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Cultura

Origen de la Sandunga

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Por: Germán López Trujillo

Múltiples polémicas se han venido suscitando desde hace muchos años entre chiapanecos y oaxaqueños, atribuyéndose la paternidad de La Sandunga.

Los chiapanecos no han podido probar que el músico Andrés Gutiérrez haya sido el autor. Han aportado solamente una versión ambigua y carente de presunción para acercarse a la posibilidad de considerarlo autor de esta bella obra popular.

Debido a las investigaciones del maestro y crítico musical Jerónimo Baqueiro Foster, todas las teorías se han inventado en torno al origen de esta célebre composición son falsas, ya que se ha llegado a la conclusión con documentos a la vista, que a mediados del siglo XIX se conoció en la capital de la República mexicana una melodía denominada La Sandunga, jaleo andaluz, procedente de la madre patria, siendo estrenada en el extinto Teatro Principal, por la compañía de doña María Cañete, la noche del día 3 de diciembre de 1850, en el que fue celebrado el beneficio por la expresada artista, figurando como número especial que fue bailado por Estela Moctezuma y el señor Ambrosio Martínez, director de escena de la citada compañía, habiendo sido publicado el programa de dicha función, en los diarios de la misma fecha de mayor circulación en aquella época en la capital del país, como El siglo XIX y El monitor republicano, mismos que obran en la Biblioteca Nacional de México.

Se infiere, una vez aclarado el origen de La Sandunga, que este jaleo andaluz , por su exquisito gusto se difundió y a dos años de haberse estrenado en la ciudad de México, llegó a Oaxaca en 1852.

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Fue en la ciudad de Oaxaca y en la misma época, cuando conoció dicha composición el inquieto guerrillero tehuantepecano Máximo Ramón Ortiz, hombre instruido, de presencia atrayente, carácter agradable y político sagaz, y la llevo a tierras del Istmo de Tehuantepec, su solar nativo, por el año de 1853, acoplándole a la música una letra de él, que era un fecundo poeta y que es (básicamente) la popularmente conocida, posiblemente inspirada en el amor de una joven oaxaqueña que conoció en la época en que fue estudiante del antiguo Instituto de Ciencias y Artes del Estado, mujer cuyo nombre jamás quiso revelar, limitándose a llamarla “La Sandunga”. Estando gravemente enferma la madre del guerrillero, el amor de esta damita retrasó su salida de esta capital, retraso que dio por resultado que al llegar a Tehuantepec hubiera encontrado sin vida a su madre, pues minutos antes de su llegada había expirado.
Fue entonces cuando dicen abrazado al cadáver de su madre, exclamó: ¡sandunga, vana! ¡ay mamá por dios!, (y otras) frases que posteriormente incorporó a la versificación de La Sandunga que ahora conocemos.

La revolución de Ayutla triunfó en 1855, el territorio del Istmo desapareció y Máximo Ramón Ortiz, disgustado se convirtió en rebelde. El 13 de octubre de 1855, cerca del rancho de Narciso Robles, lugar llamado Cerro Machorro, en el municipio de Jalapa del Marqués, fue sorprendido el creador de La Sandunga y fusilado en el acto por la tropa a manos de los comandantes Andrés Duarte y Cosme Damián Gómez.
Las pasiones se extinguieron con el tiempo entre los hombres. Los patricios se encargaron de conservar aquella hermosa melodía tehuana.

Con los años La Sandunga salió de Tehuantepec y recorrió el Istmo, realizando el privilegio de unir aquella tribu intrépida.
Juchitán la acogió como suya, borrando con ellas divisiones y rencores. El último zapateado, con una parte en modo mayor y otra en menor, es exclusivamente juchiteco, lo compuso un ejecutante de trombón de la banda de música del 17º Batallón de infantería, que estuvo de guarnición en Juchitán allá por 1892. La sociedad se entusiasmó y desde hace 74 años La Sandunga juchiteca termina con ese zapateado que todos escuchan y bailan con delirio.
Triunfadora y arrogante La Sandunga llenó de ámbitos de la región; llegó a Oaxaca transformada con la lozana fisonomía de un sueño istmeño, cuando ya pocos recordaban su origen de danza andaluza y penetró orgullosa con el suntuoso traje de las tehuanas(sic) y juchitecas a los aristocráticos salones y teatros de México y del mundo.

Definido el origen de La Sandunga, es justo rendir homenaje de admiración a Máximo Ramón Ortiz, quien la llevo a Tehuantepec Y cantó con su nueva letra, original del discutido guerrillero, popularizándola e impartiéndole otro sentido, inspirado en sus inquietudes de poeta y en sus aventuras amorosas.
Arraigar una melodía, llegarla profundamente al corazón del pueblo, extendiéndola primero al continente americano y después a Europa, sacarla propiamente del anonimato, si así puede decirse, con una nueva versión literaria, es una obra que eleva e inmortaliza a quien la realiza.
El Tehuantepec Máximo Ramón Ortiz, fue seguramente el creador de la nueva Sandunga, la que nosotros conocemos y de la que nos ufanamos los istmeños y oaxaqueños.
Pero La Sandunga, ahora, ya no es de Tehuantepec, ni de Juchitán, ni de Oaxaca, es de México.

En nuestras velas bailamos hasta las doce de la mañana la música moderna; pero, en adelante nos invade a los nativos la nostalgia, una acción espiritual regresiva hacia lo autóctono, hacia lo nuestro.
Parecemos reaccionar avergonzados ante la música nueva, extraña, recordando las melodías propias que antaño bailaran nuestros abuelos con dulzura y con emoción; entonces solicitamos de las orquestas la interminable gama de sones istmeños, y viene la explosión de La Sandunga, de La Llorona, de La Martiniana (¿Micaela?), de la Juanita, La Petrona, La Petenera, La Tortuga, El Lucero de la Mañana, Aquello se transforma en una locura de alegría y entusiasmo: se baila, se canta, se llora…

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…lleguemos a una “vela” a las tres de la madrugada para ver a las encantadoras juchitecas extender las faldas de sus enaguas primorosas con púdica gracia, como un abanico fantástico, lleno de filigranas …

*Tomado del libro: GERMÁN LÓPEZ TRUJILLO BINIGUENDA (PENSADOR ZAPOTECA)
Autor: Germán López Trujillo/Compiladores: Germán López Sanmartín, Gonzalo López Sanmartín.
Editorial: Identidades – UPE, IEEPO Año: 2009

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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