Cultura
Rosendo Pineda: el diamante del Partido Científico
Rosendo Pineda**
Alfonso de María y Campos
Rosendo Pineda, llegó a vivir desahogadamente y en ocasiones, hasta con comodidades, pero no dejó herencia de importancia a sus descendientes al morir en la vida clandestina a lo que lo orilló la persecución carrancista.
La sangre indígena
Rosendo Pineda, que se convertiría más tarde en uno de los políticos porfirianos más sagaces y activos, pieza clave del grupo Científico, nació en Juchitán, Oaxaca, el 1 de marzo de 1855. Hijo natural del ingeniero francés Teófilo Delarbre y de una india zapoteca llamada Cornelia Pineda, recibió el apellido de la madre —apellido muy común tanto en Oaxaca como en Chiapas— y no supo más del intrépido explorador extranjero que abandonó el agitado Juchitán al poco tiempo.1
1 Por entonces los juchitecos, encabezados por el célebre «Melendre»
Cornelia Pineda se dedicaba, como la mayor parte de la población agrícola de la región istmeña, al cultivo del añil que se exportaba en buenas cantidades a Europa. También trabajaba como «lavandera y planchadora de gente acomodada» y con ello sostenía a sus dos hijos. Respecto de ella se guarda un recuerdo un tanto romántico y hasta mítico, pero sin duda de valor narrativo. En un libro costumbrista se le describe como «una hermosa dama, en plena juventud (cuando conoció al francés Delarbre, se entiende), morena clara, nativa del lugar, con ojos de ágata y mirar de fuego, nariz recta y boca bien formada, alta, de andar cadencioso, con hoyuelos en las mejillas al reír. . .».2
Verdadera o no esta descripción de Cornelia, lo cierto es que su hijo Rosendo, de rasgos indígenas y una buena mitad de sangre francesa —años más tarde no faltó quien ignorando las circunstancias de su nacimiento, pretendiera criticarlo por sus costumbres afrancesadas— fue el único integrante del grupo Científico con un pasado inmediato indígena.
Hasta los doce años de edad permaneció Pineda en su ciudad natal, Juchitán, de donde salió casualmente gracias a la mano benévola de Porfirio Díaz. En efecto, en 1867, al triunfo de la República, Díaz se presentó en Juchitán para agradecer a la aguerrida población su participación en la lucha contra los franceses, belgas, austríacos y mexicanos que defendían a la monarquía en México. Los juchitecos habían desempeñado un papel decisivo en la célebre batalla del 5 de septiembre de 1866.3 En reconocimiento de esos servicios, Díaz ofreció sufragar los gastos para la educación de seis jóvenes juchitecos y fue así como tres de ellos pasaron a estudiar preparatoria y leyes a la capital del estado, Oaxaca, y los restantes siguieron la carrera militar en la ciudad de México. A Rosendo Pineda tocó en suerte ser uno de los agraciados del
—especie de Robín Hood juchiteco— se levantaron en armas contra las autoridades locales y federales por los abusos de ciertos caciques de la región. Era gobernador de Oaxaca Benito J u á r e z quien intervino numerosas veces con el ánimo de conciliación. Véase OROZCO, 1946, pp. 27-32. Véanse las explicaciones sobre siglas y referencias al final de este artículo.
2 OROZCO, 1946, pp. 48-50
3 OROZCO, 1946, pp. 33-35.
primer grupo. Dejó a su madre en la ciudad natal y se fue a Oaxaca para iniciar sus estudios en el Instituto de Ciencias y Artes del Estado, escuela que ya empezaba a desarrollarse bajo los auspicios del positivismo que irradiaba desde México la Escuela Nacional Preparatoria.4
La historia de las relaciones entre Porfirio Díaz y Juchitán no quedó sellada con ese bello gesto del militar de la intervención y futuro caudillo nacional, sino que se volvió bastante compleja en el curso de los siguientes diez años. El hecho de que Félix Díaz, hermano mayor de Porfirio, llegara a la gubernatura de Oaxaca, estado natal del presidente Benito Juárez, y las aspiraciones presidenciales del propio Porfirio Díaz, dividieron la cuestión política entre los oaxaqueños. Por un lado, Félix intentaba darle una plataforma electoral a su hermano, y por otra, Juárez no dejaba de tener un gran apoyo por parte de sus coterráneos. Sucedió entonces que Félix Díaz, tutor a nombre de su hermano del joven becario Rosendo Pineda se vio en la situación de reprimir un levantamiento juchiteco encabezado por Albino Jiménez.5 Así, en dos campañas: la primera en septiembre de 1870 y la segunda en diciembre del mismo año, el gobernador Félix Díaz diezmó a la población de ese lugar con un lujo de fuerza sólo comparable a la propia tradición de violencia de los juchitecos. La campaña culminó con el robo de la imagen de San Vicente, santo patrón local, que el gobernador se llevó a la capital estatal en el lomo de una muía para demostrar su poder La imagen fue posteriormente regresada a los juchitecos gracias a la presión que el propio presidente Juárez ejerció sobre el gobernador del estado, pero éste la devolvió sin pies con la explicación de que no cabía en la caja en cju.e se enviaba. Posteriormente al fracasar la «revuelta de La Noria» Cj^ue pre— tendía derrocar a Juárez para encumbrar a Porfirio Díaz los juchitecos aprovecharon la ocasión para vengar la afrenta recibida Fue así como »una chusma juchiteca que mandaba
* OROZCO, Í946, p. 35, ITURRIBARRÍA, 1956, p. 204.
5 Albino Jiménez fue de los seguidores de Melendre y como éste, contaba con el apoyo de los juchitecos en sus luchas sociales. ITURRIBARRÍA, 1956, pp. 66-75.
el licenciado Benigno Cartas, después de haberlo (a Félix Díaz) sujetado a un horroroso martirio, cortándole las plantas de los pies y haciéndole caminar hasta el lugar de su suplicio, cerca de Pochutla en Chacalapa, lo asesinó».6 La afrenta al San Vicente juchiteco quedaba así vengada.
A la muerte de su hermano Félix, Porfirio Díaz se dio a la tarea de curar las heridas que su hermano había dejado abiertas a su paso por la gubernatura del estado. Sin embargo, no fue sino hasta que sobrevino la muerte del presidente Juárez cuando Díaz encontró el campo abierto a sus aspiraciones. Entre 1871 y 1876, mientras Porfirio Díaz pasaba de héroe nacional a fugitivo del gobierno, de pronunciado y exilado en Estados Unidos7 a pretendiente a la silla presidencial, Rosendo Pineda estudiaba la carrera de abogado junto con otros estudiantes que harían también historia local y nacional. Pineda tenía entonces por compañeros de escuela a los hermanos Rafael y Emilio Pimentel8 y al célebre escritor y abogado chiapaneco Emilio Rabasa.9 Los tres compañeros de Pineda llegaron a ser gobernadores porfirianos. Rafael Pimentel y Emilio Rabasa lo fueron de Chiapas y Emilio Pimentel de Oaxaca. Años más tarde, a los dos Emilios se les identificaría con el grupo de los Científicos y aunque ninguno
^ ITURRIBARRIA, 1956, p. 36.
7 Las aventuras de Porfirio Díaz como exilado en Estados Unidos después del fracaso del «Plan de la Noria», así como sus esfuerzos para regresar al país para encabezar la Revuelta de Tuxtepec, son relatados con todo detalle en MCCORNACK, 1956, pp. 373-410.
^ Emilio Pimentel nació en Tlaxiaco, Oaxaca y llegó a ser diputado al Congreso de la Union, secretario de gobierno y gobernador de Oaxaca (1902-1910) y ministro de Ivíéxico en Argentina. Rafael, su hermano, fue secretario de gobierno de Chihuahua y gobernador suplente de Chiapas. Enciclopedia de Aíéxico, 1977, t. x, coL 619-622.
^ Emilio Rabasa Estebanell nació en Ocozocuautla, Chiapas, de madre mexicana y padre español el 22 de mayo de 1856. Su padre, José Antonio Rabasa nació en Torre de Embarra, Cataluña, a principios del siglo xix. ínicialmente emigró a Nueva Orleans donde ya residían algunos de sus hermanos y casó primero con Teresa Estebanell, hija del empresario catalán que le había dado trabajo y después, a la muerte de ésta, con su hermana Manuela, para entonces ya viuda también. HAKALA, 1974 y GLASS, 1975. Otras notas biográficas de Emilio Rabasa, simpatizante de los Científicos, se ofrecen en el texto.
de ellos perteneció al corazón del grupo —como sí sucedió con Pineda—, su simpatía y colaboración para con esa agrupación fue clara y constante. Muy probablemente fue la amistad de esos años con Pineda la que llevó a Emilio Raba-sa y a Emilio Pimentel a entrar en contacto con el grupo.
Es a través de la biografía de uno de ellos, Emilio Rabasa, que se conoce algo de los años estudiantiles de Pineda, quien era un poco mayor que él. En realidad, la vida de estos jóvenes era bastante similar: escribían poesía, intervenían como oradores en fiestas cívicas y leían periódicos de la ciudad de México como La Libertad, dirigido entonces por otros intelectuales un poco mayores, como Justo Sierra, quien también formaría parte del grupo de los Científicos.10
Al sobrevenir la Revolución de Tuxtepec» que llevaría a Porfirio Díaz a detentar la silla presidencial por 34 años casi consecutivos, Rosendo Pineda y sus condiscípulos Rabasa y Pimentel participaron como oradores en los festejos que en ocasión del onomástico del pronunciado — 15 de septiembre de 1876— se organizaron en Oaxaca pocos días antes de que éste saliera en campaña militar hacia la ciudad de México para derrocar al presidente Sebastián Lerdo de Tejada. «Por la noche de ese día se le rinde un homenaje público al general Díaz, al invitarlo a presidir la velada literaria musical que ha organizado en su honor la dirección del Instituto de Ciencias y Artes del Estado, a cargo del Lic. Félix Romero.» Tomaron parte los estudiantes Emilio Rabasa, Emilio Pimentel y Rosendo Pineda; a la sazón, éste último, secretario del plantel. Los tres jóvenes y distinguidos alumnos de la carrera de leyes prodigaron sus elogios al caudillo. Pineda lo hizo en verso, y aunque la composición se titula: «A la juventud del Instituto», una gran parte de ella y la octeta final contienen alusiones personales:
10 Sobre el periódico La Libertad cabe señalar que mientras Justo Sierra daba publicidad a las ideas de Emilio Castelar, Emilio Rabasa, en Oaxaca, componía una «Oda en honor del mismo político español». Charles Hale menciona la importancia de Castelar en el desarrollo del positivismo mexicano. HALE, 1979, pp. 139-152.
11 CEBALI.OS, 1912.
Hoy, mi lira en los Cándidos altares
que el Instituto a tu valor levanta,
canta sus triunfos, tus conquistas canta
que en tus horas serenas y tranquilas
alcanzó tu talento soberano.
Cuando estalle fatídica, la lucha,
y vengadora te alces, en sus filas
orgulloso estaré: ¡soy mexicano!12
Dos meses más tarde se iniciaba el porfiriato.
Una vez terminados sus estudios profesionales de abogado, Rosendo Pineda se dirigió desde Oaxaca a su antiguo benefactor, menos de un año después de haber fabricado un poema en su honor. Para entonces Porfirio Díaz ya era presidente constitucional de México. Decía el texto completo de la carta de Pineda a Díaz, de fecha 22 de julio de 1877:
Sr. general:
El día 12 del corriente he sufrido mi último examen profesional ante la Corte de Justicia del Estado, habiendo tenido la fortuna de ser aprobado unánimemente por dicho Tribunal para ejercer la abogacía.
He concluido con esto mi carrera escolástica, y como Ud., Señor general, fue el que se dignó sacarme de mi humilde cuna, para iniciarme en la carrera literaria, hoy termina ésta, cumplo con un sagrado deber, obedezco a un imperioso sentimiento de mi corazón, al participarle este acontecimiento. La memoria de mi protector no ha podido, ni podrá borrarse de mi alma. Yo la bendigo una y mil veces, ya que en mi impotencia no puedo hacer otra cosa.
Reciba Ud., señor general, las anteriores líneas como expresión íntima de mis sentimientos; consérvese bueno, para contentamiento de su familia y bien de nuestra patria, y ordene lo que guste a su humilde y S.S.Q..B.S.M.R.13
13 Archivo Porfirio Díaz, 1947-1961, XXVI p.45
** Extracto tomado del libro: “Porfirianos prominentes- orígenes y años de juventud de ocho integrantes del grupo de los Científicos/Alfonso de María y Campos
Cultura
Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024
Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad
Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.
Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.
En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.
El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.
Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.
Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.
Cultura
Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño
Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet
El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo, se torna, interesante para la mente infantil.
En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual, José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.
En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.
Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.
El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.
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