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Cultura

Historia del hombre que por su valentía pudo volver a ver a sus antepasados

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Evaristo fue un campesino desde niño. Ya adolescente empezó a ganar fama como el mejor corredor del pueblo: Diez minutos hacía de su casa para ir a la milpa y diez para regresar. Si el ganado de alguien se volvía montaraz, y no quería bajar al pueblo, Evaristo lo correteaba por todo el monte hasta cansarlo y obligarlo regresar al pesebre de su dueño. Por eso y por bueno a Evaristo le llamaban el Venado, pero también era muy valiente

En el pueblo Lorenzo, el Coyote, era conocido por su riqueza que había logrado –se decía- por tener pacto con el demonio, aunque también por ser buen comerciante; pues compraba con monedas de tejedores de Teotitlán, que luego iba a vender a otras partes como la ciudad de México o Ciudad Juárez.

Un día Coyote, quien sabía por qué Evaristo le llamaban el Venado, se acercó a éste y le pidió que fueran amigos: -Oyes Evaristo, si tú quieres ser mi amigo y es cierto que eres tan valiente como se dice, te haré rico como yo. Te invito a una fiesta el próximo sábado, nos vemos en mi casa para ir – dijo Lorenzo, pero en ese momento no le dijo el lugar en qué se iba a celebrar la fiesta.

Evaristo le contó a sus amigos lo que le había dicho Lorenzo: -Fíjense que Lorenzo me pidió que seamos amigos y para empezar me invitó a una fiesta. ¿Qué opinan? ¿Acepto? Sus amigos le aconsejaron:
-Mira Evaristo, si quieres aceptar la invitación del Coyote, por ninguna razón bebas o comas lo que te sirvan en su casa; ese hombre está acompañado, tiene pacto con el diablo.

El día acordado para ir a la fiesta –ese sábado por la tarde-, Evaristo se acercó a la casa de Lorenzo; pero no entró, sino que desde una esquina le chifló para avisarle que había llegado. Lorenzo invito a Evaristo a entrar, pero éste no quiso. Entonces Lorenzo le dijo: -Todavía es muy temprano, date una vuelta y regresa cuando comience a anochecer.

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Ya iba oscureciendo cuando regresó Evaristo cerca de la casa de Lorenzo, desde cuya esquina le volvió a chiflar. Salió Lorenzo y ambos se fueron a la fiesta, caminando hacia donde nace el sol, en dirección de Santa Ana del Valle. Caminaron mucho, entonces Evaristo preguntó: -Oyes, amigo, ¿en dónde dices que es la fiesta? Ya nos alejamos mucho del pueblo y aún no llegamos.

Lorenzo le contesto: -No comas ansias, ya vamos a llegar, hombre. Llegaron al pie de un cerro llamado Guia nis (piedra de agua, porque dentro de este cerro brotan las aguas de un río que corre por el valle). Allí Lorenzo tocó una piedra con los nudillos de los dedos varias veces y luego se abrió la puerta de una cueva. Adentro había una fiesta, pero no era una fiesta común y corriente; allí todos los asistentes eran los hombres muertos y desaparecidos del pueblo, quienes bebían mezcal entre un rebaño de chivas.

El centro de la fiesta era un jaripeo, pero el corral en vez de estar hecho de troncos y ramas de árboles, como se acostumbra, era de culebras que estaban paradas sobres sus colas y entrelazadas unas con otras. Las culebras que formaban el corral giraban incesantemente alrededor de un toro que estaba atado a un árbol de mezquite en el centro del corral.

Entonces Lorenzo, el Coyote, retó a Evaristo diciéndole: – Si es cierto que eres valiente y buen montador, Evaristo, monta ese toro que está en el corral. El Venado, aceptó el reto y, para entrar al cerco sin tocar las serpientes del corral, se apoyó en sus manos con las cuales se impulsó para caer de pie dentro de aquel corral de víboras.

Cuando ya estaba adentro de aquel corral, Evaristo se fijó que aquel toro del demonio tenia amarrado alrededor de su cuerpo otra culebra, en lugar de un lazo para que se agarrara el montador; y, aún antes de que lo montara, el animal empezó a echar fuego por la trompa, los ojos, los cuernos y la cola.

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Evaristo no tuvo miedo y de un salto montó aquel toro infernal. El animal se agitó más y se escapó del corral de culebras; fue cuando Evaristo perdió la conciencia. Cuando volvió en sí estaban volando, montado en el toro, sobre Yooba’ es decir Mitla, el panteón de los zapotecas; pero se sorprendió al ver que el lugar ya no estaba en ruinas, lo cual le causo admiración y una inmensa alegría. Se había rehecho el palacio y estaba como nuevo, por dentro se veía iluminado con la amarillenta luz de varios ocotes; y por sus puertas entraban y salían sus antepasados otra vez vivos, hombres y mujeres.

Todavía el toro del demonio dio una gran vuelta con Evaristo por la sierra, por Cuajimoloyas antes de regresar por el sur del valle, a Macuilxóchitl; lugar conectado al cerro Guia nis por el río que brota adentro de este último cerro. Evaristo no se había asustado, al contrario, estaba feliz; porque en el viaje por el aire había podido volver a ver a sus antepasados binnizá o zapotecos como habían vivido antes que llegaran los españoles.

Al pie del cerro Macuilxóchitl estaba Lorenzo esperando el regreso de Evaristo. El toro descendió del aire con su pasajero y apenas el Coyote tocó al toro en la frente con una mano, inmediatamente éste se detuvo como si fuera un buey manso. Lorenzo felicitó a Evaristo por su valor, quien desmontó el animal con su ropa hecha pedazos, por los lugares en donde el toro lo había llevado a pasear, pero feliz por el paseo realizado.

-Te felicito amigo Evaristo, eres muy valiente, vamos a mi pesebre –le dijo- para que veas lo que tengo guardado para ti.

Cuando llegaron al lugar en donde el Coyote tenía su ganado, éste mostró a Evaristo los costales de varios tamaños amontonados allí, repletos de monedas de plata: -Escoje el costal que te guste, amigo. Te lo regalo porque lo mereces por tu valor.

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Pero como el doble o tótem de Evaristo era el venado –un animal bueno- no aceptó el regalo de Lorenzo, porque el tótem de éste era el coyote, que es el perro del diablo, el mal. (Según los indígenas mexicanos todos los hombres tenemos un doble o tótem, guenda en zapoteco, el cual es un animal que nos acompaña para protegernos desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte) Lo que hizo Evaristo fue contar la historia a sus amigos, por eso es que se sabe la historia del Coyote y el Venado.

*Escrito por Víctor de la Cruz a partir de lo que contó Arnulfo Mendoza. Traducido al zapoteco por Enedino Jiménez y Vicente Marcial.

Tomado de la Revista “Guchachi Reza (Iguana Rajada)” /Edición 48/noviembre-diciembre 1994/p.p.22,23/Juchitán Oaxaca.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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