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Cultura

Mi esposo El Rojo, el agitador

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La figura de Teodoro “El Rojo” Altamirano Robles, líder estudiantil, activo integrante del PRI en Juchitán y figura que no pasó desapercibido tanto para sus amigos como sus enemigos. Líder natural, era jocoso, malhablado, pero siempre caía bien, incluso según Lugarda Charis Luna, sus antiguos alumnos que se volvieron líderes de la COCEI y adversarios suyo, habían tratado de convencerlo a pasarse a sus filas, en ese entonces con el aire belicoso que lo caracterizó les habría respondido según su esposa: “yo no pacto con delincuentes”. Pero al final de su vida llegaría a dejar al PRI para afiliarse al PARM y luego apoyar la alianza que apoyaría a Cuauhtémoc Cárdenas a la presidencia de la república en 1988. Durante ese proceso fue electo diputado plurinominal de la LIV Legislatura del Congreso de la Unión, curul que no había obtenido durante todo sus años de militancia priísta se había quejado con su amigo Darbien Santiago, aunque éste fue su suplente como diputado de la LII Legislatura Local de 1983 a 1986 por el PRI.

Durante los 70 y 80 era señalado por los coceístas como “pistolero priísta”, Javier Fuentes Valdivieso recordaba haberle acompañado a patear la puerta del obispado en Tehuantepec cuando era obispo titular Monseñor Arturo Lona Reyes defensor de los coceístas. “Eran otros tiempos” me contaba en una plática de sobremesa el expresidente de Juchitán y considerado uno de los mas duros en esa época.
Aquí la segunda entrega de la entrevista con su esposa Lugarda Charis Luna, que aborda sobre su etapa como líder estudiantil que apoyaba a sus paisanos en la capital del país y sus antecedentes familiares.
Gerardo Valdivieso.- ¿El apodo de El Rojo lo obtuvo como dirigente estudiantil?
lugarda1Lugarda Charis.- En el Politécnico. El nunca estuvo de acuerdo con el gobierno, el fue muy amigo de un líder del Partido Popular Socialista de Tehuantepec, y siempre defendía a Demetrio Vallejo. O sea que en todos los movimientos que estaban en contra del gobierno ahí se iba a meter él, perdonen la palabra, de metiche nada mas iba a meter ahí. Por eso todos los estudiantes juchitecos lo buscaban como líder. Si un paisano no tenía a donde ir a comer o dormir, él le daba un pase al internado del Politécnico para que entrara a comer aunque no fuera estudiante. Yo creo que por eso cerraron los internados porque había muchas gaviotas, así les decían, y a los paisanos les decían iguanas, porque todo el tiempo estaban metidos en el internado agarrando comida para otros. Hay una anécdota de él, dicen que había un paisano de Cheguigo, que le apodaban Che Ber, que le dijo una vez “Rojo no tengo donde comer”, “bueno, bueno, ten y cuando te pregunten…” y es que eran como vocacionales y tenías que responder que eras de la prevo uno o la prevo dos y así para que te dejarán entrar. Entonces, el paisano, como la mayoría de nuestra gente no sabemos hablar bien el español, le preguntaron en la entrada “¿en donde estudias?”, “en la uno” dijo (ríe) y quedó la frase entre los paisanos “en la uno na Che Ber”. Era cuando le gritaban en la entrada: “Rojo, un paisano tuyo está aquí”, “¿y cómo madre saben que es paisano mío?”, “porque no habla bien el español” le decían, “piche indio” le decían a él. En esa época los tuvieron que meter en la cárcel, los sacaron de ahí (del internado), a todos los sacaron del Politécnico, cuando era Alejo Peralta director del Politécnico, esto fue en los años cincuenta. Ahí le dijeron el apodo Rojo, porque era un agitador y a todos los agitadores les decían Rojos. En la clase de química cuando el maestro decía “pásenme un agitador” lo empujaban a él, “ora Rojo, ora Rojo” le decían. 
G. V.- ¿Allá en México qué estudió, enfermería?
L. Ch.- Estudié enfermería y obstetricia en la universidad. Trabajé en el ISSSTE en México, y aquí ya no trabajé cuando ya tuve a mis hijos. Sí trabajé en la casa atendiendo partos, en todo Juchitán, en todas las secciones, recibí a muchos niños, miles de partos. Hay personas que hasta ahorita me reconocen en la calle, le dicen a su hijos “la señora te recibió”. Todavía me vienen a ver para consulta gente de las agencias la Ventosa, La venta y Alvaro Obregón. 
G. V.- ¿Y él era ingeniero?
L. Ch.- Él era ingeniero químico industrial, él estudió en el Politécnico. 
G.V.- ¿Era de acá?
L. Ch.– Si. Nada mas que su papá era chiapaneco y su mamá juchiteca. Él es de la familia Robles, de las primeras autoridades que tuvo Juchitán fue un señor que se llamaba Don Teodoro Robles “Ta Teu Yoodo” le decían, pero su hija, la mamá de él, se casó con el chiapaneco Ricardo Altamirano, era veterinario y atendía a los animales de todo Juchitán, y le decían “Dxu Alta” por el apellido Altamirano.
A Teodoro cuando lo encarcelaron en los cincuenta no dijo su nombre, “cómo te llamas” le dijeron, “me llamo Teodomiro Altamira Rojo” dijo. Por eso nunca lo encontraron en las cárceles cuando lo andaban buscando, porque se había cambiado el nombre y los apellidos, pero quedaron sus iniciales.
G.V.- ¿Y cuántos años estuvo casada con él?
L.Ch.– Como 36 años.
G.V.- ¿Y qué tal?
L.Ch.- Pues como todo matrimonio, hijo, momentos buenos y malos, altos y bajos. Tomaba mucho, ese era la dificultad entre nosotros y eso fue lo que le provocó la diabetes.
G.V.- Lo recuerdo ya muy delgado, en su camioneta, con el pelo cano, pero con su pañuelo verde o tricolor.
L. Ch.- Siempre usaba el pañuelo verde. El tuvo la diabetes cuando lo cambiaron a Jojutla, Morelos, iba manejando tomado y chocó, yo creo que del susto le vino la diabetes. Ya cuando llegó a acá, le dije “qué desmejorado estás, Teodoro”, no me dijo nada. Fuimos al médico y era diabetes, ya luego tuvo que dializarse. Mi papá fue diabético y mamá también, gracias a Dios que yo no.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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