Conecta con nosotros

Cultura

Las batallas de los hijos del viento

Publicado hace

el

Batallas prístinas.

“Si tan solo nos hubieran dicho de los ventarrones que pegaban en aquél lugar a donde nos recomendaron, quizá lo hubiésemos pensado un poco mejor, se les olvido decirnos eso. Pero ya estábamos ahí, había que tomar el toro por los cuernos.

En ese tiempo, Santiago, Ixtaltepec, tan solo era un pueblito de casas de paredes de lodo y techos de palma. Vivimos de lo que nos daba la tierra, pero ese año no llovió, y la cosa se había puesto muy fea. A las milpas le alcanzamos arrimar la tierra, solo para que se secaran. Cada vez que atravesábamos las cubetas en las profundidades de los pozos para sacar el agua, la distancia se hacía más larga, y en ciertas horas del día solo sacábamos lodo de aquellas profanidades.

Fue el hambre lo que nos hizo decidir aquella aventura. Un caminante que pasó por el pueblo nos contó de la hacienda “La Venta”, nos dijo que en medio del lugar había una casa grande donde vivían los patrones, y, que se dedicaban a la crianza del ganado, “vayan de seguro que allá van a encontrá trabajo, solo tienen que cruzá los cerros”, nos dijo.

Anuncio

Esa noche la pasamos en vela, los muchos pensamientos no nos dejaron dormir. Lo poco de comer que quedaba en el pueblo, en tanto se esperaba que volviera a llover, apenas alcanzaría para las criaturas.

Todo aquello nos hizo mover del petate en plena oscurana, el lucero de la mañana estaba tan brilloso allá arriba, que yo pensaba que era una señal de la divina providencia: “vayan a La Venta” parece que nos decía. En ese momento me puse mi ropa y mis guarachos, agarre mi machete y mi pistola y le dije a mi mujer:
-Sí me voy, voy a ese lugar, a lo mejor ahí vamo a encontrá acomodo, el paisano que paso por aquí nos dijo que allá en esa ranchería hay trabajo y no falta comida.
-Pero lejos, hay que cruzá la montaña, Marci. Tu sabes que eso ta muy peligroso, quien quita te mueras…-me dijo ella.
-De todas formas vamos a morí donde sea…no quiero morí sin peleá, tú sabes que yo no soy de quedarse sin peleá. Y a esta batallale tengo que entrá…
-Te va a traga la montaña, Marci…, piensa en tus hijos.
-Por ellos mero lo hago… y si llego a morí, que mañana ellos recuerden que su padre murió luchando en la batalla. No hay vuelta pa’tras.
-Ni modo, ya estaría de Dios. Déjame despertarlos pa que se despidan…
-No. Así déjalos, mañana que despierten diles que me fui a la montaña a buscá comida…y a buscá un lugar pa que vivan.

Así fue como en medio de la oscuridad me enfilé hacía el camino de la montaña. Yo conocí de la montaña. Yo conocía la montaña solo a medias, era un ir y volver, jamás cruzarla de punta a punta. Me movía la esperanza, el lucero me guió por las noches y de día me guiaba el instinto, el anhelo de la tierra prometida.

Fueron días, fueron noches…de un andar entre piedras filosas, precipicios escabrosos, matorrales espinosos y animales peligrosos. Ya no supe que era el tiempo hasta que al fin pude ver la luz del otro lado. Desde lo alto de los cerros tuve a mi vista aquel valle que se extendía hasta quien sabe dónde. Ese era el lugar indicado, esa era la tierra prometida, ahí estaba la ranchería de La Venta, abriéndome los brazos como una madre cariñosa que recibe a su hijo ausente.

Bajé los cerros como cuando baja el ganado buscando agua, y se fueron dibujando ante mis ojos casitas de lodo y palma…, al ir adentrándome por las veredas de aquella ranchería me fui encontrando con paisanos que trabajaban de peones en la hacienda, y habían llegado de distintos lados buscando la vida: “aquí hay trabajo solo los flojos se mueren de hambre, tráete a tu familia” me dijeron. Y así llegué por estos rumbos…

Anuncio

A los pocos días brotó de entre los cerros un nortazo que me espantó…y cambió mi vida para siempre.

Y esto fue lo que pensé y quise decirles al volver de aquel primer encuentro con La Venta:

Allá verás la tierra prieta donde ha brotado la vida desde siempre
Donde el sol se levanta temprano bañándose en el río
Y duerme al atardecer cayéndose a horcajadas entre los verdes montes
Dejando el paso a la noche salpicada de estrellas que tiritan
rimbombantes.
Allá sentirás el viento irreverente que se avienta desde el cerro hasta el mar
El fresco olor de la montaña se meterá por todos los rincones de tu piel
Sentirás la tibieza de la tierra al paso del arado haciendo surcos
Y mil recuerdos poblaran tus noches atiborradas de sueños inconclusos
En esa prodiga tierra en que habitaron mucho ha, nuestros ancestros
Donde palpita galopante el cadencioso vaivén de nuestra sangre
Donde se arraigan nuestros pies afirmados sobre anclas.
Tierra enclavada en un rincón de la geografía oaxaqueña
Es La Venta, la tierra que abriga mis querencias
El origen y final de viaje emprendido desde la fundación de mi existencia.
Allá verás la tierra, verás al pueblo, a nuestra gente…verás a La Venta”

Todo esto me habría contado mi tata Marci si no lo hubieran matado aquellas noches lluviosas en Santiago.

Y por eso, al morir tu tata Marci, mi padre, La Venta fue nuestra única esperanza, con todo lo que nos contó en palabras y nos dijo en su mirada, aquí hallaríamos la vida que buscamos. Cruzamos también cerros.

Anuncio

Después de que los hacendados se fueron de La Venta, dejaron en el abandono este lugar, la peonada se quedó a vivir de lo poco que salía de la tierra. Hubo años en que aquí sobrevivimos de milagro, sequias largas, pozos secos y trojas vacías.

Desde que tengo uso de razón hemos batallado con el viento, hay veces que se calma y hasta parece que vas a oír el clamor de los difuntos del panteón, pero luego vuelve y se pone a jugar con todo lo que topa.

Yo era un huérfano de diez años cuando nos asentamos aquí en este pueblo. Era apenas un chamaquito que todavía quería andar jugando, pero me faltaba tiempo, pues había que estar yendo a la montaña en busca de la leña para vender.

Cuando se dividieron los ejidos, se dividieron las parcelas y apartamos un pedazo de tierra para la siembra de maíz, sorgo y ajonjolí.

Pero el viento se presentaba a veces inclemente, quebrándonos todas las milpitas y de ahí venían las hambrunas. Era una lucha con un gigante invisible, se nos iba la esperanza al ver aquellos nortazos que sin ni ninguna compasión nos dejaba en el desamparo al quitarnos la comida.

Anuncio

Hubo tiempo en que llegué a dudar de habernos venido para acá, porque así como iban las cosas no veía un futuro, y suponía que tu tata había exagerado al hablarnos de este lugar. Pero aquí seguíamos manteniendo una flamita de esperanza… pero además ¿A dónde iríamos? Ya no teníamos a donde ir.

Tomado del libro “Historias Dispersas en la Tierra del Viento III”/Autor: E.O.C. (El Mayor)/

Click para comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

Publicado hace

el

Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

Anuncio

Continuar leyendo

Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

Publicado hace

el

Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

Anuncio

El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

Continuar leyendo

Tendencia