Cultura
Alejandro Cruz Martínez, Poeta asesinado*.
Alejandro nació en la ciudad de Ixtepec, Oax., en el mes de agosto de 1960.Se inscribió en la Escuela Normal del Istmo de su pueblo natal, en esa época fundó un taller literario y editó la revista Vateé en donde aparecen poemas de Esteban Ríos y Amira Martínez, entre otros jóvenes autores de su generación.
Por su participación en los conflictos estudiantiles de la Normal fue expulsado. Se inscribió en otras instituciones pero por su avanzado pensamiento a favor de las causas justas, fue rechazado una y otra vez. En 1980 es merecedor del primer premio de poesía en la Casa de la Cultura de Juchitán. Se le otorgó una beca para asistir al taller de poesía que dirigía el maestro Carlos Illescas bajo los auspicios del Instituto Nacional de Bellas Artes.
En octubre de 1984 la Casa de la Cultura Oaxaqueña y la de Juchitán publicaron el poemario Se Cancela por Olvido con una portada de Óscar Martínez. En diciembre de 1986 la Casa de la Cultura editó el volumen Historias que el Tiempo no Registra poemas escritos para ser llevados al teatro con temas propios de su provincia campesina.
En esos años ejerció el periodismo y continúa escribiendo profusamente, sus artículos y poemas aparecieron en el periódico Hora Cero, el único órgano informativo de izquierda de ese entonces, y también en la revista Tierra Adentro del INBA. Trabajó en el departamento de difusión cultural de la Casa de la Cultura de la ciudad de Oaxaca, allí se integró a la Asociación de Trabajadores del Arte y fundó la Asociación de Poetas y Cuentistas de Oaxaca, misma que presidió hasta principios del año de 1987, fecha en que regresó al Istmo de Tehuantepec para integrarse a la lucha a favor de los campesinos y obreros en su natal Ixtepec. Laboró en la regiduría de educación del Consejo Municipal de Juchitán haciendo un fuerte bloque dentro de la corriente de la COCEI en el municipio juchiteco.
En el mes de agosto de 1987 la regiduría de educación y cultura de Ixtepec editó el libro 16 Mentiras y un perfil biográfico de Manuel Palomec (Manuel Yeéla), recopilaciones de corte surrealista, típicas en el Istmo de Tehuantepec, que Alejandro gustaba recrear porque venían del pueblo, su pueblo ignorado, de “calles olvidadas y sucias”, como él decía con mucho dolor.
Al ser asesinado el 22 de septiembre, por la espalda, —los esbirros siempre matan a traición, porque no pueden mirar de frente a un hombre cabal—, dejó varios libros inéditos. Hoy vemos reunida su producción literaria y nos damos cuenta de la gran pérdida que han sufrido las letras oaxaqueñas.
Alejandro fue asesinado por su intensa labor dentro de las filas de la COCEI. Lo mataron precisamente el día en que el poeta logró la firma de un convenio de excavación de pozos de agua que estarían al servicio de los campesinos y, claro, en franca oposición con los caciques conocidisimos de Ixtepec. Su muerte fue perpetrada con la anuencia de las autoridades y es un intento de descabezar a la COCEI fuera de Juchitán.
Desde siempre Alejandro perteneció a la estirpe envidiable de Roque Dalton, de Otto René Castillo y tantos poetas muertos en la lucha por la liberación de nuestros pueblos en Cuba, Nicaragua, Guatemala y toda la geografía de América Latina.
Alejandro nos ha enseñado una vez más que la poesía debe estar al servicio de la condición estética del hombre, pero también al servicio de la lucha por la liberación física del hombre mismo. Ese es el papel de la literatura en aras de los derechos más elementales del ser humano. Alejandro cuán heroica ha sido tu muerte. ¡Te envidiamos! Porque ya perteneces a la historia. No nos dejes solos, hermano.
Macario Matus
*Tomado del Prólogo del libro “Poesía Última”. Primera edición 1989
HAGAMOS UNA PINTA AL CIELO
Alejandro Cruz Martínez.
El dolor me inunda la boca
y la rabia me desgarra la garganta
con un grito pesado
que hora duerme a mis pies.
Tengo miedo de llegar a ese recuerdo
al angustioso recuerdo
que un día, ustedes se fueron.
Se marcharon juntos
como se van los compañeros
ustedes eternos compañeros.
Dicen que fue accidente inevitable
yo aseguro que fue asesinato
si no hay en la tierra un culpable
culpo a Dios de irresponsabilidad
ante este crimen.
Es inútil olvidar
no puedo engañarme de tu sonrisa Hugo
de tu corteza Rubén
de la alegría y el dolor que juntos creamos.
¿Se puede olvidar con quienes se comparten
sueños?
¿o cuando se discute y coincide?
¿o cuando se aprende lo correcto?
no quiero olvidar
y prohibido el llanto a sus memorias.
Tal vez ellos nos esperan ansiosos
para guiarnos por donde ahora viven
para mostrarnos su ropa celeste
su cabello peinado
el libro al brazo y los lentes de Rubén
ya compuestos.
Cuando nos veamos, me dirán
si no hay países donde habitan
ni lenguajes que dividan
y ustedes estarán bien
¿o les falta algo?
Si esto último fuera cierto
les suplico nos lo hagan saber
y mañana mismo
sin reuniones, ni mítines, ni marchas
—se los juramos—
haremos una pinta al cielo.
Al medio día que lo supe
sabía que no era cierto
otra broma de los compañeros.
Pero allí estaban
juntos, fríos he imposibles
Hugo con los ojos de sorpresa
y Rubén con su delicioso sueño.
La noche anterior
bromearon a Rubén mientras bailaba
y esas bromas brotan negras
en este día acartonado.
¡Ay! sábado maldito
este día no tiene luz
y el sol apareció por rutina.
¿Sirve de algo que les mire la cara?
¿o las manos?
¿o les grite que no lo creo?
Sería mejor que lo supiera después
o que no lo supiera
es tan doloroso recibir dos muertes
en un día.
Tengo una pregunta y un millón de dudas
¿qué carajo hacían a esa hora
a esa maldita hora
en ese lugar de mierda?
Alguien dijo que era su destino.
¡A la chingada el destino!
no sabe a nada mirar la muerte
la muerte reaccionaria y desnuda
sobre estas cuatro sillas de madera
los gritos brotan como bufidos de toros
hieren los oídos y dejan libre el llanto.
¡Maldita la muerte impúdica!
este sábado está hecho con desperdicios
de otros días
Hugo levanta su cerveza y no la bebe
y Rubén dispara al aire
su voz estentórea y despierta a sus vecinos
dicen que a Rubén
le llegó la muerte mientras dormía
estoy esperando el día en que despierten
de golpe, bruscamente
y vengan a decirnos que fue una broma
y ese día
pasen a la casa, cabrones
para irnos a emborrachar de gusto
como lo hacíamos antes
¿recuerdan?
cuando aún no habían partido.
SOBRE LA DURA PIEL DE LA PALABRA
Alejandro Cruz Martínez
Sobre la dura piel de la palabra
deslicé mis labios silenciosos
con la prisa de quien pide un beso.
Su caparazón
me retornó de tus ojos profundos
a la brisa dentro de su cuerpo.
En su dura piel
la palabra me brindó un collage
de lIanto-risa-suspiro-miedo.
Deslicé mis dedos sin tacto
y la lápida de tu risa
encerró mis besos balbuceantes.
Derramé mis cantos
agoté mis esperanzas flacas
retorné a trotar los ojos
mudos y pálidos de sueño.
Vestido de metáforas marchitas
me enamoré de la palabra amarga.
La palabra
explotó
en mi
oído
y
quedé
sordamente
herido
de charlatanería
II
Desenterré mis raíces
y salí a caminar por las montañas.
Hubo lugares donde comí flores
y otros donde aspiré su perfume.
Nací de un vientre vegetal
oscuro y perfumado
y recorrí lagunas, sierras y valles.
Enterré mis raíces en el vientre de jade
que sopla en la vieja Antequera
y pagué tributo a la amistad,
la soledad y al amor.
Me castigó el orgullo mis hojas
y la envidia marchitó mis cogollos.
Hube de retornar marchito
el vientre que me aguarda, confiado con nuevas raíces, sin flores de amor.
Semblanza de Alejandro Cruz
Gabriel Cruz Martinez
Por el año de 1960, en el mes de agosto, cuando las lluvias son parte importante del paisaje de la Ciudad de Ixtepec, Oax., nacía Alejandro Cruz, hijo de Miguel Cruz y Gabriela Martínez; quien fue ayudada a parir por la comadrona del pueblo.
Su infancia comienza a vivirla en México, D.F., y es ahí donde comienza a tejer sus primeras fantasías y sus deseos de conocer los escenarios donde se desarrollan las historias de Na’ biela, su madre, le cuenta. A los nueve años regresan a su natal Ixtepec, para iniciar un nuevo peregrinar que lo lleve por los rumbos de la alberca, de la ladrillera, de los pitayales, de los arenales a la orilla del río.
Cuando camina de la estación a la ladrillera, ve correr las iguanas y los conejos, al atardecer la posibilidad de encontrarse con los duendes o los chaneques le despiertan una sensibilidad para hacer posible el sueño de volverse viejo y sonreír a los niños del futuro incierto; conoce a Lucrecia, a Estela, a Manuel López, a Jesús Méndez, comparte con ellos la intención del saber en los salones de la Rafael Ramírez, como antes de la Fray Mauricio, después se monta en los pupitres de la Diurna y comienza a explorar con más pasión los andares del escribir y sus primeros versos son frutos que se dan por racimos, aunque no maduran y cuajan como él quisiera.
Para 1977 ingresa a la Escuela Normal del Istmo, y a la par de eso, comienza a involucrarse en los movimientos obrero y campesino de su pueblo; aparece su primera revista literaria con un círculo de estudiantes normalistas, publica en el periódico “El normalista” su poema EL CRISTO NEGRO bajo el seudónimo de JOE KENT; gana una beca para asistir a un taller de poesía en el INBA donde conoce a David Huerta, Tito Monterroso, David Ojeda, Gustavo Sainz, entre otros.
Apasionado por la efervescencia política que se da en el marco del Movimiento Democrático Universitario, de la COCEI, del Frente Único Popular, se incorpora de manera comprometida a estas luchas, lo que le permite conocer a otros seres que le hablan las historias de Damiana Man, la mujer que fue vendida por dos pesos de mezcal y una caja de cigarros; de Lucía Zenteno, aquella que en sus cabellos llevaba el río y sus peces; a Pilunyerri que soplaba las espaldas para espantar al susto; de Na Yoma y de tantos y tantos que hicieron surgir las historias que el tiempo no registra.
El dolor empezó a hacerse presente, los buenos amigos y la gente querida iniciaron una cadena de muertes, lo que hace, casi por compromiso moral, enhebrar relatos y versos para recordarlos y concelebrarlos en sus viajes al eterno, de ahí HAGAMOS UNA PINTA AL CIELO, donde hay un canto al heroísmo del pueblo Chimalapa, a la lucha de Polín De Gyves, y lo que le da nombre al poemario, un rotundo reclamo por la muerte de Hugo Manuel Mayoral Palafox y de Rubén Valencia López; canta también a la muerte de Na Beta, de Na Bundia, de Ta Cundo, de Xduladi y muchos más.
Prolífico como era, funda la Asociación de Poetas y Cuentistas de Oaxaca, participa en una serie de encuentros de poesía y eventos culturales, nos muestra una variada gama de escritos y estilos poco comunes, es ejemplo vivo para los jóvenes poetas del Istmo.
En el ruido de la grava acariciada por sus pies descalzos, en el suave rozar de la arena, desenreda la historia del chamizo, la huida de los bicuniza y la desaparición de las hortalizas y las milpas, encuentra en el amor de Manuela la extensión de sus pensamientos con la llegada de Tania y de Manuel Alejandro.
Un día aciago, no por aciago menos imborrable, ese 24 de septiembre de 1987, una mano no anónima, hizo un disparo, parafraseó a Mejía Godoy, “mordió tu carne dulce, la bala de un cobarde, callaron los poetas, cuando se fue tu tarde” y ese balazo hizo que sus ideas y sus personajes se fueran diseminando por el extenso horizonte y los que veníamos detrás fuéramos recogiendo para darles forma, darles vida, darnos la posibilidad de encontrarnos jodidos hacedores de versos.
Murió Alejandro, pero el sueño mezquino de matar su ejemplo, su obra no se ha cumplido, por fortuna para los que le sobrevivimos, porque pocos son los elegidos y, Alejandro nos lo demuestra, son incontables.
Mayo 2005. Cruz Martínez, G. (2005). Semblanza de Alejandro Cruz. En Editorial
Cultura
Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024
Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad
Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.
Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.
En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.
El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.
Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.
Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.
Cultura
Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño
Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet
El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo, se torna, interesante para la mente infantil.
En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual, José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.
En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.
Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.
El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.
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