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Cultura

Esquipulario a orillas de la mar xadaneña

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Una bella señora le da una flor blanca a su marido y le hace señas de algo ya previamente acordado, seguro. El hombre le pide a un niño que voltee, llamándole -¡Tetet! – El pequeño reacciona para que luego el crisantemo recorra su rostro, sus hombros y trace una cruz sobre su frente.


-Déjala ahí –dice en voz baja la dama, señalando una pila de flores y ramas de albahaca y cordoncillo que se acumulan a los pies del Señor de Esquipulas, el Cristo negro martirizado sobre la cruz, resguardado en su nicho de cristal. Docenas de velas y veladoras con temblorosas flamas iluminan pálidamente la capilla ubicada sobre la playa de la Laguna Superior, a tres kilómetros de Santa María Xadani.
Una larga fila de hombres y mujeres de variada edad espera el momento de llegar a los pies del Cristo. La columna alcanza unos doscientos metros; antes se ha mercado el cirio a encender, se arman de paciencia, se inundan de fe.
Una vez que están ante el nicho, se persignan, y toda su devoción se concentra en la mano derecha que traza una cruz, en la garganta que musita el padre nuestro, en la mirada que busca la mirada del milagroso crucificado. “Gracias, Padre celestial”, musitan algunas; “protégeme, Señor”, piden otros. Niñas y niños solo aciertan a levantar la cara para recibir la floral bendición, mientras la madre o la madrina ruegan porque el Santo varón derrame salud sobre los pequeños. Terminan su rogativa y salen a los mundanales sonidos de la tarde.
Afuera, una romería muestra su entusiasmo, sus modos de vivir una conmemoración que se pierde en la memoria de los habitantes de este pueblo postrado a los pies de un pequeño cerro.
En el techado atrio de la capilla se venden velas y veladoras; se ofrecen las “medidas”, delgadas cintas azules y púrpuras, de unos treinta centímetros de largo, con una leyenda impresa, alusiva a esta fecha
De dónde viene esta fecha, por qué ahora, me pregunta Doña Reyna. Y la memoria busca entre sus reconditeces para responder que a finales del siglo diecisiete, el Cristo -tallado por Quirio Cataño en 1594- fue trasladado de la pequeña ermita en que se encontraba, hacia la iglesia parroquial en donde estuvo por unos ochenta años. Desde entonces se celebra la Novena de esta advocación, del siete al quince de enero.
-Y luego, qué pasó –pregunta la dama.
-Se construyó otro templo, al que se llamó el Santuario de Esquipulas. En enero de 1961, este lugar fue elevado a la dignidad de Basílica por el Papa Juan XXIII.
-Ah, y por qué es negro.
-Pues mira, un investigador guatemalteco, de nombre Carlos Navarrete, dice que mucho antes de la conquista española, Esquipulas era el destino de una peregrinación donde se rendía culto a un dios guerrero de color negro, al cual nombraban Ek Chuah; aunque otras voces aseguran que después de una restauración que le hicieran, expertos determinaron que el color oscuro de la madera se debe a tantísimo humo al que ha estado expuesto el Santo, a lo largo de siglos.
-Y tú, a quién le crees.
-Sólo Dios, na na Flaviana –le contesto, utilizando una expresión de “yo no sé”, que me contagió la abuela Nita Tolo, cincuenta años atrás.
Mientras tanto, la gente compra granadas y granaditas, duros y sabrosos panes elaborados en el Valle oaxaqueño, curados de ciruela y nanchi, empanadas, rebanadas de pizza, elotes con harta salsa Valentina, tortitas de dulce coco rallado, horchata, refresco embotellado y cervezas, un chingo de cervezas.
Así la cosa. A lo largo de unos ciento cincuenta metros de playa, enramadas protegidas con carrizo recién cortado, dan cabida a negocios en donde se venden cervezas, a precios que dependen de la marca; si Sol o XX verde, a 250 pesos el cartón; si Coronita, al módico precio de 300 pesos ¡y sin botana! Entre los cinco o seis puestos establecidos, habrán vendido alrededor de mil cartones de espumosa y fría bebida. Así como lo lee.
Por eso, el vecino Edi (pescador, albañil, campesino y lo que salga) decidió limpiar un pedazo de playa, respetando los jóvenes mangles, eso sí, y levantó una sombrita, donde ahora departen unas veinte personas y consumen entradillas de vario tipo, incluyendo sabrosas costillas fritas de un puerco sacrificado ayer, preparadas por la anfitriona Juana, que además sabe guisar un soberbio caldo de res.
A treinta metros de este feliz espacio, suenan los acordes del dueto Los carnales y melodías de un grupo cuyo animador ametralla incansable con presuntas palabras de ánimo, rematadas con un sonoro “¡suéltalaaa!”.
La gente bebe incansablemente, la chiquillería se pasea por todos lados; jóvenes parejas caminan, se ponen de acuerdo en sus planes, en algún próximo rapto a realizar para las fiestas del Primer Viernes de Cuaresma, ya a la vuelta de la esquina.
El viento sopla moderadamente, apenas a sesenta kilómetros por hora, mientras la color del mar cambia poco a poco, del pardo usual al gris oscuro, hasta que la noche llega y los mechones encendidos en la refinería de Salina cruz brillan a lo lejos.
Ayer, la tirada de frutas incendió el júbilo xadaneño por la mañana, un desfile de colores y gritos que partió del pueblo, para llegar aquí junto a la ermita. Por la noche, una calenda con faroles, música y chingorolo repartido por muxes, hizo el mismo recorrido, para llegar al velorio, en donde se dio un óbolo a los mayordomos para recibir a cambio café un tanto pasado de azúcar y un par de tamales de res, guetaguu belazá, que le llaman en el cantarino idioma nube.
Toritos pirotécnicos y un castillo llenaron de coloridas luces la oscuridad marina.
Ahora, cuando dan las veintidós horas, cansado de tanto ajetreo y tanta horchata, el escribidor le hace discretas señas a Doña Reyna, para emprender la graciosa huida. Abordan uno de los centenares de mototaxis que dieron el servicio de transporte durante los dos días.
Mañana será el cambio de mayordomía, en el pueblo. El año próximo revivirá la devoción por Nuestro Señor de Esquipulas, se reavivará la llama de la vida.
Santa María Xadani, 15 de enero de 2020.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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