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Cultura

Recuerdos de Juchitan

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Esperaba con ansia las vacaciones de verano cuando el sol cae a plomo en la zona del Istmo, donde soplan fuertes vientos refrescando el ambiente y despeinando las palmeras. Lugar con aroma de flores, de calles y caminos de arcilla roja; del Mercado situado en los bajos del Palacio Municipal.

Las mujeres de negros y brillantes cabellos y largas trenzas adornadas con blancas flores que daban alegría al comercio: “anda manito, compra mango” decían sonrientes. Así era Juchitan.
Anhelaba las vacaciones de verano y platicar con Chefita en su puesto del mercado y ver pasar a mi tío, el doctor Benitez, dirigiéndose a su oficina en Palacio Municipal. A su paso nos lanzaba una mirada de complicidad y reía. Medico del pueblo, presidente municipal varias veces por su honestidad y el cariño que el pueblo le dispensaba y después diputado federal.
En honor a su memoria el Hospital Civil de Juchitan lleva su nombre: “Doctor Macedonio Benitez Fuentes”.
Después de platicar con Chefita me reunía con los amigos de entonces, hijos de las familias respetables, propietarias de negocios en El Centro de Juchitan donde mi tía Lolis, Doña Lola, tenía una zapatería, luego un restaurante y otros negocios mas. Me encantaba mi tía y también mi madrina que mucho me consentía. Me gustaba pasar por ella a la hora de la comida. Pero, antes de llegar a su casa hacíamos dos o tres visitas a los negocios de sus amistades.
Recuerdo al doctor Marin, a su sobrina Amada de atractivos encantos. Primera visita una “Coronita” y un Raleigh sin filtro, por mi parte atras entre cajas de zapatos para encontrar a Amada y saber que se siente abrazar y besar y mas cosas…
Segunda visita a la casa Muzalem y otra “Coronita” y otro Raleigh sin boquilla. Me gustaba observar a mi Tia Lolis cuando fumaba porque sacaba la lengua lamiendo el labio como si fuera un dulce. Hora de la comida, momento de despedirse…
Llegábamos a casa y nos sentábamos bajo la sombra del frondoso árbol de mango y platicar con todos los familiares, mis tíos, mis padres, mis primos, la botana y la “Coronita”para los grandes y después de risas y anécdotas del día a la mesa a disfrutar los platillos regionales, quesos, guisados de iguana aunque nos decían que era pollito, chicharrón caliente, frijoles negros con epazote y el sabor que les daba el agua y la sal al cocinarlos.
Después a reposar la comida en las hamacas colgadas en el amplio hall de la casa de mis tíos o desde el balcón veíamos las “tiradas de frutas” que las bellas del pueblo, subidas en camiones de redilas, vestidas con trajes regionales y luciendo sus alhajas familiares de oro puro, tiraban anforitas negras conteniendo mezcal y dibujadas con flores a los que observábamos el desfile de las flores.
Llegaba la hora de bañarse, arreglarse y la casa se envolvía en una ambiente divertido: mis primas buscando el peine, ropa, perfumes; y nosotros pensando en la “vela” y con quien bailaríamos, a quienes conoceríamos, el enigma tenía su encanto y emoción. Mientras tanto y para refrescarnos comprábamos raspados de chipiona que nos gustaban tanto como las ciruelas curadas en alcohol que vendían las taberneras en la noche.
Las velas son 266, las de mayo y la San Vicente las mas importantes. Una noche fuimos a esa vela. Los grandes ingresaron primero a la inmensa carpa de lona vestida con adornos de papel estaño de las cajetillas de cigarros que durante todo el año reunían las organizadoras de la vela para hacer figurillas, flores y pajaritos.
—Pase usted doctor, pase Doña Lola, adelante les dijo al resto de los familiares, pero ocurrió que mi primo, y yo nos rezagamos y cuando quisimos entrar el guardia nos pregunto:
—¿y su centro?
—¿Cual centro?
—¿Pues su centro?
—-No pasan
Extrañada por nuestra ausencia mi Tia Lolis pregunto por nosotros, ¿Donde esta Ruben y Fili?. Nadie contesto. Se levanto y fue a la entrada y nos vio parados. Para que les cuento, carabina y todo lo demás no le sirvió de nada al guardia ante la molestia de Doña Lola que nos pregunto que había sucedido. Pues nos pidieron El Centro contestamos, la carcajada de los familiares estallo. En ese momento nos enteramos que El Centro es el traje que debías vestir para entrar a la vela.
Fiestas hermosas que mucho extraño y recuerdo cuando casi todos ya no están y cuando mi adolescencia hace muchos años que se marcho dejándome un mensaje: No olvides a Juchitan.

Tomado de: https://diferendo.wordpress.com

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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