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Cultura

La misteriosa luz en el destino de Alejandro Robledo.

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misteriosa luz alejandro Robledo2

Invocamos a la memoria y nos ofreció recuerdos de los años setentas en la octava sección “cheguigo” Juchitán, Oax.

Por las fotografías colgadas en la pared de la pequeña casa, cualquiera pudo imaginarse que Alejandro Robledo fue un niño amado por sus padres; sobre todo, por haber sido el primogénito de la familia. En ocasión de un velorio, un vecino cercano comentó que, fue mucha la felicidad que sintieron Mauro Robledo y Juana Cruz, a la llegada de ese primer hijo; en todas las convivencias, y en los ratos de descanso de sus duras jornadas de albañilería, el orgullo de tener un hijo varón, fueron temas constantes en cada plática de Mauro.
En todos los tiempos y lugares, salvo muy contadas excepciones, las condiciones para que los hijos de las familias pobres tuvieran la oportunidad de estudiar y tener una formación profesional, siempre han sido bastante limitadas; imponiéndose consecuentemente la forzosa necesidad de aprender los oficios de los padres, en los casos de los barones; de igual manera, las hijas antes de casarse se esmeraban por practicar los quehaceres de sus madres, o de las suegras, cuando se casaban. El pequeño Alejandro, como cientos de los niños de aquellos tiempos; solamente lograron concluir el tercer grado de primaria. Precisando desde luego que, el tercer grado, era ya un nivel de aprendizaje de consideración, que mucho ayudaba para el rápido conocimiento y aplicación de los oficios.
Mauro Robledo, tomando en cuenta las costumbres de la familia, consideró que los quince años de edad de los hijos, eran suficientes para comprender los rigores de las obligaciones y responsabilidades en el hogar; Antes de ser albañil, Alejandro soportó mas de cinco años las duras faenas del peón. El dominio del oficio y la percepción de un salario que con sacrificios cubre las necesidades básicas, generaron pensamientos e ilusiones de matrimonio en la mente de Alejandro. Cuando cumplió los veintidós años, se casó con Rosita Cabrera, con quien tuvo dos hijas, Maura y Julieta. Los ingresos de Alejandro como albañil y lo que obtenía su esposa por las ventas de tortillas de horno, no alcanzaron para la construcción de una casita, por lo que se vieron obligados a vivir en la casa de los padres de Alejandro.
A pesar de que el anciano Mauro era bastante estricto con sus hijos, en cuanto al consumo de bebidas alcohólicas, no supo en que momento, su primogénito se entregó en las garras del vicio más cruel en la historia de la humanidad. Se dio cuenta cuando Alejandro llegaba en completo estado de embriaguez, al principio todavía cumplía con sus responsabilidades laborales; pero conforme avanzaban loas días, se fue incrementando lo que siempre experimentan los alcohólicos, el desvanecimiento de los sentidos de responsabilidad; es decir, cuando ya no importan los hijos, el trabajo, los patrimonios, demás familiares y a la existencia misma.
Lo conocimos de niño, y compartimos con él, diferentes juegos en algunas calles de “Cheguigo”; por diversos motivos nos ausentamos durante algunos años del barrio. No recuerdo con precisión el día que, regresamos y preguntamos por él, un vecino de la casa de sus padres, nos señaló una casa pintada de azul, y nos dijo, ahí lo encontrarán, hace unos tres minutos que entró. Caminamos unos doscientos metros, al llegar al lugar indicado, leímos un letrero que decía: “Alcohólicos Anónimos” “Nueva Esperanza”. 24 Horas “AA”. El comisionado como recepcionista en ese día, amablemente nos invitó a pasar y nos designó dos sillas, en el momento de sentarnos, distinguimos a una persona en la tribuna, a punto de iniciar su discurso y dar su acostumbrado testimonio… Era nuestro amigo de infancia Alejandro Robledo Cruz, tendría ya sus cuarenta y ocho años de edad, nos miró, pero quizás por tanto tiempo pasado, no nos reconoció en el momento.
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Nos dio mucho gusto verlo sano, vestido con ropa limpia y huaraches nuevos. Pusimos mucha atención en lo que dijo y, fue cuanto nos enteramos de los sufrimientos más duros que puede experimentar un ser humano, cuando cae en las garras del alcohol. Escuchamos bien claro cuando dijo…soy Alejandro, soy alcohólico, en tres semanas cumpliré siete años de no beber alcohol; como podrán ver, ahora estoy vestido como toda persona decente, mis ropas limpias, mis huaraches nuevos, ya construí una casita, recuperé el amor y el respeto de mis hijas, recuperé el aprecio y respeto de mis vecinos, lo poco que gano como albañil, se lo entrego a mis hijas, para los gastos necesarios; como siempre lo he manifestado ante ustedes; fueron muchos los daños que le ocasioné a toda mi familia; a pesar de las cosas valiosas que he recuperado y que han dado un nuevo sentido a mi vida, por mas esfuerzos que hago, no he podido superar los profundos sentimientos de culpabilidad que martirizan mi alma y mi corazón; cuando volví a mi estado racional y de conciencia, pude aceptar que mi padre dejó este mundo terrenal, al no poder soportar la vergüenza de que su primero y amado hijo, signo de su orgullo de padre, se convirtiera prácticamente en una piltrafa humana, en un ser despreciado y sin valor alguno para los que lo distinguieron y lo respetaron antes de caer en desgracia voluntaria.
Fueron muchos los años en que el alcohol, me arrastró y me condujo a realizar acciones que tal vez nunca tenga perdón del todopoderoso; a mi pobre esposa Rosita, a quién amé mucho,..no hubo un día en que no la insultara y le propinara fuertes golpes, todo, porque no me daba una miserable moneda para comprar alcohol y saciar mi maldito vicio. Mientras más tardaba en darme la moneda, eran mas los insultos y los golpes que le daba a mi pobre esposa; ella, muchas veces me pidió perdón y me decía que me daba la moneda que yo le exigía, porque todavía no vendía las tortillas que elaboraba y colocaba en el ardiente horno. Mis hijas, que ayudaban a su madre en los quehaceres, se daban cuenta de mis maldades, y sin duda alguna que el amor de ellas hacía su maldito padre, se fueron desvaneciendo poco a poco. Un día miércoles santo, mi abnegada esposa dejó de existir, dijeron que de una enfermedad grave; pero ya sé que ella se marchó al cielo porque ya era imposible que siguiera soportando mis insultos y mis agresiones; se deprimió mucho hasta perder el valor de la existencia terrenal….. Cuando ella falleció, no estuve presente, tampoco asistí al velorio de cuerpo presente; unos amigos fueron por mí, en una cantina exclusivo para teporochos, apoyados con una carretilla de mano, me llevaron a la casa de mis padres, donde velaron a mi esposa; según me dijeron para darle el último adiós, antes de su partido al panteón miércoles santo. Del novenario y de los cuarenta días, no supe nada.
Maura y Julieta, mis hijas de catorce y doce años respectivamente, al quedarse huérfanas de madre, se quedaron con su abuela Juana, es decir, mi madre, a quien ayudaban en la elaboración de tortillas de las que se conocen como “gueta suquíi”..No obstante los tristes y lamentables acontecimientos, yo seguí con mis borracheras, y como ya no existía mi esposa, opté por molestar a mi madre, cuando ella se negaba a darme la moneda, la desconocía como tal y la insultaba y la amenazaba con golpearla; estas inimaginables escenas eran del diario. Mi ingrata y agresiva presencia, provocaba llantos y lágrimas en mi madre y en mis hijas…Cuando en mis ratos de sobriedad veía y en ocasiones sentía los resultados de mis malas acciones; me surgían ideas y deseos de dejar de beber; tres días fueron los que pude aguantar.
Un día primero de mayo, tirado en la entrada de la pequeña cocina, donde mi madre y mis hijas elaboran las tortillas, logré escuchar voces y risas acompañadas con las notas de las mañanitas en las casas vecinas; mientras los hijos e hijas felicitaban a sus madres por esa significativa fecha, mi madre y mis hijas con lagrimas en los ojos soportaban mis insultos, sin faltar las mentadas que causan mas dolores en el corazón que un golpe físico…tal vez por lo que representa ese día para las madres, el llanto de mi madre de repente se convirtió, en lo que jamás un hijo puede esperar de su mamá; ….escuche a mi madre decir, como no se muere este desgraciado y maldito borracho…mis dos hijas secundaron a las palabras de mi madre,..también escuche que dijeron,…si abuelita, como no se muere este maldito borracho. En eses instante dije, dios mío hasta donde he llegado, ..que cualquier persona le desee la muerte aun ser humano por ser malo, tal vez se comprenda o se justifique; pero, que una madre le desee la muerte a su propio hijo, y las hijas a su propio padre, es lomas doloroso que le pueda suceder a alguien. En ese momento, vi una brillante y misteriosa luz que cruzó por mi cabeza y se elevó hacía el cielo. Nunca supe que fue, pero esa fue la última vez que bebí alcohol.
Mi madre también se ha marchado de este mundo, ahora, ya tengo mi casita, donde mis hijas se sienten orgullosas de su padre. Lo que no podré superar es lo de mi esposa; ahora solo me queda llevarle flores los jueves y los domingos de cada semana, como es la costumbre de nuestra gente. Le lloro mucho y le pido perdón por todo lo que le hice.
Al terminar su testimonio, nos acercamos para identificarnos con el, estrecharle la mano y felicitarlo por re-encausar su destino.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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