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Cultura

LA NAVIDAD (Guendaruchaaga)

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CAPITULO XXXIX

La clase humilde zapoteca, de cuyas costumbres he venido hablando, no da tanta importancia a las fiestas de Navidad como a la de Todos Santos. No ponen tantos “nacimientos”, talvez por que no se han repuesto completamente de los gastos hechos para esperar a las almas de los difuntos en los días de finados.

 

Sin embargo, el día de 25 de diciembre se lo pasan con sabroso chocolate, tamales de gallina y marquesote. En la víspera comen pescado frito, “lechuga” y dulces. Hago resaltar especialmente lo de la lechuga, porque por regla general en el Istmo no se comen legumbres sino en Semana Santa y en estos días de Navidad.

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En el crepúsculo del día 24 de diciembre, desde que el sol comienza a ocultarse, se reúnen varios muchachos en cualquier lugar apropiado. Cuando se ha hecho de noche, salen ha recorrer la ciudad para ir diciendo frente a cada casa que se les ocurra, chistes y danzo netas. Van dirigidos por uno que previamente han elegido y que al mismo tiempo lleva el carácter de orador. Por el camino conciertan la elección de la casa que han de visitar. En esta noche se permite que esos muchachos griten ante la casa elegida los defectos o las virtudes de quienes las habitan. Muchas veces, con esta “licencia tan amplia”, se llega a descubrir secretos que permanecían ocultos.

En ciertas casas tienen la satisfacción de oír cosas gratas, o quedan con triste zozobra por inesperada revelación ingrata o coléricos y entonces arrojan a piedrazos a los muchachos.

Con esta advertencia de libertad completa en las peroraciones, el orador, seguido de su numeroso grupo, se dirige a la casa elegida y da tres fuertes golpes en una de las ventanas, nunca en la puerta, diciendo en muy alta voz: “Ave María purísima, atención, van a oír algunas palabras del Niño Dios”.

Ante esta advertencia, los moradores tiemblan por la perspectiva de que se les descubra algo y se intranquilizan porque no saben si la peroración ha de ser para bien o para mal.
Estas peroraciones se llaman en zapoteco guendaruchaaga.

Después de la advertencia, el orador empieza con voz muy fuerte como para poder ser oído de lejos. Se inicia con el mismo exordio reglamentario y aborigen y que es igual para todas las casas. Este exordio zapoteco dice así:
“Má zaanda gaácca ti stippa, guidchééla ti dóóh jmápe nanaadé …
los compañeros que han permanecido en silencio responden a gritos con un sí aprobativo, diciendo; yaaaa, si. El orador prosigue diciendo: Guidúúnna páráá canazaa Ché Búni, guiaba pasu, guigááhá né guírúúgu ti diaaga … (Entonces los silenciosos compañeros preguntan en coro: Xhi pára). Y el orador contesta: paara gaaccá ti arete gáándá (fulana) chéguuya hrá gáále nihua che guireeh. Después, desde aquí sigue haciendo, sin interrupción el relato de lo que sea que sepa, sobre lo que hizo la señora de la casa, alguna de sus muchachas o alguno de los de la familia, revelación que se va reforzando con las aclamaciones de aprobación de los acompañantes quienes, de cuando en cuando, sólo dicen: yaaaa, sí.

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La traducción de este exordio, al castellano, es la siguiente:
“Ya se puede hacer un esfuerzo muy grande y buscar una soga, la más fuerte y flexible y ver por donde anda Ché Buni (aquí, el nombre de cualquier idiota), para ponerle una trampa, enlazarlo y cortarle una oreja.” La pregunta del coro de acompañantes en que dicen: Xhi pára, quiere decir: para qué. Y la respuesta del pregonero se traduce así: “Para que con la oreja del idiota se le haga un fino arete a la señorita fulana y se adorne a fin de que vaya a ver el Nacimiento del Niño, deseando que no se equivoque de lugar; no vaya a resultar que en vez de ir a ver el nacimiento del niño Dios, vaya a ver el de una nigüa, por esto que hizo …” Eso que hizo la señorita, es lo que sigue siendo el tema del discurso.

Cuando termina el orador, el coro repite sus últimas palabras, que siempre se procura que sean emotivas, y lanza un grito monstruoso de entusiasmo y de aprobación.
Si la relación agradó a la familia, la turba es llamada para ser obsequiada con un plato de dulce de torrejas, de camote, de arroz con leche, etc. Pero, si el discurso desagradó, buen cuidado tienen los muchachos de desintegrarse rápidamente, porque ya saben que sobre ellos han de llover palos y piedras a su terminación. Siempre espera la familia el final, porque le conviene enterarse aun de lo malo. Esto es cosa de toda la noche hasta la hora en que empieza la Misa de Gallo. Naturalmente, el orador procura que las primeras peroraciones sean agradables, para que todos se den el gusto de comer dulces; mas, cuando ya hayan comido mucho, también se dan el placer de cambiar el giro del discurso. En realidad esta costumbre es buena, porque pone en claro algunas cosas ignoradas por la familia respecto a las cuales siempre procura poner remedio.

Esto es muy típico en Juchitán, Espinal y Tehuantepec.

*Tomado del libro: TRADICIONES Y LEYENDAS DEL ISTMO DE TEHUANTEPEC
Autor: GILBERTO OROZCO
REVISTA MUSICAL MEXICANA 1946

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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