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Cultura

LA MANIFESTACIÓN DEL 23 DE JUNIO DE 1929 EN EL PUERTO DE SALINA CRUZ.

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Después de que el puerto de Salina Cruz alcanzó el auge comercial entre los años de 1907 y 1915; con la apertura del Canal de Panamá y el desarrollo de la Revolución Mexicana los inversionistas extranjeros retiraron sus capitales, provocando una crisis económica que desembocó en la muerte paulatina del puerto durante toda la década de los años veinte y la mitad de los treinta. Ante esta situación las autoridades municipales y los grupos sociales existentes organizaron una manifestación popular por las calles del puerto el día 23 de junio de 1929. El siguiente trabajo retoma este acontecimiento con el fin de que las nuevas generaciones se enteren de lo que algunos salinacrucenses realizaron ante los graves momentos que vivieron.

El tenue sol de un día nublado no parecía perturbar las intenciones de los habitantes de la pequeña ciudad muy a pesar de la amenaza permanente de la lluvia que apenas en la noche anterior había cesado después de dos días intensos. La presencia de algunos charcos de agua estancada se confundía con los pequeños arroyitos que a consecuencia del fenómeno pluvial corrían sobre las calles buscando salida en las cunetas de desfogue con destino al mar. A pesar de ello, esa tarde era posible transitar sin dificultad por las amplias avenidas y calles de terracería del puerto acompañadas de un fresco viento del sur que hacía posible soportar el fuerte calor de la temporada.

Era el 23 de junio de 1929 y una gran cantidad de ciudadanos salinacrucenses se habían reunido frente al edificio que servía como oficina de las autoridades municipales en la Avenida 16 de Septiembre que era la principal de la ciudad.
Alrededor de 3 mil personas entre hombres, mujeres y niños acudieron al llamado del presidente municipal y de las diferentes organizaciones civiles formadas por obreros y campesinos, así como comerciantes en pequeño, locatarios y hombres de negocios; todos, preocupados por la grave situación que en los últimos años vivía el puerto de Salina Cruz y la región del Istmo en general.

Decidieron manifestarse recorriendo las calles de la ciudad buscando el auxilio del gobierno federal para pedirle su atención por las desastrosas condiciones económicas del puerto y por el estado de abandono de la bahía totalmente azolvada y cubierta de arena por la falta de dragado; por el limitado servicio del tren de pasajeros que sólo circulaba tres días por semana entre Salina Cruz y San Gerónimo, dejando incomunicada parcialmente a la ciudad; pero principalmente para solicitar la reapertura del puerto y la aplicación de una política de reactivación económica que permitiera el rescate de las fuentes de empleos perdidos desde la salida de la empresa Pearson hasta el cierre total del puerto.

Esta movilización de los salinacrucenses era justa porque desde el año de 1917 cuando la empresa Pearson And Son Limited dio por terminado el contrato que lo ligaba al manejo de los puertos de Salina Cruz y Coatzacoalcos y del mismo Ferrocarril Nacional de Tehuantepec se marcó el inicio de la crisis y del abandono de todas las actividades del comercio marítimo y ferroviario de la región.

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Atrás había quedado la efervescencia de principios del siglo cuando el gobierno federal construía las obras portuarias y una nueva ciudad y además reconstruía el ferrocarril, motor del movimiento comercial del Istmo de Tehuantepec con los continentes asiático y europeo. También en el recuerdo había quedado la fiesta nacional fastuosa cuando cuatro trenes que transportaron a funcionarios del gobierno y de la empresa Pearson, ministros y embajadores de otros países y hombres de negocios de distintas partes del mundo acompañaron a don Porfirio Díaz Mori presidente de la República y al constructor Weetman Pearson para inaugurar las obras del puerto el día 23 de enero de 1907, dando inicio al auge comercial que Salina Cruz vivió entre ese año y 1915.

Ese auge comercial que permitió observar a los barcos frente al puerto esperando turno para descargar y cargar mercancía movida por el ferrocarril. Eran los años cuando no faltaba el trabajo y los muelles atiborrados de obreros maniobraban las grúas entre los buques y los furgones de los trenes.

Ahora todo era diferente, los barcos poco a poco dejaron de llegar para trasladarse al Canal de Panamá, al no existir carga que mover los trenes empezaron a escasear, los hombres de negocios se retiraron, llevándose a sus empresas y cerrando las fuentes de trabajo, desamparando a los obreros del puerto y de la región, Al no existir barcos el dragado del puerto se suspendió y la bahía se azolvó por completo y el agua de mar se convirtió en arena. En ese año de 1929 el ferrocarril dejó de funcionar y prácticamente el puerto quedó incomunicado. Ante ese estado de pobreza generalizada muchos habitantes también se marcharon, vendieron sus propiedades y huyeron buscando mejores oportunidades de trabajo para el sustento de sus familias, algunos encontraron refugio en las zonas petroleras del estado de Veracruz como Nanchital, Las Choapas y Minatitlán, principalmente. Los que se quedaron, lo hicieron para enfrentar la difícil situación y fueron ellos los que ese día 23 de junio de 1929 se manifestaron marchando por las calles de la ciudad.

El presidente de la Junta de Administración Civil del municipio don Álvaro Guzmán encabezó aquella marcha acompañado por representantes de las diferentes organizaciones como E. Ávila de la Cámara de Comercio; Carlos Alquisiris del sindicato de Estibadores y Jornaleros; José Méndez de la Unión de Marineros y Fogoneros del Pacífico; Celso Muñoz, de la Sociedad Ferrocarrilera Departamento de Vía; Apolonio Díaz, de la Sociedad de Mecánicos Ferrocarrileros; Juan García, de la Sociedad Mutualista de Comerciantes en Pequeño; Marcelino Sánchez, de la Sociedad de Mejoras Materiales, Mónico Alvarado del Sindicato de Campesino de San José del Palmar; Teódulo Villalobos de la Federación de Sindicatos Región Istmo.
También marcharon ese día los señores José Guadalupe Alcántar, Juan Guasti, don Luis López Cabada, don Baldomero Jiménez Cortina y su hijo Baldomero Jiménez Diego y muchos representantes más de grupos familiares existentes y representativos de principios del siglo XX.

Al final de la manifestación ya casi al anochecer, los salinacrucenses ahí presentes se plantaron ante a la oficina de telégrafos de la ciudad para corear sus consignas y enviar telegramas de auxilio al gobierno federal de Emilio Portes Gil, pidiendo la atención de sus demandas, principalmente el desazolve de la bahía y la reanudación integral del tráfico ferroviario.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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