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Cultura

Algunas palabras sobre ‘La Micaela’ y ‘La Martiniana’

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El año 2011 tuve el honor de presentar la Revista Guidxizá (Nación Zapoteca) en la Casa de la Cultura de Tehuantepec,

recinto edificado con autorización regia y eclesiástica en el Siglo XVI, pero financiado por el entonces Cacique de Tehuantepec, Don Juan Cortés, Cosijopi II. Menciono el hecho porque en la mesa de los presentadores se encontraba ―además de los poetas Alfonso Carballo y Santiago Ruiz― el profesor Mario Mecott Francisco, quien obsequió al Comité Melendre una serie de ejemplares de la revista Guiengola que dirigiera Carlos Iribarren Sierra y un documento musical cuya introducción viene suscrita por este mismo personaje.
El texto se llama «Micaela sí, Martiniana no», y tiene como principal propósito denunciar el cambio de nombre de un son que se volvió muy popular en la década de los sesentas. El son referido se llama ‘La Micaela’, de autor anónimo, sobre el que el escritor zapoteca Andrés Henestrosa escribiera unos versos con el título de ‘La Martiniana’.

En su momento, la música de ‘La Micaela’ dejó de escucharse, mas no por ello cayó en el olvido, pues viejos artistas recordaban la melodía con la denominación original. Sin embargo, Henestrosa la popularizó con una nueva denominación y con versos de su autoría. ¿Es esto un plagio? Si éste se atribuyera la paternidad de la música, lo sería; pero si sólo le compuso letra, aunque a muchos les pese reconocerlo, no sería así.
Los sones zapotecas del Istmo vivieron un proceso peculiar, ya que en la mayoría de los casos las letras se escribieron con posterioridad a las melodías. Siempre que el compositor de las letras reconociera que la música no era suya, se estaría actuando debidamente. No obstante, el yerro de Andrés Henestrosa estuvo (concediendo las afirmaciones que dicen esto) en no hacer la aclaración pertinente. Personalmente ignoro si él alguna vez dijo que ‘La Martiniana’ fuera suya en letra y música. En los discos y textos que he podido consultar, aparecen los créditos sólo en la letra, y para la música la frase: son istmeño de Dominio Popular; lo que nos hace pensar, más que en un plagio, en una confusión.
He escuchado a varios amigos criticar el “robo” del son, diciendo que ‘La Martiniana’ no es de Andrés Henestrosa. Cuidado, que no se corregirá una confusión generando otra. Los famosos versos de ‘La Martiniana’ son de la autoría de Ta Andrés, pero están escritos sobre una melodía llamada ‘La Micaela’ que ya existía. ¿Es este un caso extraordinario? No lo es. Muchos compositores se animaron a escribir versos sobre antiguos sones, tal como algunos lo siguen haciendo.
El mismo Carlos Iribarren Sierra compuso varias canciones magníficas sobre la música de otros virtuosos, como Margarito M. Guzmán. Recientemente, Antonio Santos Cisneros puso letra a sones de antaño. Ambos son tehuanos. Alguno, tal vez, diga que ellos siempre han otorgado el crédito correspondiente al compositor de la música. Pero las confusiones no se generan por dolo o mala fe, sino por ignorancia. Por eso es que muchos piensan que ‘El son de los cocos’ es de Antonio Santos en letra y música (no porque Ta Toño se la adjudique, sino porque ignoramos que había una melodía anterior).
Otros dirán: “pero a los viejos sones no se les debería cambiar de nombre”. Y concuerdo con esa postura; pero desafortunadamente sucede. Eustaquio Jiménez Girón compuso varias letras para antiguos sones, y siempre respetó el nombre original. Lo hizo, muy probablemente, para evitar confundir a los escuchas. Pero otras personas no lo hicieron así. Se dice que el mismo Carlos Iribarren Sierra escribió Fan Bidxaa, sobre una melodía llamada Guetabiade sidi. De hecho, para la música de ese son tradicional existen cuatro letras: la referida Fan Bidxaa, La Ixhuateca (de Andrés Henestrosa), La Paisanita (de Saúl Martínez), y Guetabiade sidi, (de Manuel Reyes Cabrera, Ta Rey Baxa). Vemos, pues, que el caso de Micaela-Martiniana no es único.
¿Otro ejemplo? En el siglo XIX nació un maravilloso son llamado ‘La Juchiteca’, sobre el que Eustaquio Jiménez Girón, varias décadas después, escribió unos versos con igual nombre (comienza: “Juchiteca, luz plenilunar/ tú deslumbras con típico traje de seda/ y encaje, que en policromía/ bordas con tu magistralidad”). No obstante, esa letra no alcanzó tanta popularidad. Pero algunos años después, Jesús Henestrosa, apodado Chu Yodo, escribió unos versos sobre el mismo son, al que denominó ‘Zo’pe huelu’. Esta canción se popularizó tanto, que hoy muchos juchitecos dicen cuando escuchan la tonada: “es el Zo’pe huelu”, lo cual es inexacto, pues la música se llama ‘La Juchiteca’. Pero la semilla de la confusión está sembrada.
Y así podríamos citar más ejemplos, como ‘Laureana’, versos escritos por Maurilio López Guerra, Mou Deeme, sobre la música original llamada ‘La Sanjuanera’, dedicada a las mujeres de San Juan Guichicovi. Además, sobre la misma música, el compositor ixtepecano Luis Martínez Hinojosa escribió ‘La Vela San Juan, canción dedicada a sus amigos espinaleños.
Reitero: la confusión nace de la ignorancia, y para que no existan dichas confusiones es deber de los compositores de versos hacer las aclaraciones pertinentes; y es obligación de quienes amamos nuestra música, referir los créditos correspondientes, aunque nos cueste más trabajo. Así, si alguno va a citar los versos de ‘La Martiniana’, tiene que escribir Letra: Andrés Henestrosa. Música: son tradicional istmeño llamado ‘La Micaela’.
La intención del zapoteca universal Carlos Iribarren Sierra, fue aclarar y evitar malos entendidos. Por eso en su dedicatoria escribió: “A la niñez, a la juventud y al Pueblo Istmeño Zapoteca dedicamos esta publicación aclaratoria, que esperamos sirva de ejemplo a los futuros ciudadanos, para que sepan cuidar sus valores materiales y espirituales y situar a los individuos que traten de hollar sus campos”. No podemos más que seguir su ejemplo.

[Texto publicado en Guidxizá, una mirada a nuestros pueblos ―Año II, N° 77, Dom 12/Ene/2014―, suplemento cultural del Comité Melendre en EL SUR, diario independiente del Istmo. Se publicó originalmente en la Revista Guidxizá, número 17, junio de 2012. 

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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