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Cultura

El tren de la memoria

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Dos de junio

Para Doña Reyna son estos recuerdos

Una fotografía es como una estatua: copia del engaño, consuelo del tiempo.
Sabines

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En la fotografía, tornada sepia por el tiempo (cincuenta y ocho años ha), dos niños posan para la vieja cámara kodak del tío Erasto, quien supongo llegó de vacaciones a Juchitán con su familia, que es como decir: mi tía Juanita y su primer hijo.

Él había nacido en Juquila Mixe; joven, viajó al Distrito Federal, aprendió habilidades de la contaduría, según quiere decirme la memoria. Allá conoció a la hermana de mi madre, recién llegada de Juchitán. Casaron.
Ese primogénito es quien levanta el brazo derecho hacia la kodak, apunta con el índice, acaso la desafía desde la profundidad de su mirada, tierna como un cogollo que asoma apenas a la luz de la vida.
De su cuello pende una cadena de oro, rematada por un dije que no alcanza a contarnos su figura. Debió habérselo comprado la tía en aquel mercado que se incendió setenta años después. O tal vez fue una hechura de Tomás Orozco, vecino de la casa construida por el abuelo Moisés, hecha pedazos por el manotazo terrible de la tierra, un siete de septiembre del dos mil diecisiete.
(Dos años más tarde de aquella sacudida, la casa no quiere renacer; tal vez la burocracia, tal vez la indolencia de los responsables de la edificación, han vuelto asfixiantemente lenta la resurrección de lo que fue alguna vez una morada solariega, ante los descorazonados ojos de mi madre.)
El otro pequeño sienta el precedente de lo que ahora es la mirada de este hombre cuasi maduro y torpe. Pasea por cualquier lado la vista, menos al objeto que quiere atraparlo en el recuerdo. Sus hombros caen displicentes, su mano izquierda dibuja travesuras. Hay una ligera sonrisa juguetona entre sus labios.
Ambos, desnudos, se hallan sentados sobre un petate de palma, sobre cuya superficie cruzan, de esquina a esquina, dos franjas coloridas, acaso rojas y moradas. Esto último es sólo querencia de un recuerdo menos antiguo. Detrás, casi imperceptible, una palangana de peltre, pintada de blanco, con los bordes azules, muestra una desportillada superficie.
Un sol de la una de la tarde, según parece, tiende su luminosidad y su calor sobre el primer plano de la escena. Detrás, las sombras se deslizan poco a poco.
Esto me dice la imagen que tengo delante mío, montada en un pequeño caballete, portarretrato que le dicen. La memoria no me habla de ese tiempo.
Acaso el recuerdo más antiguo que tengo de mi infancia, es aquel en donde camino al lado del mismo personaje de la fotografía, mi primo, mi hermano José; músico él que troca con frecuencia el abc de los números contables (herencia de su padre Erasto) por el do re mi de la guitarra y las canciones en inglés de los años ochentas del siglo pasado.
No veo, me contaron, que deambulamos por los rumbos aledaños a la calzada Eduardo Molina tomados de la mano. Observo sí que enfrente hay un paisaje árido, acaso montones de basura, pocas casas en lo que más tarde será la colonia Díaz Mirón.
Por mi cabeza navegan botes metálicos, de los cuales asoman verdes plantas adosadas a la pared que está enfrente de las pequeñas casas del vecindario, dos metros de pasillo de por medio. Estaríamos entonces cerca de los tres años de edad.
¿Veo realmente unos eucaliptos? O son ramas y troncos que mueve el aire tiempo después. No lo sé. El tren de la memoria silba débilmente por los rieles de la vieja infancia.
“¿Quién canta? El que lloró hace rato. ¿Quién va a vivir ahora? Los que estábamos muertos”, vuelve a hablar don Jaime, el de Tuxtla.
Santa María Xadani, cerca de los sesenta, 2019.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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