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Cultura

Tiempos de inocencia en Juchitán (1ra Parte)

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Mi abuela Leonarda Marín Villalobos, Naa Liona Shxeeme, en sus sabias reflexiones decía que, los viejos tiempos fueron mejores, cuando por las tardes contemplaba los crepúsculos vespertinos, allá en el horizonte. El tiempo le concedió toda la razón a la abuela: ahí está la realidad; ahí está la sociedad con su modernidad haciendo pedazos los valores y caminando en un triste espiral sin fin. La abuela tenía razón, los viejos tiempos en Juchitán fueron mejores, porque se veía con claridad el conocimiento y la práctica de los valores, a la luz de las linternas y de las velas.


1-
Esa tarde del viernes santo, un fuerte aire soplaba y las nubes viajaban con dirección al norte a gran velocidad, como si tuvieron prisa por llegar a sus destinos. Las primeras sombras de la noche invadían lentamente las casas de Juchitán. La hora en que llegaron los niños a la banqueta del hogar de Casimiro López, era la de costumbre para escuchar con atención las pláticas del ingenioso León Vicente; todas ellas relacionadas con leyendas y cuentos sobre fantasmas, nahuales, almas en pena o apariciones de difuntos. Los primeros en llegar fueron los hermanos Villalobos de siete y nueve años de edad, hijos de Rosendo Villalobos, profesor de la escuela primaria “Evaristo C. Gurrión”. Estos niños procuraban sentarse uno siempre junto al otro para mitigar la angustia mientras escuchaban las narraciones, que en ocasiones ponían los pelos de punta y provocaba miedo en los chiquillos; no obstante los malestares que sentían, las asistencias eran puntuales todos los días.
Mientras el anciano y los dos niños esperaban a los hermanos Matus de diez y once años, (hijos de Agustín Matus, sastre del barrio) y al más pequeño de todos Abelardo Rasgado, de apenas siete años, (hijo de Arnulfo Rasgado, fabricante de tabiques rojos en el terreno de Mariano Pérez, ubicado a unos metros del canal de riego) se escuchaba con claridad los nostálgicos cantos de unos alcaravanes o berelele, en zapoteco. Aunque esta reminiscencia de repente se interrumpió por los inesperados ladridos de unos perros. Eran los canes de Paulina Mijangos, que se resistían a ser amarrados en un árbol de almendra; Paulina maniataba a los perros y los soltaba más tarde para que cuidaran la casa, cuando salía a realizar curaciones a los enfermos de mal de espanto o del mal de vergüenza (conocido éste último como chxivi-guichxa, que era un mal que atacaba principalmente a los niños y a las jovencitas que sorprendían a sus parientes o vecinos desnudos en los momentos amorosos).
El sol había cumplido con su jornada dando paso a la noche de ese viernes santo, a pesar de la primavera, los fuertes vientos refrescaron el ambiente; los cantos de los alcaravanes, se opacaron con los ladridos de tres perros flacos que perseguían con furia a Tomás Matus, a su hermano Maximino y al pequeño Abelardo Rasgado. La curandera Paulina se descuidó y sus perros se desataron al descubrir y reconocer a los chiquillos que tenían la costumbre de aventarles piedras cada vez que pasaban por la casa de la viejita Naa Pauu, como la conocían; no obstante los consejos de sus padres, los niños insistían en molestar a los perros, la última queja de Paulina, fue cuando una de las piedras lanzadas perforaron la tinaja donde guardaba el agua para beber, la cual se tuvo que reponer por una nueva que compro la esposa de Agustín Matus. Los inquietos lanzapiedras lograron llegar y subir a la banqueta de Casimiro López con la ayuda de León Vicente.
Una vez que se tranquilizaron los niños, cada uno tomó sus lugar de costumbre, el anciano narrador se colocó en su pequeño taburete y, antes de iniciar sus pláticas, a manera de consejo les dijo a los presentes: niños…no maltraten a los animales; sobre todo a los perros, gatos y caballos, porque…estos animales en muchos casos han sido de enorme utilidad en momentos difíciles, y les mencionó algunas ocasiones en que perros y caballos salvaron a sus amos en situaciones casi fatales.
Ahora que ya están todos les dijo el viejo narrador,.. escuchen lo que les voy a contar:
Esta noche voy a hablarles acerca de Cirilo Manuel, el comerciante de cocos frescos, que se despidió de este mundo terrenal de una manera trágica, porque según dijeron sus vecinos del Camino Grande –Neza Roo—el pobre hombre fue víctima del diablo nocturno; han saber ustedes niños,..que los diablos también se turnan para llevar a cabo sus malas acciones.—así hay demonios diurnos y diablos nocturnos, estos son los más perversos, porque no solo se llevan el alma del hombre, sino que también, destrozan sus cuerpos y se los levan al infierno o como se dice en zapoteco, Gabiaa , por eso, cuando alguien hace daño al prójimo o pretende hacer daño a alguien, es como un deseo decirle “Guyyee-Gabiaa guashini”, vete al infierno de noche.
Hace aproximadamente veinte años, en una noche del mes de octubre, los ancianos Cirilo Manuel y su esposa Atanasia la tehuana, aprovechando la claridad de la luna en plenitud; entre los dos se apoyaron para sujetar el yugo a los cuernos de la yunta de bueyes que tenían como valioso patrimonio e instrumento fundamental de trabajo; como paso siguiente, Cirilo Manuel, ya sin la ayuda de su esposa, sujetó el timón de la carreta al yugo, quedando listo ya el transporte. Mientras los bueyes esperaban rumiando pacientemente con la carreta lista para partir, Cirilo, entró a la pequeña cocina de adobe con techo de palma, descolgó el morral de uno de los horcones de mezquite que servían de soporte o columna de la cocinita. Del comal de barro que tapaba el horno donde Atanasia ponía a cocer los totopos, estaban puestos unas hojas verdes de almendra como envoltura de unos camarones secos y dos hojas de totomosle con un pedazo de queso seco; al salir de la cocina, Cirilo, con voz suave pregunta a su esposa donde había puesto la servilleta de manta con los totopos, Atanasia, le responde…en la mesa de santo..Cirilo.. allí están los totopos hijo.., los comestibles fueron colocados en el morral que Cirilo Manuel, colgó en un palo puesto en la carreta en forma vertical.
Como la anciana Atanasia sufría de reúmas, con la ayuda de su esposo y apoyándose de un taburete que siempre llevan en sus constantes viajes a Tehuantepec, la anciana subió a la carreta y acomodó el taburete entre las redes que utilizaban para el transporte de cocos frescos de Tehuantepec a Juchitán.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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