modos.
Cuando regreso a la oficina, me dice Felipe “ahora haz la nota”. ¡¿Cómo hacer una nota?! Aparte sobre arqueología, sin grabación y con mi mala memoria. Me llevé tres horas para terminar una notita informativa, como pude lo saqué. Apenas acabé, eran como a las cuatro de la tarde, Felipe me manda a entrevistar al recaudador de renta, que en ese entonces era Rommel Martínez. Como nadie me conocía hago antesala de una hora, y como no había celulares en ese entonces no podía hablarle a mi jefe para decirle que no me recibían. Como ya tenía pilas la grabadora me tardé otras dos horas para escribir la nota de la entrevista, me llevo todo el día para hacer dos notas y seguramente los hice mal. Cuando me di cuenta ya estaba solita en la oficina.

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De camino a mi casa me topo a Felipe comiendo tacos, para esto no había comido. “Hermano –le dije- ya terminé las dos notas”, “muy bien mija –me dice- ahora, antes de que te vayas, vete a cubrir a Amaranta”. Amaranta arrancaba campaña a diputada por México Posible aquí en Cheguigo en el patio de Juanita Mana. “Mañana me traes la nota, pero ve a cubrirla” me dijo, y ahí me vez corriendo a cubrir la nota. Llegué aquí a la casa entre las nueve y diez de la noche, me acosté en la hamaca y me puse a llorar. Se acerca mi mamá y me preguntó ¿qué tienes? Le digo este pinche trabajo no es para mi, todo el día estuve ahí, tuve un pésimo día y todo por 700 pesos. Lloré, lloré, hasta que me dormí. Ya al otro día me dije que eso no me iba a vencer, y además de que necesitaba dinero, me levanto y volví, y así empecé, cuando me di cuenta ya no lo podía dejar.

 

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Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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