Ellos ya no estaban cuando la decadencia integral de su pueblo se reflejaba por todos lados y en todos los aspectos, pero lo vieron en sus sueños y en cada despertar, se lo contaron a sus hijos, y éstos a los suyos, y cuando el futuro se transformó en el presente, la mayoría de los que llegaron después, no supieron interpretar los sueños, ni aun viendo ahora a este pueblo agonizando por el cáncer provocado por el desorden y la anarquía impuesta por unos cuantos, que cegados por el maldito polvo de la ambición desmedida por el poder y el dinero, confunden progreso con retroceso; aun sabiendo que el destino ya alcanzó a Juchitán y que su futuro está envuelto en una espiral incierta.

Antes de irse, los ancianos, dijeron haber vivido momentos, cuando las buenas costumbres y el respeto, eran los valores fundamentales en los que descansaba el orden y la armonía para una buena convivencia social; inclusive, la propia naturaleza parecía entender, y participar con la comunidad. Las lluvias llegaban puntuales, las cosechas fueron suficientes para mantener a todas las familias, de tal manera que, hasta los más pobres cubrían sus necesidades primarias. Las fiestas tradicionales se realizaban en perfecto orden y conforme a los lineamientos correspondientes; el tequio se practicaba con normalidad, la fraternidad imperaba entre los habitantes de Juchitán. En lo religioso, la fe profunda hacía la deidad, obligaba a los campesinos a ponerse de rodillas y persignarse cada vez que escuchaban el tañer de las campanas de la iglesia mayor. En el ámbito familiar, el respeto hacÍa las personas de mayor edad era bastante notable y obligada. En esos pasados tiempos, el pensamiento de Juárez, se imponía, porque se respetaba el derecho y la propiedad ajena. Era pues, un pueblo que caminaba por el sendero del progreso.

Hubo un tiempo en que las tradiciones y las costumbres de Juchitán, lograron impactar más allá de las fronteras, los visitantes de países extranjeros, hablaron muy bien de lo que vieron y vivieron en las diferentes ocasiones festivas; algunos inclusive, decidieron quedarse a radicar por un tiempo considerable en la ciudad. Se puede afirmar que muchas cosas estaban bien, hasta que los tiempos modernos llegaron, y con ellos los políticos con sus ambiciones por el poder y el dinero; ahí fue donde el destino inició con su persecución, logrando finalmente dar alcance a Juchitán en los momentos más críticos de su existencia.

Por la polarización social que experimentó la ciudad, ante la creación de la COCEI y su participación en la vida política; durante la última parte de la década de los setenta, todos años de la década de los ochenta, y una parte de los noventa, tuvo de una característica peculiar en lo que respecta a la forma de distinguir a los simpatizantes y seguidores del PRI y de la COCEI, en los distintos eventos sociales, religiosos o políticos. En esos tiempos, rojo señalaba a un coceista y el de color verde, distinguía a un priista; la pasión partidista era tan profunda, que en las mismas familias se veían las marcadas diferencias por los paliacates que usaban los caballeros, y los listones que utilizaban las damas. Muy a pesar de estas diferencias, eran más los ciudadanos los que apoyaban a los movimientos y luchas que surgían de los planes que formulaban los dirigentes de la organización que prometía un futuro de desarrollo y progreso para Juchitán, a través de una bien consolidada ideología y pensamiento de izquierda; sustentada desde luego en valores universales, sobre todo, en el valores de la honestidad, la lealtad, el orden, la limpieza y el respeto.

La COCEI, logró por primera vez en la historia política de México, un triunfo electoral sobre el poderoso PRI, este acontecimiento sorprendió y asombró a propios y extraños, y se habló entonces de una elevada conciencia política de los juchitecos en aquellos años. La verdad de tales resultados electorales, se debió a los importantes apoyos que la sociedad civil le brindó a la organización; pero sobre todo, por el hartazgo del yugo priista durante muchísimos años, identificándose también la esperanza de los ciudadanos para los primeros cimientos para el despegue de la ciudad hacía el desarrollo y progreso sustentado en el Estado de derecho; es decir, bajo el imperio de la ley y consecuentemente el orden, la armonía y la paz. La confianza y credibilidad otorgada a los líderes coceistas, se debió precisamente a que éstos tenían como bandera y propósito fundamental el restablecimiento del Estado de derecho que los gobiernos municipales del partido institucional, habían hecho languidecer durante varias décadas.

Los buenos planes y el rumbo trazado por los dirigentes de la COCEI, se desvanecieron y tomaron otra dirección, cuando la gran sombra tentadora de la corrupción cubrió las mentes y corazones de quienes al estar en el poder saborearon las mieles del poder y del dinero, obtenidos cómodamente. Unos aprendieron de otros, acerca de los medios y formas de llegar al poder municipal. La cantidad de votos que obtenían en las dos primeras colonias populares ( la Rodrigo Carrasco y la Gustavo Pineda), abrió los ojos a viejos y nuevos dirigentes, quienes al ver los resultados favorables que se obtenían controlando dichas colonias, maquinaron en sus cerebros, la creación de colonias, simulando necesidades de vivienda, y posteriormente presionar a los gobiernos del estado de Oaxaca a indemnizar a los predios invadidos de manera violenta e ilegal.
Al convertirse las invasiones de terrenos en una práctica común e incontrolable entre los coceistas; dichas e injustas acciones, crearon una especie de fiebre que terminó convirtiendo a cualquier seguidor o simpatizante imbécil en líder de invasores de terrenos ajenos, llegando al extremo de ocupar para ello a maleantes armados, para amedrentar, tanto a los dueños de los predios invadidos, como a otros grupos de otros partidos políticos, (PRI,PANAL; PT,PRD). Lo más terrible y lamentable para Juchitán, es la proliferación de peligrosos delincuentes en las más de 120 colonias populares que los coceistas y priistas han creado de forma desordenada.

Vivir del presupuesto, se convirtió para los líderes de la COCEI en un estilo propio, una forma de vida única, por lo que nunca aprendieron un oficio para trabajar dignamente, resultando esta situación un tanto complicado, por la competencia que se elevó a través de los años, generando en consecuencia una gran división en la organización y discutiendo violenta y agresivamente los puestos de elección popular. La ambición por el poder y por los recursos económicos, orilló a los dichos dirigentes a crear más métodos y acciones que les dieran fuerzas para exigir posiciones en puestos públicos, para ellos o para sus seguidores o damas de compañía sin importarles los daños que ocasionaban a la ciudad y a los ciudadanos; a diario comparten los desórdenes y caos que parieron, y en nada les preocupa, cobijan con sus mañas de venta de espacios a cientos de vendedores ambulantes, de manera arbitraria y astutamente invadieron el centro histórico de Juchitán con miles de mototaxis, operados por menores de edad, en su mayoría con problemas de adicción a alguna droga, y muchos con antecedentes penales, este gremio de transporte está catalogada como el peligro más grande para la ciudad, debido a sus participaciones en muchos actos ilícitos .

¡¡Increíble!!…, los dirigentes coceistas, que una vez fueron la esperanza de Juchitán, ahora son culpables de que el destino haya alcanzado a esta ciudad que en un tiempo fue admirada por muchos. Falta poco para que se consuma y se vuelva un pueblo fantasma. Juchitán cambió mucho y su imagen actual da miedo tristeza y vergüenza, y por si fuera poco, las compañías cerveceras, les correspondió hacer pedazos las costumbres y tradiciones, así como de manera conjunta y en complicidad con los presidentes municipales, establecer diez cantinas y depósitos de bebidas embriagantes por cada escuela. Entre líderes rapaces y sinvergüenzas, empresas cerveceras, casas de empeño y proyectos eólicos mal encausados, entregaron a su Juchitán para ser alcanzado por el destino. Sí,.. el destino inesperado.