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Cultura

Teatro en el corazón de Tehuantepec

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La casa de paredes blancas, patios abiertos, portales con columnas clásicas, techo de teja roja, ventanas y puertas de madera antigua, se ha convertido en el escenario de una expresión artística de autenticidad potente, gracias al enfurecido carácter de su creador, el director tehuano Marco Antonio Pétriz, y el enorme talento de la actriz Gabriela Martínez, quienes en los últimos 27 años han apostado la vida al empeñoso trabajo de hacer teatro de calidad, en el corazón del istmo oaxaqueño.

Cada puesta en escena, desde aquella Llorona que sorprendió en la Muestra Nacional de Teatro, realizada en Monterrey en 1993, hasta En la sombra del viento, Oscura ventana, Curandero de dios, La casa de enfrente, El cuarto del fondo, La familia y Otro día de fiesta —entre otras—, le ha dado al creador tehuano un lugar esencial en la historia del teatro mexicano contemporáneo.

Marco Antonio Pétriz —miembro del Sistema Nacional de Creadores— aborda el quehacer escénico con una estética áspera, al ofrecer historias que son vividas como verdad, porque ocurren en un entorno cotidiano y que, gracias a la develación del misterio del quehacer escénico, adquieren dimensiones míticas.

El director desborda las categorías estéticas, se salta las cercas del teatro convencional y construye una propuesta de especie única, a partir de la vida que le rodea, con personajes que pueden ser hallados entre la gente que camina bajo el sol quemante, levantando polvo por las calles de Tehuantepec.

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Los protagonistas de sus historias, que se desarrollan como pequeños cuentos chejovianos, son seres cotidianos pero también míticos, porque en cada uno de ellos es contenida la historia ancestral, en la que se trasluce de manera nítida la esencia del tiempo.

Apenas este fin de semana llegamos a este oasis en medio de una tierra convulsa, la oaxaqueña, a vivir una nueva experiencia —porque eso es el teatro de Pétriz— con el montaje de la obra Entre las cosas simples, en la que actúan Gabriela Martínez, la actriz fetiche del director, y Azucena Desales, una jovencita tehuana de grandes dotes histriónicas, a quien el creador ha ido formando.

Esta vez la obra sucede en una de las habitaciones de paredes gruesas de la que ya es conocida como La Casa de Ensayos. Apenas cruza el umbral de la puerta, el público se transporta a la dimensión del misterio, en donde se van a desvelar secretos que tocarán fibras sensibles del espectador, más allá de la razón.

La tensión dramática se percibe en la atmósfera asfixiante, oscura y áspera. En el centro de la habitación hay una mesa, con dos sillas, una jarra de vidrio soplado apenas decorada con unas pinceladas de blanco, azul y rosa; en el extremo izquierdo se ha colocado un arcón, que contiene secretos, mientras que del lado derecho hay una consola vieja de la cual surge el sonido de una música estridente y trágica.

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Los objetos constituyen elementos simbólicos esenciales, que se suman a la eficacia teatral, que busca la verdad del drama a través de la organicidad semántica de la acción actoral. Gabriela Martínez es: “la madre”; y Azucena Desales “la hija”. La obra aborda el conflicto en la relación de estos personajes. Una madre enferma y una hija que está al borde de la muerte. La enfermedad física es sólo la puerta de entrada a las dolencias del alma y es en esa dimensión en donde encontramos una lectura profundamente conmovedora de la condición humana.

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La puesta en escena hace a un lado, en la medida de lo posible, el uso del artificio para desnudar el alma de los personajes; en el cuerpo trémulo, en el silencio que habla, en las miradas llenas de intención, se trasluce una red de otras historias de breve evocación, esenciales para la comprensión de lo que ocurre en escena.

El alcoholismo de “la hija” anestesia el dolor físico que le causa una enfermedad irremediable, del cuerpo y del espíritu. La actriz que da vida a este personaje ha realizado un estudio profundo de movimiento para hallar la sensación orgánica que revele con claridad el estado de aquel ser enfrentado a su destino: desgarrador y trágico. Por otro lado, la intérprete de “la madre” se sumerge en la desgracia infinita de ser producto de una historia de violencia, que acepta como destino.

En esta puesta en escena Marco Antonio Pétriz hace a un lado recursos que había utilizado con efectividad en otros montajes y se arriesga a experimentar con formas nuevas. Se deshace del colorido y del uso en exceso del lenguaje coloquial de la región istmeña, para apostar por la universalidad del drama, el cual podría ocurrir en cualquier época y lugar, en el devenir de la historia de la humanidad.

La apuesta del creador tiene resultados eficaces: el teatro se vive como verdad potente. No hay fingimiento, lo que ocurre en ese tiempo fugaz de la acción dramática es vida y la experiencia para la comunidad convidada a este tiempo teatral es altamente transformadora.

El Grupo Teatral Tehuantepec es orgullo del teatro mexicano porque su quehacer, sólido y maduro, pone sobre la escena historias que permiten dialogar, a través del cuestionamiento, con la complejidad irresoluble de la condición humana. Ni más ni menos.

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Con información de confabulario.eluniversal.com.mx/

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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