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Cultura

El padre Miguel López, un aguerrido sacerdote liberal

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En algunas ocasiones, se ha confundido a dos sacerdotes zapotecos del istmo de Tehuantepec, quienes hicieron su aporte a las causas liberales. Cada uno en su momento y de diferente manera. El uno con arma en la mano, el otro con sotana y discurso combativo y persuasivo, pero iguales los dos en el servicio a la patria.


El cura Miguel López fue juchiteco, de carácter indomable, y Fray Mauricio López, jeromeño, de San Jerónimo Ixtepec, amigo personal de Juárez y Porfirio Díaz. Último a quien salvó en diferentes momentos en su estancia en el istmo de Tehuantepec.
El padre López militó en las filas liberales y luchó a favor de la Reforma. El 23 de diciembre de 1854, en compañía de los tehuanos Cristóbal Salinas, Andrés Duarte, Francisco Iribarren y otros connotados istmeños, trataron de pronunciarse a favor del plan de Ayutla, sorprendido, fue detenido junto con Belio Mejía y desterrados a Jalapa del Marqués.

Reorganizados los liberales, Salinas destaca a esa población al Capitán Mariano Gallegos con 300 juchitecos, con el propósito de regresar al padre López, lográndose el 15 de abril de 1855. El 17 de mayo, es comisionado para que en representación de las fuerzas liberales, marchara a El Espinal a una conferencia con el general Torrejón, enviado por el gobierno santanista para negociar la paz, cuyos resultados fueron infructuosos para los conservadores, pues Los Rebeldes no aceptaron la rendición que se les ofrecía, lo que obligó al gobierno a firmar el 9 de julio el armisticio con los sublevados.

Al triunfo del plan de Ayutla, fue entregada a la plaza de Tehuantepec a los liberales, nombrándose al padre López como jefe político del departamento y comandante militar del Istmo, además jefe de las fuerzas de Juchitán. Inmediatamente disolvió en el mes de septiembre, al Batallón Activo de Tehuantepec, creando con ello el descontento de los liberales tehuantepecanos y aún de los juchitecos.
Al parecer, el presbítero Miguel López se extralimitó en sus funciones y ello le acarreo problemas no sólo con sus enemigos políticos, sino también con sus mismos correligionarios.

Como ya era insoportable la conducta del cura López y perjudicial en extremo para la revolución que ese estado de cosas continuara, los otros jefes: Don Cristóbal Salinas, Lic. Francisco Iribarren, Luis Belio Mejía y otros más, aprovechando la ausencia de la Villa del iracundo cura, se reunieron en el cuartel general y tras largas liberaciones sobre el caso, tomaron los siguientes acuerdos:

1º Que sin desconocer el carácter al padre Miguel López se encargue del mando de la brigada el segundo jefe Don Cristóbal Salinas, quién obrara con López a quién se guardara todos los respetos y consideraciones debidas.
2º Que una comisión compuesta de los señores Andrés Duarte, Timoteo González, Norberto Marín y Gregorio Matus pasen al rancho de Pineda a comunicar al padre López la resolución de la Junta.

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La entrevista se llevó a efecto y aunque el padre López al principio “se había mortificado algo con la resolución tomada, luego cambio de semblante y mostrándose jovial y cariñoso, aceptó lo acordado sin darse por sentido” especialmente con las los señores Belio Mejía, pagador e instructor de la Brigada y el licenciado Iribarren secretario de su cuartel general que habían renunciado a su respectivos cargos que eran de confianza y, como es natural, se hallaban temerosos de que las iras del furibundo sacerdote las concentrara en ellos, como en efecto lo hizo hasta plantear la muerte de todos ellos. Lo que no pudo lograr porque éstos tras largas, accidentada y penosa odisea por el General Torrejón, Comandante General del Territorio”.

El 28 de mayo de 1856 la guarnición de Tehuantepec lo desconoce como jefe político y militar, nombrándose al Coronel Cristóbal Salinas en su lugar cuya facultad la ejercería por el término de dos meses como lo decía el acta levantada en su desconocimiento, firmándola entre los más destacados del Batallón Galeana: Coronel Andrés Duarte, José Conchado, Capitán Francisco Cortés, Teniente Mariano Gallegos, Nazario de la Rosa, Laureano Gordon, capitán y comandante del Batallón Independencia Apolonio Jiménez y otros.

Sabedor López sale el 30 de ese mes abatir a los pronunciados a quiénes logró derrotar, refugiándose los sublevados en Tequisistlán. Reorganizados, vuelve nuevamente a Tehuantepec, Aprovechando que se encontraba en Juchitán, y nuevamente los bate y los desaloja de la ciudad el 10 de septiembre. Pero en la madrugada del día siguiente es sorprendido, aunque, en esta ocasión, le infligieron una completa derrota, muriendo en el combate del 11 de septiembre de 1856.

Tomado del libro: ¡Ay Nana!, ¿Qué pasó? Sucedió en el Istmo de Tehuantepec. 1a. Ed. 2018. Mario Mecott Francisco. Carteles Editores, pp. 33-35.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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