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Cultura

Seis décadas de Toledo, en un catálogo

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Su inventiva es inagotable; pinta en cuclichas; trabaja todos los días; usa métodos no ortodoxos; es autor de miles de pinturas, gouaches, acuarelas, dibujos, cerámicas, esculturas, fotografías, gráficas, diseños e ilustraciones; es creador de proyectos vivos que involucran cultura, arte, ecología, cine, libros, artesanía. Es el artista vivo de México más reconocido, un creador de su tiempo, contemporáneo y a la vez heredero de tradiciones. Autor de obras insertadas en el entorno natural, en las historias familiar y social, desde lo vivido en Juchitán y Veracruz, hasta Oaxaca e incluso París, a donde llegó en 1960.

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De todo esto hablan los investigadores y escritores que escribieron 18 textos para el catálogo Francisco Toledo. Obra 1957-2017, una empresa única en la historia del arte en México: única por sus contenidos —2 mil 168 obras multidisciplinarias seleccionadas de 7 mil—; única por lo ambicioso del proyecto, que tomó más de seis años a un equipo encabezado por Cándida Fernández de Calderón, directora de Fomento Cultural Banamex —editor del catálogo—, con Juan Coronel Rivera como coordinador de investigación, y la participación del propio artista. Y única por la riqueza del universo artístico de Toledo.

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Como una gran retrospectiva, el catálogo es para digerir con tiempo, para volver a él, leer con pausa los ensayos, observar, descifrar el humor, reconocer las historias, las constantes. Como escribe el crítico Jorge Alberto Manrique (fallecido en 2016), Toledo “es un individuo culturalmente híbrido”. Sus obras están pobladas de muertes, zapatos, vacas, cocodrilos, serpientes, iguanas, mujeres con tacones, del héroe Benito Juárez, de maíz, máquinas de coser y hamacas. Todo tiene un por qué. “Los temas de Toledo —apunta Manrique— son muchísimos, y lo más importante, a mi juicio, es que nada le está prohibido”… “¿Dónde en la pintura de Toledo termina la jarra y empieza el pez? ¿Dónde termina el pez y empieza el hombre… La ambivalencia de las cosas, las plantas, los animales y los hombres, su plurivalencia, no procede de un desquiciamiento o de un abuso de la realidad, sino justamente de la proposición que Toledo nos hace de aceptar esa realidad como una unidad continua que se manifiesta de muy diversas maneras, cierto, pero que son esencialmente diferentes entre sí”.

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Como una gran retrospectiva, el catálogo es para digerir con tiempo, para volver a él, leer con pausa los ensayos, observar, descifrar el humor, reconocer las historias, las constantes. Como escribe el crítico Jorge Alberto Manrique (fallecido en 2016), Toledo “es un individuo culturalmente híbrido”. Sus obras están pobladas de muertes, zapatos, vacas, cocodrilos, serpientes, iguanas, mujeres con tacones, del héroe Benito Juárez, de maíz, máquinas de coser y hamacas. Todo tiene un por qué. “Los temas de Toledo —apunta Manrique— son muchísimos, y lo más importante, a mi juicio, es que nada le está prohibido”… “¿Dónde en la pintura de Toledo termina la jarra y empieza el pez? ¿Dónde termina el pez y empieza el hombre… La ambivalencia de las cosas, las plantas, los animales y los hombres, su plurivalencia, no procede de un desquiciamiento o de un abuso de la realidad, sino justamente de la proposición que Toledo nos hace de aceptar esa realidad como una unidad continua que se manifiesta de muy diversas maneras, cierto, pero que son esencialmente diferentes entre sí”.

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Varios autores hablan del mito en su obra, de lo erótico; Alberto Blanco, sin embargo, en su ensayo El pintor de las mil máscaras, prefiere hablar de sexo, pues considera que “su obra trasuda sexualidad”: “Atiende a un dominio mucho más elemental y mucho más animal que el erotismo. Es una obra que tiene más que ver con los instintos que con las emociones, y poco o nada tiene que ver con los sentimientos”.
Coronel Rivera define a Toledo como un artista universal, de todos los tiempos y de todas las tendencias. Plantea que existe una idea “racista” de occidente de calificar como “artistas latinoamericanos”, pero, defiende, “a Toledo debemos tutearlo e incorporarlo con todos los autores que le son contemporáneos en desarrollo; medirlo con la misma vara”.

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Recalca que “ha mantenido una posición, no ha cambiado su forma de plantear su actitud artística, por demás exitosa, con todo y la contraposición marcada por las tendencias plásticas. No es sujeto de una tendencia”.
Entre los autores que aportaron textos académicos a la edición se encuentran también David Huerta; Gonzalo Vélez; Edward J. Sullivan; Francisco Calvo Serraller; Dore Ashton; Luis Carlos Emerich; Guillermo Santos; María Cristina Torales Pacheco; Alfredo López Austin; Rosa Casanova, Jaime Moreno Villarreal y Helga Prignitz-Poda.

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Acerca de la participación de Toledo en el proyecto, Coronel Rivera recuerda: “En el momento en que él toma la edición en sus manos, la relee, la acomoda, y está haciendo una nueva obra. Esta es una pieza más de su autoría. Está ejerciendo su labor de autor”.

Con información de: Eluniversal.com.mx

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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