Conecta con nosotros

Cultura

El cine Lux

Publicado hace

el

I
El cine Lux fue construido allá por 1945 (allende el mar tronaban los cañones de la Segunda Guerra Mundial), permaneció funcionando hasta que llegaron la huelgas, los trabajadores reclamaron sus derechos y el patrón prefirió cerrar las puertas del changarro.

Varios años pasaron para que hoy todo quede reducido a ese montón de cascajo y fierros retorcidos que usted puede ver. Se habrá de construir –dicen- un gran centro comercial en el mismo sitio. La modernidad, pues ya qué.
A Juchitán llegó el Presidente de la República para anunciar nuestro despegue. Drenaje, agua potable y pavimentación marchan a todo vapor, y los propietarios del solar –alguna vez de la familia Vera- no se quedan atrás: tendremos centro comercial. A la vuelta de unos años nadie se acordará de las colas y las trasteadas en el cine Lux, como ahora pocos recuerdan el enorme corredor –antesala del espectáculo- llegando a mitad de la calle o el cine muda –con Eugenio Echazarreta, padre de aquella Nora Cantú, actriz del cine mexicano, Carmen de nombre bautismal. O el “Tipitón”, vetusto vehículo colectivo para trasladarse a Ixtepec.

II
No hay paso para la nostalgia. Los muros van cayendo uno a uno, poco a poco ¿Recuerda usted? Aquellas paredes de cincuenta, sesenta, setenta centímetros de espesor ¡Jesús! Parecía que nunca iban a caer. Pasaron los temblores, las inundaciones; llegó la ceniza del Chichonal, y seguían incólumes las paredes del cine.
¿Se acuerda? Las matinés “Mirinda”, de efímera existencia. Todo porque a algún alma de Dios se le ocurrió tomar la pantalla como el blanco perfecto para los esbeltos envases de cristal que, infaliblemente, acertaban en la gran pared blanca y de ribetes negros. O los muchachillos aquellos, escudados en la expectación causada por el inicio de la función, saltándose la endeble malla, ilusoria división entre la luneta y el populacho ocupante de la galería.
Ah, las matinés. Iniciaban a las seis de la tarde –según lo programado- y debía uno adivinar el comienzo de la película en primavera y verano, pues el señor sol apenas y se estaba ocultando. Claro, sin techo no podía haber oscuridad en Juchitán a esas clarísimas horas de la tarde ¡A quién se le ocurre! Pero, bueno, no podía retrasarse el inicio: la otra función comenzaba a las ocho de la noche, y el velador debía revisar el lunetario y el graderío de gayola para ver si no se había escondido algún fulano.
Cine lux, cine Lux y sus colísimas para ver la presentación del propio Jeff Cooper interpretando a Kalimán, el propio Kalimán, atlético y de ojos azules. Ingrato Kalimán que sólo tuvo tres presentaciones a doble precio. Ni modo, no lo pudimos ver ¡dónde! si apenas y nos daban para la matiné dominical. Vimos, eso sí, el tumulto, los empujones de las doce del día. Todo por conseguir un boleto, pasaporte precioso hacia la fortuna de presenciar las peripecias del protegido de la diosa Kali, acompañado de su pequeño y valiente amigo Solín.
El cine Lux y sus miércoles de películas americanas. Invariablemente llegaban veinte o treinta ciudadanos aburridos a ver la proyección de media semana; unos cuantos terminaban el programa doble, quién se iba a chutar dos películas gringas, si apenas se hablaba la castilla. No faltaba el paisano que, al quedarse muda la película –por problemas técnicos- reclamaba “¡sonido, que no sé leer!”, y la transposición de la voz chilanga “cácaro”, transformada en “¡ora, Mario, deja la botella!”, aunque el mentado fuera operario del cine Juárez, ubicado a cuatro cuadras del lugar.
El cine Lux y sus gradas de concreto; el lunetario con su sillería metálica soldada de extremo a extremo de cada fila, con el clásico pasillo al centro, y sus baños y mingitorios democráticos, dígame si no: el varón de luneta debía hacer sus aguas en el local de galería, mientras la mujer ocupante del graderío pasaba a preferencial para hacer de las suyas. Lindo el cine, tanto que en una ocasión, un pariente venido del DF comentó, mientras dirigía la vista hacia arriba.
-Qué original.
-¿Por qué? –inquirí.
-Las luces son tan reales, que parecen estrellas –contestó.
Reímos abiertamente cuando le aclaré sobre la inexistencia de otro techo que no fuera el tachonado cielo natural.
Las matinés de revistas alquiladas ¿se acuerdan? Por veinte centavos usted podía leer el último número de Juan José Panadero “El Payo”, lo mismo que una antiquísima edición de la hechicera Hermelinda Linda o su similar Aniceto Verduzco, feos como pedrada en el ojo. Por supuesto, existía la opción de Novelas de Amor o Rutas de Pasión.
Para el o la comerciante (que nada tenía que ver con el dueño del cine) era un buen negocio, sin contar con el previsible extravío semanal de dos o tres ejemplares, producto del avispamiento de los lectores, lo cual resultaba en llanto del micro emprendedor de regreso a casa, tal como cuenta un mi compadre de apellido Terán.
III
Como diría el buen Sabines “Pasó el viento. Quedaron de la casa, el pozo abierto y la raíz en ruinas, y es en vano llorar…”
Construyeron el Cinema Acuario, tenemos media docena de videoclubes, donde se pueden ver las aventuras de Rambo en su episodio número diecisiete o los hermanos Almada, a un paso de ocupar el sacro lugar de abuelitos del cine nacional.
Pero no es lo mismo. No, señor.

De Eróticos anónimos, 1995.

Anuncio
Click para comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

Publicado hace

el

Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

Anuncio

Continuar leyendo

Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

Publicado hace

el

Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

Anuncio

El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

Continuar leyendo

Tendencia