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Cultura

Justicia divina en tiempo inesperado. (Sucedió en Juchitán)

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Una pequeña historia que puede servir de referencia para los que se convencen que nacieron para dañar al prójimo y, que en la profundidad de sus almas malditas, no conciben la posibilidad de que, la conciencia y el todopoderoso más temprano que tarde los llamarán a la rendición de cuentas.

Cuando la pequeña Zoraida tenía cinco años, su padre, un humilde peón de albañil, víctima de una grave enfermedad, la dejó a cargo de su madre, quien con enormes sacrificios logró cumplir la ilusión que Zoraida manifestaba desde su infancia. No obstante la pobreza y las carencias que se derivaban de ella; Juana Santiago, la madre de Zoraida, conocida en la séptima sección como Juanita “gueeta vingui”, porque precisamente, a eso se dedicaba la señora, a elaborar esos ricos y tradicionales tamalitos; como toda madre y mujer juchiteca, también soñaba en ver a su hija convertida en toda una enfermera. El día de la graduación, Naa Juanita, comentó con algunos de las familiares que asistieron al evento, que le dio muchos consejos a su hija, pero principalmente sobre la atención humana a los pacientes que llegara a atender en su calidad de enfermera.
Cumplidos todos los trámites documentales y demás requisitos para la titulación. Zoraida fue contratada en el Hospital “Macedonio Benítez”. Diez años de servicio tendría, la noble y eficiente enfermera, cuando se casó con Sergio Vázquez, de oficio mecánico, a quien conocía desde su infancia, porque eran vecinos; fueron tantas las ilusiones de felicidad que tuvo Zoraida antes de matrimoniarse con Sergio, pero el ingrato hombre se dejó caer en los brazos del vicio, hasta que el alcoholismo se lo llevó del mundo terrenal, dejando a la abnegada enfermera con tres hijos: Sergio, Raquel y Sara, de doce, nueve y seis años de edad respectivamente.
El sueldo de enfermera que percibía Zoraida, apenas cubría lo necesario para la familia. Antes de que Naa Juanita, se enfermara de «Chinconkuya» cuyas secuelas impidieron que pudiera realizar sus actividades de antes, aparte de atender a los nietos, todavía le quedaban energías para elaborar algunos “Gueeta Víingui”, con cuyas ventas ayudaba para los gastos.
Cada vez que Zoraida, salía de su casa para cumplir con sus obligaciones laborales, se encomendaba al todopoderoso. Ese diez de diciembre, observó que a sus tres hijos ya les hacían falta algo de ropa y calzados, por lo que se decidió acudir a temprana hora, al cajero de un banco, para retirar tres mil pesos, aprovechando el depósito de la primera parte de su aguinaldo.
En esos días decembrinas, la mayoría de los seres humanos experimentan por lo general, una sensación de alegría, quizás por la cercanía de la navidad y año nuevo. Zoraida sonreía cuando se imaginaba que por la noche le daría una agradable sorpresa a sus tres hijos. Ese día diez, por motivo de un caso de urgencia en el hospital, la noble y experimentada enfermera, salió a las seis de la tarde, no a las tres como era su horario normal; por lo general, una de sus compañeras que vivía a una cuadra de su casa le daba el «ray» en su coche. En esa ocasión, y dado la hora de salida, Zoraida tomó la decisión de caminar con dirección al centro de la ciudad; no había avanzado dos cuadras cundo fue sorprendida por dos delincuentes, quienes montados en una motocicleta, la amagaron con una pistola, exigiéndola a que entregara su bolso; ella les imploró que no le quitaran el dinero porque era para comprarle ropa y zapatos a sus hijos, les dijo que entendieran el amor de una madre por sus hijos, ellos se rieron y, arrancándole su bolso le gritaron que les …valían madre, ella y sus hijos…..
Zoraida llegó a su casa con lágrimas en los ojos y temblando de miedo; la tristeza cubrió su alma, al no poder darle la sorpresa pensada a sus hijos ese día diez de diciembre. Para no angustiar a su madre, no quiso contarle lo sucedido. Al amanecer, del once de diciembre, se presentó a laborar como de costumbre; sus compañeras la observaron muy triste; se dieron cuenta que algo estaba mal en ella. Zoraida no aguantó y soltó el llanto delante de las demás enfermeras, con palabras entrecortadas describió la escena de violencia vivida; así como, Las características de los maleantes; sus demás compañeras al escuchar lo narrado, le dijeron que muchas de ellas han sido víctimas de esos dos delincuentes.
Una vez pasados los momentos de angustia y tristeza, las enfermeras atendieron sus pacientes con normalidad. Faltando media hora para terminar el turno diurno del día doce de diciembre, se escucharon las sirenas de la ambulancia del cuerpo de bomberos; Zoraida y otras tres de sus compañeras, se trasladaron de inmediato a la sala de urgencias; muy grande fue la sorpresa de todas ellas cuando se dieron cuenta que el paciente que ingresaba con un orificio provocado por proyectil de arma de fuego en la columna vertebral, destrozándole un disco en la cervical, dejando inmóvil su ensangrentado cuerpo, era Pedro “N” conocido en el bajo mundo como “perro pulgoso”, el mismo delincuente que en compañía de otro los habían asaltado en diferentes fechas. Al reconocer al paciente maleante, las tres enfermeras que acompañaban a Zoraida, con furia en sus rostros, se retiraron del lugar, negándose rotundamente a ofreces sus servicios. Razones le sobraban a Zoraida para retirarse también de la sala de emergencia y abandonar al bandido a su suerte; pero, los consejos de su madre se impusieron a sus sentimientos en ese instante, por lo que de inmediato procedió a brindarle los primeros auxilios y los preparativos para el quirófano.
Dadas las condiciones del paciente, tuvo que permanecer durante varios días en el hospital. A las dos de la tarde del veinticuatro de diciembre, antes de concluir su turno laboral, Zoraida se enteró que el maleante sería dado de alta más tarde, por lo que le hizo una última vista, pero ya no en calidad de enfermera asistencial, sino, como una madre que sufrió la pena y la tristeza de no ver los rostros de alegría de sus tres hijos al recibir sus ropas y calzados nuevos el día diez de diciembre. Cuando se acercó a la cama del paciente, éste se quedó sorprendido y dirigió su mirada hacía su anciana madre que con tristeza lo miraba. Zoraida, haciendo un esfuerzo por controlar sus lágrimas, primero miró a la anciana y la saludó con respeto, en seguido se dirigió al paciente y le dijo: te has de acordar bien de mi, de los tres mis quinientos pesos que me quitaste y de cuando me dijiste riéndote que te valían madre mis tres hijos y yo; pues, si me ves aquí, no es que venga a reclamarte el dinero, ni tus malas palabras; en estos momentos traigo la encomienda del médico especialista para informarle a tu madre que, debido a tus lesiones, tu nunca más podrás caminar y, que saliendo de aquí, te llevarán directo a la cárcel. Al escuchar la noticia, la anciana señora, se cubrió su rostro con una pequeña toalla, para que no la vieran llorar y, cuando pudo pronunciar palabras, todavía con el rostro cubierto, dijo: aún como madre, acepto la justicia de dios y tendré que pedir limosna para mantenerlo del poco tiempo que me queda de vida.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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