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Cultura

Esther, la curandera

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Es un hacer. Un oficio, así como tal, no es. Es algo que sé hacer, es un don. Lo empecé muy chamaca, tenía yo catorce años. Primero lo sentí, de ahí lo retuve y después lo desarrollé. Llegué aquí por una tía que nunca se casó, mi mamá y ella eran hermanas muy uniditas, mi tía les habló a mis padres para que me trajeran. Tenía ocho años, aquí estudié, aquí me casé, aquí ha sido toda la gran parte de mi vida.

 

El don vino después, por revelaciones. A mí se me imaginaban cosas que no sabía descifrar, a veces estaba en un lugar con gente y yo sentía que ya las conocía, ya las había visto, ya había estado con ellas, que ya había estado aquí, pero de pronto llegó un momento en que ya no pude tolerar todo eso, algo me exigía y me enfermaba. Me dio una parálisis, se me cayó la mitad del cuerpo y mis papás me llevaron a Guatemala con un doctor que sólo me puso un cabestrillo, nunca me pudieron sanar.

A mi papá nunca le gustaron los curanderos, pero mi hermana mayor terminó por convencerlo. Ya era mucho. Mi hermana le dijo que aunque no le gustara me iba a llevar a un lugar de esos, como él les llamaba. Me llevó donde un curandero que se dejaba poseer por un espíritu, él fue el que me dijo que mi tiempo ya estaba determinado por ellos, que tenía el don, que ya debía estar trabajándolo, que por eso mi cuerpo estaba caído, que si yo no lo aceptaba, me iba a morir, por rebelde. Era viva o muerta que tenía que trabajarlo. Mi hermana me decía “negra, no seas tonta, trabaja, acéptalo”. No tuve otra opción, así empecé. Yo no quise morir, nadie se quiere morir a los catorce años. A mí ya me traían corta y yo quería vivir, tenía novio y amigos, quería vivir.

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Al principio no quise que nadie supiera, lo mantenía a puertas cerradas, sin comentarios, pero este era un pueblo muy chico en ese entonces. “Dicen que Esther es curandera”, apenas se dijo y todo el pueblo comenzó a llegar. ¿Cómo sentir, cómo sanar, cómo ver? Me pregunta. Has de cuenta que vienes tú por una santiguada, una rameada o como le quieras llamar. Traes los huevos, la albahaca y yo te los empiezo a pasar por todo el cuerpo. De pronto me empiezan a decir lo que tienes, cómo te debo curar, en qué momento, dónde. Los espíritus me lo dicen. Yo trabajo por medio de cartas y leo la mano, pero son ellos los que me van diciendo todo, yo nunca he aprendido nada, lo único que he aprendido es a escuchar los mensajes que traen.

No hago gran cosa durante el día. Atiendo todos los días, menos sábados y domingos. Esos días los dejo para mis hijas que llegan a visitarme. Mi trabajo más fuerte, el que más me desgasta es el que hago de noche. De día sólo hago limpias, leo manos y cartas, pero lo que es mi trabajo de curación lo hago en las noches. Empiezo a las diez y termino hasta a las dos o tres de la madrugada, dependiendo de la enfermedad de la persona. Me concentro tanto que no me da sueño, tampoco tengo miedos ni temores, hasta que reacciono y digo “es suficiente, he terminado”. Mi hija más pequeña es la que me acompaña, la que cuida que no me desvele. Ella vive conmigo, con ella siempre me pongo a fumar en mi cuarto, nos acompañan los espíritus que fuman con nosotras. Cuando estaba embarazada de ella, no pude trabajar como con las otras. El último mes de embarazo tuve que parar, mi panza creció demasiado y no volví a trabajar hasta los tres meses después de que naciera.

De ahí en fuera, no he parado. A veces me siento muy cansada, pero es cuando más vienen las personas y las tengo que atender. Trabajo hasta por mensajes de celular, como si fuera doctora y mis pacientes me consultaran todo el tiempo por mensajes. Yo no conozco España, pero trato gente de allá.
Mi pavor más grande son los aviones. Yo he viajado mucho, pero todos los viajes han sido por tierra o por mar. Una vez viajé dos meses y medio en barco, hicimos tres paradas. Aún era soltera y durante esos meses estuve atendiendo a toda la tripulación del barco. He conocido muchos lugares gracias a mi trabajo, tantos, que me la paso diciéndole a mis hijas que el día en que yo llegue a una vejez que me impida todo no se preocupen por mí si se van de viaje con sus familias, que no me tomen en cuenta porque yo ya estoy cansada de viajar.

Una vez me llamaron de Puebla, para hacer una sesión de trabajo en un santuario. Llegamos muy temprano mi hija y yo. No me ofrecieron ni agua. Sólo me djieron “ya está la gente esperando” y me puse a trabajar. Llegamos a las nueve de la mañana, y a las dos de la tarde aún no había desayunado. Mi hija dice que me vio en cierto momento y tenía una mirada muy hambrienta, por eso se fue en busca de una tienda y me trajo galletas y leche, hizo que la gente esperara para que yo pudiera comer. Quienes nos llamaron, nos dieron la primera comida a las seis de la tarde. Así ha sido la mayoría de las veces. Lo único que pido es agua para alimentar a mis espíritus, ellos son los que están trabajando, a ellos debo cuidar.

¿Ya viste mi altar? Ahí tengo mis santos, ahí hacen presencia mis espíritus. Monchito es el que más me visita, a él le encomiendo a mi hija, ella es mi deseo más profundo. Yo salgo a caminar todas las mañanas, ese es el momento para despejar mi mente, para hablar con Dios, para darle gracias, para pedirle por ella que es mi vida. Creo que le dejo a ella un buen recuerdo, con ella he vivido mis viajes, mi trabajo. Dios quiera que nunca tenga ningún don, que no trabaje hasta cansarse, que no le falten desayunos. Dios quiera. Esto de querer la renuencia y no poder, no lo quiero para ella. Yo trabajaré hasta que mi cuerpo no me sirva, hasta que mis manos no puedan sostener la albahaca y mis ojos se cansen de ver, hasta que la última persona llegue y entregue por última vez mi cuerpo a mis espíritus, como usted lo hará. ¿Ya le dijeron que usted tiene don? Se lo digo, usted también tiene don y no la dejarán en paz hasta que trabaje.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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