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Cultura

Guie’ Cheguiigu’ – La flor de Cheguigo

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Algo para recordar: las cerca de cien mujeres cargando flores multicolores, acaso con menor luminosidad y colorido que los cerca de cien trajes espléndidos que ellas portan, garbosa y felizmente. Cuenta la leyenda que si vas a una vela, y observas detenidamente a las juchitecas asistentes, podrás darte cuenta de que ni uno sólo se repite.

Por similar geometría, viajan diversas combinaciones del amarillo, el rojo, el negro de los hilos, que a punta de pedal la costurera deja sobre la tela de algodón o piel de ángel, para dejar a punto la cadenilla que adorna el rítmico andar de las señoras, las muchachas.
Igual maravilla ocurre con el bordado o el tejido. Diferentes manos dibujan diferentes motivos florales, para que luego la paisana o el muxe’ deslicen ágiles los dedos y la aguja, arriba, abajo, arriba, abajo, y ¡zaz! la magia de las flores brota sobre el jardín del terciopelo: nítidas rosas, encendidas margaritas, claveles en su punto o azucenas que se desmayan de calor.
Ese paraíso camina deslumbrante sobre la calle Hidalgo, frente a la casa de los Musalem Santiago, golpeada por el terremoto y que se levanta de nuevo, poco a poco; se mueve a una cuadra del Palacio que sigue esperando la ventura de una mano gubernamental que lo reconstruya, mientras, ay, esas ruinas que veis, son la sombra de la casa de los pleitos, que dijera mi General Charis.
Esa lluvia de colores que danzan por la ruta de ésta que mientan la mejor regada de frutas de este dolorido pueblo de San Vicente Ferrer, que también está en lista de espera para regresar a su templo, que recibiera también el latigazo profundo de la tierra en el dos mil diecisiete.
Lluvia que supera con mucho los sesenta segundos de agua vertida media hora antes desde el cielo. Lluvia de un minuto, le dice un peatón al guardia del restorán cercano. Lluvia que baila, que sonríe antes de lanzar al aire caluroso de la tarde su carcajada infinita de entusiasmo, de orgullo, de enorme amor por la vida.
Algo para recordar: las miles y miles de personas que se apuestan por las aceras de esta calle, por la Cinco de mayo, la Independencia o Zaragoza, la antigua calle de Colón, antes de subir al puente que permite el regreso de esta jolgoriosa procesión a su lugar de origen, al Cheguigo de Rey Baxa, de Macario Matus, de Saúl Martínez: Juana dicen, Juana digo, Juana traigo en la memoria.
En la esquina que forman la calle San Vicente y la avenida Roque Robles, tres esforzados músicos tocan el relato de este desfile de alegrías, cuya tonada, cierto, vino de muy lejos, pero fue enjoyada por la letra de otro chegueño ilustre: Pedro, hijo de aquel Rey, Baxa conocido. Una y otra vez, a puro saxofón, teclado y batería, nos recuerdan que la felicidad está muy cerca de mayo, o que mayo es precisamente el corazón de la felicidad juchiteca.
Por todo el recorrido, las manos se levantan para atrapar juguetes de plástico, escobas de palma, grandes y chicas, vasijas varias; o Lupe huiini’, que va mostrando la blancura de sus dientes, mientras reparte varas de corozo y se enjuga el abundante sudor con un paliacate rojo, paliacate de historia pisoteada por políticos y políticas de toda laya.
Algo para olvidar: las pancartas de lona impresa que anuncian la categoría del capitán o la capitana de este festejo; la inmensa cantidad de plástico que llena la bolsa llevada exprofeso para atrapar en el aire o en el suelo lo lanzado por jinetes o mujeres que viajan a bordo de enjaezados vehículos de vario tamaño; las bandas musicales que a lo largo del trayecto llevan en andas aires del norte, antes que los viejos sones o las marchas de antes.
Algo para recordar: el dolor de las familias que siguen sin techo, con las heridas dejadas por aquella media noche de larga y potente sacudida. La fuerza de esas mismas familias que se levantan para enarbolar su espíritu de guerreros y guerreras zapotecas, y gritar a los cuatro vientos su alegría de vivir, sus ganas de vivir, como si el corazón les fuera a reventar al día siguiente.
Juchitán, un sol que no morirá jamás.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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