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Cultura

Conejo y Lagarto se hacen enemigos

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Si esta historia hubiera ocurrido en la época en que los días y meses ya tenían nombres, el mes se llamaría abril.

Sucedió lo que sucede en los meses secos de año, que las aguas fueron encogiéndose más y más hasta que en la plana blanca del Mar Muerto sólo había una charca. El agua quiso salirse; pero la detuvo, cerca del monte, un mangle. Las raíces de este árbol estaban en el aire y el agua a sus pies era honda. Pero el calor persistió y a mediados del mes siguiente la profundidad era menor que una cuarta. Entonces se supo que allí vivió Lagarto, porque la mitad de su cuerpo áspero se quemaba al sol.


Había dos raíces paralelas por donde, en los buenos tiempos, Lagarto pasaba una y otra vez.
Un día bajó sus ojos el recuerdo de ese juego y quiso repetirlo; pero el medio cuerpo seco detuvo a mitad el ejercicio.
Cuentan que lanzando en lo hondo del río o del mar, varios bueyes no podrían arrastrarlo a la orilla: tanta es su fuerza. Pero esta vez el caso era otro y no pudo romper las dos raíces que lo detenían.
Allí habría muerto, si el burro no tuviera cuatro piedras por cascos, para no quemarse las patas. Nadie que no fuera él pudo haber llegado pisando la brasa blanca donde Lagarto se encontraba, y quien al verlo le dijo: ¿Dónde vas amigo?
-Ando- -dijo- buscando un poco de agua dulce desde hace varios días. Quiero atravesar la playa porque he oído decir que del otro lado hay muchos arroyos.
Y señalaba a lo lejos una línea verde de monte.
-Aparta ese pensamiento de tu cabeza.
El burro, sin contestar, dejó aquel pensamiento.
Lagarto continuó:
-Sé dónde, aquí cerca, hay bastante agua. Si tú me ayudas a salir de este lugar, en poco tiempo estaremos allá.
El burro rompió la sujeción en que se hallaba y lo apartó de las raíces.
Lagarto no tenía fuerzas para arrastrase y el burro, con el corazón blando por el llanto de su amigo, se tendió en el suelo. Lagarto se echó sobre las espaldas del burro y empezaron a andar.
Cuando llegaron a la boca que el camino había abierto en el monte, el sol estaba un poco más bajo.
El burro no sabe de bridas: la docilidad la presta pero no la da, y muchas veces, cuando el hombre más la necesita, la recobra. Y ese día menos pudo darla, porque Lagarto ocupaba las manos para detenerse. El hombre guía al burro cerrándole con una rama el ojo opuesto a la dirección que necesita y el burro sigue entonces el camino extendido ante el ojo abierto. Pero la cabalgadura y el jinete, ese día, hablaban las mismas palabras, y Lagarto, desde arriba, tiraba sobre cada nueva dirección una palabra, y el burro la seguía.
Después de tanto caminar, un olor desprendido del agua y rizado por el aire se escapa por el sendero para encontrarlos.
Lagarto dijo:
-Ya estamos cerca.
Y el burro, sin hablar, extendió el cuello para beberse el aire, como si fuera un chorro líquido. Olvidó el paso corto y el trote le bajó a los pies. Persiguiendo la hora que corría ante sus ojos, corrió después hasta llegar al aguaje. El círculo de agua, por inmóvil y por el bien que regalaba, parecía un pedazo de cielo caído.
Otra vez el burro se echó al suelo. Lagarto dijo:
-Gracias.
Y el agua, como espantada, corrió en ondas a la orilla.
El burro también bebió.
El temor de perderse, desde esa tarde, con cabestro corto, lo mantuvo cerca. Había huellas en torno del agua y el burro se dio cuenta que de todos los habitantes del campo, sólo él desconocía aquel sitio.
Tres veces, mientras había sol, llegaba a beber, pero ni de día ni de noche volvió a hablar con Lagarto.
La tarde en que el burro llevó a Lagarto al aguaje, no estaba muy lejos, pero la gratitud, de tan lejana, no se distinguía. Y en la hora igual del día siguiente, a aquella que se encontraron a mitad del calor, Lagarto, que desde mucho esperaba sin moverse a la orilla del agua y bajo de ella que el burro bajara a beber, le mordió, al inclinarse, la trompa.
-¿Es así como se paga un favor? – preguntaba desolado el burro.
-Yo no sé, pero tengo hambre.
En esto llegó un buey y el burro dijo:
-Amigo, di si es justo que Lagarto pague mis servicios de este modo.
Y conto hasta aquí la historia que estoy contando.
Cuando aquel buey era joven y arrastraba el trabajo en surcos, sobre las tierras de labranza, sus amos lo quisieron mucho; pero cuando pisó la vejez, lo arrearon de la casa.
Así fue que contestó:
-No es justo, pero sucede así.
Con esta razón, Lagarto volvió a decir:
-¿Ya oíste?
Era el momento en que se bebía, y una tras otra estaban llegando las bestias. Aún no se marchaba el burro y el caballo estaba entre ellos.
-Amigo, di si es justo que me pague mal el favor que me debe.
Y el burro contó, otra vez, la mitad de esta historia.
El caballo, por viejo, tenía un pasado parecido al del buey. Él también había dejado, contra toda su voluntad, la casa de sus amos el día que sintió un achaque y dijo:
-No es justo pero así sucede.
Apenas acababa de oírse esto, cuando Conejo llegó junto a ellos. Con una falsa despreocupación mordía el agua.
Habló el burro y Conejo dijo cuando dejó de contar:
-Dime: ¿es cierto que hablaste o me lo estoy figurando?
-Sí, te he contado una historia y he preguntado al final si es justo que Lagarto pague con un mal el bien que le di prestado.
-Si ustedes lo permiten, iré a mi casa para consultar mis libros. Está cerca, y antes que esta saliva se seque estoy de vuelta.
-Está bien –Contestaron en una sola vez.
Y el conejo corrió con el permiso.
Permanecía mojada la gota que dejó Conejo sobre la arena seca, cuando volvió.
-He consultado mis libros: ellos dicen que es indispensable que vayamos al lugar de los hechos. Desde luego tu tienes razón –Dijo mirando a Lagarto.
El burro cargó hasta el pie del mangle al amigo ingrato.
Entre las dos raíces paralelas Lagarto se mantuvo en el aire.
El juez preguntó entonces:
¿Así te encontró?
-Si.
-Pues así que te deje.
Y uno al lado del otro, el burro y Conejo corrieron parejas hacia el monte.
Lagarto estaba dispuesto, desde ese instante, a vengarse de Conejo y echar a rodar, por el precipicio de la violencia, la piedra de su ira. Pero la venganza todavía no ha ocurrido.

Tomado del libro: LOS HOMBRES QUE DISPERSÓ LA DANZA
Autor: ANDRES HENESTROSA
EDICION CONMEMORATIVA DE LOS 50 AÑOS DE SU PUBLICACIÓN Y DE LAS BODAS DE ORO LITERARIAS DE SU AUTOR.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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