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Cultura

Guendalizá, la “Guelaguetza” que celebra a los pueblos del Istmo y recuerda la primera insurrección indígena

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Santo Domingo Tehuantepec.— El 22 de marzo de 1660 se desarrolló en la provincia de Tehuantepec una insurrección indígena, la primera que se ejecutaba en la Nueva España por parte de los nativos de la región contra los administradores de la Corona Española que los explotaban con pesados tributo y los maltrataban de grande manera. La rebelión les dio una autonomía sólo un año y dos meses, con la instauración de un Cabildo de indios, pero después los volvieron a someter.

Ese pasaje histórico que sucedió en lo que hoy es la ciudad de Santo Domingo Tehuantepec se recuerda con gran orgullo en las escuelas y en actos conmemorativos de la población gracias a cronistas, historiadores y personas que han buscado contribuir al rescate de la memoria del pueblo.

Ese es el caso del escritor Mario Mecott Francisco, quien junto con otros interesados en proyectar y preservar la cultura de Tehuantepec decidieron honrar la rebelión de sus antepasados todos los años a través de un encuentro étnico de los pueblos que habitan la región istmeña. Una tradición que ha sobrevivido por más de dos décadas y que ni la pandemia detuvo.

Esta idea se bautizó el 22 de marzo de 1999 como Guendalizá, que significa hermandad. Y el formato, parecido al que se emplea en las fiestas de la Guelaguetza, se estructuró como una especie de encuentro dancístico y cultural entre los cinco pueblos originarios que conviven en el Istmo: los chontales, ikoots, ayuujk (mixes), zapotecas y zoques. Además, se cuenta con la cultura mixteca, que tiene una pequeña presencia en la zona.

La primera vez que se llevó a cabo esta nueva fiesta de la hermandad se realizó en la parte exterior del palacio municipal de Tehuantepec. Para el segundo año se realizó en la ribera del río Tehuantepec, con la intención de mostrar la grandiosidad del río y buscar su rescate de la contaminación.

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Varios años después, la calle que se encuentra entre el palacio y el parque central se convirtió en su sede oficial hasta 2019. Este año, debido a la pandemia por Covid-19, la celebración se realizó en una plataforma digital.

Convivencia. En la región del Istmo de Tehuantepec sólo existe otra reunión étnica con mucho más sincretismo, la que se realiza entre los pueblos de Guevea de Humboldt y Santo Domingo Petapa todos los 24 de julio de cada año, para celebrar la hermandad en la Sierra Mixe-Zapoteca y a sus respectivos santos patronos : Santiago Apóstol y Santo Domingo de Guzmán.

En cambio, el Guendalizá podría entenderse como una fiesta “moderna” que ha pasado por seis etapas. La primera denominada Encuentro Étnico del Tehuantepec, que se celebró la primera vez con la participación de 166 músicos y danzantes de los pueblos ikoots, chontales, zoques, zapotecos, mixes y los mixtecos.

Para la segunda etapa se invitó a dos delegaciones del estado de Oaxaca, y en la tercera etapa ya se incluyó a dos estados de la República; mientras que en la cuarta se agregaron dos países de Centroamérica: Guatemala y El Salvador, para la quinta etapa se sumaron Honduras y Nicaragua.

Hoy, que está en su sexta etapa, se denomina Encuentro Étnico Mesoamericano de la Danza.

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“Comenzó como algo pequeño, como una forma de recordar, homenajear a los hombres y mujeres indígenas de la rebelión de 1660 y también para darle un impulso turístico al municipio que se encuentra entre Juchitán, centro comercial, y Salina Cruz, centro industrial”, expone el organizador, Mecott Francisco en entrevista.

El escritor explica que en los 22 años de vida que lleva esta celebración, se ha logrado crecer mucho, pues se pasó de seis a 12 delegaciones. “Es un proyecto que creció y traspasó fronteras hasta tener como invitados a cuatro países centroamericanos, pero estos seguirá creciendo”, asegura.

Entre las intenciones de sus impulsores destaca el deseo de que el Guendalizá sea el mayor encuentro étnico de todo Mesoamérica, teniendo como ombligo el Istmo de Tehuantepec, lo que implica que sea aún más grande que la Guelaguetza u otro encuentro étnico. Antes de la pandemia, iban por buen camino, pues el encuentro llegaba a reunir en el escenario hasta a 400 músicos y danzantes, y a cientos de espectadores.

Sobrevivir a la pandemia. La llegada de la pandemia de Covid-19 al territorio estatal, que confirmó sus primeros casos el 14 de marzo de 2020, se convirtió en uno de los primeros obstáculos a superar para el Guendalizá, pues las medidas adoptadas por la contingencia sanitaria obligaron a suspender todo el evento ese año, pese a que ya estaba todo pagado y a días de ser montado.

Para no correr con la misma suerte este año, se planeó que el Guendalizá se realice desde el espacio digital, a través de una transmisión en el canal estatal CortTV. Para ello se realizó una grabación previa de nueve delegaciones en sus respectivas comunidades, cada una mostrando sus danzas.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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