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Cultura

José Di Gabrielli, El frustrado anticristo de Tequisistlán

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Ma’du’, es como le conocen los zapotecas del Istmo a Magdalena Tequisistlán, antigua capital de la nación chontal, enclavada al oeste de Tehuantepec y a 50 km sobre el camino a Oaxaca. Lugar donde los frailes dominicos edificaron el templo de la Magdalena, para propagar la fe católica entre los chontales, quienes, desde el inicio de la Colonia, se rehusaron grandemente aceptar el evangelio. Sólo abrieron su oído y su corazón A Fray Diego de Carranza, quién curó sus enfermedades y penas, pero a su muerte, se refugiaron nuevamente en lo más intrincado de las montañas.

Tequisistlán está localizada dentro de la jurisdicción del obispado de Tehuantepec, desde su creación en 1891. Como antaño, subasta geografía le hacía escaso de sacerdotes y predicadores de la fe cristiana, quieres quienes nunca pudieron compactar religiosamente aquella región, ni aún en el siglo XIX y principios del XX.
En 1912 el obispo de Tehuantepec, Ignacio Plasencia y Moreira, se quejó de que todavía no había un clero genuinamente regional, que faltaba disciplina y jóvenes con una educación totalmente cristiana. Por consiguiente, la mayoría de los sacerdotes vino de la capital, de Antequera o de países extranjeros. Todo ello lleva a comprender lo que más tarde aconteció en aquel pueblo:

 

A Tequisistlán llegó un médico italiano de nombre José di Gabrielli, originario de Sicilia, Italia. Antes había trabajado en el Estado de Hidalgo a principio del siglo XX. Añorando su patria, regresó a Europa en 1918, pero como en el continente se desarrollaba todavía la Primera Guerra Mundial, volvió nuevamente a México creyendo “era Jesús de Nazaret, Dios del cielo y de la tierra, que tuvo conversaciones con Dios y que su muerte redimiría a la humanidad por segunda vez”.
Pero ya no volvió donde había prestado sus servicios, sino a esta población, probablemente atraído por la invitación de su compatriota el párroco de Tequisistlán Luis M. Bruni Quién era Igualmente italiano.

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A su llegada a Tequisistlán, aprovechó todos los contactos y amistades de su paisano Y comenzó su tarea mesiánica de curar a los enfermos, a prodigar les de sus atenciones con los cuales se fue ganando la confianza del pueblo, predicando el Evangelio y propagando sus profecías apocalípticas.
Cuando creyó tener convencido al pueblo de que era el anticristo, esperó la llegada de la Semana Santa, entonces pidió a los pobladores su crucifixión, indicándoles la hora y el lugar, solicitud que cumplieron puntualmente los tequisistlecos. Así, a llegar el 2 de abril de 1920, a las 3 de la tarde:

“Los vecinos del pueblo empezaron su procesión tradicional del Viernes Santo en la parroquia, para llegar a la Cumbre del Cerro del Calvario. Al frente de la procesión iba un italiano, José di Gabrielli, vestido con unos calzoncillos de paños y una corona de espinas, cargando una cruz gigante. Las mujeres lloraban y los niños vestidos de blanco cantaban himnos religiosos. Cuando llegaron a la cima, cuatro hombres tendieron a Di Gabrielli y clavaron sus pies y sus manos a la cruz. A pesar del dolor, no se quejó, los vecinos levantaron lentamente la cruz de Gabriel le entró en un tipo de trance, balbuceando unas cuantas palabras incomprensibles”.

Disponiendo enseguida fuera enterrado para morir en iguales circunstancias que el repetido Jesucristo, pero ocurrió que los pocos minutos de estar clavado en la cruz, ya recta, anunció que había ido la voz de Dios indicándole que debían bajarlo para continuar recibiendo instrucciones sin estar clavado, ya que de lo contrario vendría una fuerte tempestad e interminables terremotos, por lo que aquello urgía cuanto antes para así evitar tantas desgracias.

La muchedumbre que rodeaba aquel acto, de pronto en vez de atender la petición del día clavado, se enfureció e insultándolo e increpándolo de embustero, diciéndoles que no lo bajarían y que ahí se quedaría: pero un puñado de mujeres al notar que coincidencias estaba nublando el firmamento, les entró temor, rogando con llanto a los individuos presentes, lo atendieran bajando aquel hombre ya que según parecía se acercaba la realidad una tormenta y no fuera realizarse lo que dicho que pronosticaba y que en último caso, lo hicieran por humanidad ya que lo pedía; en vista de aquello, bajaron la cruz y desclavaron a aquel individuo.
Liberado de aquel trance colocaron su cuerpo sobre una mesa al lado de la cruz.

Durante la noche, cuidaron sus heridas, temiendo que el extranjero muriera. Eventualmente, el juez local ordenó que el pueblo entregar al italiano y a los involucrados a su crucifixión a la cabecera del distrito, Tehuantepec. Los vecinos pusieron al italiano herido en una carreta y lo llevaron a la ciudad, mientras rezaban y quemaban incienso. Aunque el juez inició un procedimiento criminal contra campesinos, a quienes llamó “Los mata cristos de Tequisistlán” no lo completó por petición de Di Gabrielli, y los dejó en libertad.

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La historia de la crucifixión de Di Gabrielli y se ha escrito en periódicos, revistas y autobiografías. La mayoría de los textos trata el acontecimiento como una farsa divertida y extraordinaria, un Interesante pero incomprensible entre acto en el drama de la Revolución.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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