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Cultura

Benda Yuuze

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Sucedió ante los ojos de una mujer la plenitud de su vientre; pero los ayes no se encontraron: la mujer tenía marido. Cuando se unieron sus exclamaciones fue aquella noche en que el niño, con tres meses apenas de vida, desde el vientre de su madre habló y lloró.
La mujer despertó a su compañero y, llena de espanto, le contó el suceso.
– No podemos hacer nada; duerme, y si otra vez habla y llora, pediremos a los viejos la palabra que nos explique la causa.

Así fue. Y aquellas dos cosas no se repitieron hasta cuando al niño le faltaban treinta días para nacer. Sin embargo, no recurrieron a los viejos. Esta vez el hijo explicó que por ser orden alta la que obedecía no debían temer y terminó diciendo que al nacer sabrían lo demás.

Desde entonces una ansiedad los tomó del brazo y con ella se pusieron a vivir. Y se hicieron más largas las horas. Cada vez que un día se desplomaba sobre el mar, y por los montes volvía trotando la noche, los padres sentían un gran regocijo porque el nacimiento se acercaba. Y se echaban la dormir en tanto el nuevo día llegaba, y haciéndose delgado se colaba por entre las palmas del jacal. Despiertos, se uncían al trabajo hasta que la luz rendía los ojos y la tarde pagaba en oro las fajinas y la noche a dos manos repartía la plata de sus astros. Así fueron viendo pasar los días y en uno de ellos, a la hora en que el sol no permite sombras a las gentes porque les mira a la mitad de la cabeza, la esposa dio a luz. Decididamente, aquella niña era loca, pues. ¿cómo se le ocurría nacer cuando no puede decirse si el sol irá a la derecha o a la izquierda?

Y sus padres no ocuparon el aceite para alimentarla, ni las tijeras, ni el ajo, ni la escoba, ni el humo de alhucema para alejar a las brujas. La niña había nacido grande; traía largos cabellos; en los surcos de los labios, dientes blancos como el maíz tierno; y hablando claramente, dijo:

-Diuxi1 haga el favor de pagarte por haberme guardado en tu vientre mientras nacía. No necesitare de la luz de tus senos y hoy mismo me iré a la montaña – y levantando el índice señaló un cerro que se tendía a lo lejos -. Aunque volveré al pueblo no seré vista jamás y tan sólo se oirá la música que me acompañe.

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Y su primer paso cayó como el punto final de la conversación. Nadie la siguió sino con los ojos, y al perderse de vista las miradas retrocedieron a encerrase bajo los parpado. El miedo les recorrió como un agua helada de la cabeza a los pies.

El tiempo dejó regadas entre ellos varias semanas y en una hora idéntica a aquella en que la niña naciera, resolvieron, después de pensarlo mucho, ir a buscarla. Untaron con una extensa mirada la montaña y sin hablar soltaron los primeros pasos. Caminaron tan de prisa que el sol no tuvo tiempo para calentarlos y el pedazo de tiniebla de los árboles sólo conseguía por unos segundos apagar la sombra de los cuerpos. Cuando la tierra comenzó a arrugarse y en vez de arena tuvo piedras, tal como un camino que envejeciera, se alegraron grandemente; eso indicaba la cercanía de la niña. Unos pasos más y la tierra se enarca. El descenso les muestra entonces las rodillas y en ellas se sientan y recogen unos granos de reposo. Después en un unánime ímpetu, inician la ascensión, y antes que el cansancio los retuviera de nuevo, llegaron a la parte más alta. Allí sobre una piedra, la niña cavaba un pozo. Levantó los ojos para verlos y en los hilos de sus labios se tendió al sol una sonrisa. El asombró les subió a los ojos y en sus bocas se agrupo el silencio. Conteniendo el aliento, esperaron.

A la mitad de la piedra desmenuzada, la niña, como si se persiguiera a sí misma, gritaba, giraba. Súbitamente brotó agua del hoyo y la criatura, sin moverse del centro, como antes, dio vueltas y vueltas hasta tornarse culebra, y el agua, girando en torno suyo, le subió hasta la cabeza. Otra vez el miedo los bañó con sus aguas frescas. Y vieron a su hija hacerse lluvia hacerse lluvia; y sin seguir caminos deshizo los árboles y buscó el pueblo, sus primitivos cabellos se soltaron y cada uno fue un hilo de agua. Y era como si llevara la lluvia colgada de los hombros.

Desde ese día la lluvia viene de la montaña y camina al compás de una música. Y se cumplió la profecía: oímos la danza, pero no vemos la niña.

Y cuando llega la noche el viento, siempre aliado suyo, aparta una ráfaga, y la ráfaga al pie de las puertas, imitando a la serpiente originaria se enrosca y silva.

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1.- Diuxi, no es más que el Dios de los españoles, pronunciado con una s que tuviera voz y convertida por ellos –los zapotecas- la o en u, letra más frecuente en su lengua. se la oye en los más viejos rezos de la lengua zapoteca y por esto creí en un tiempo que era de nuestra lengua; pero no hay tal. tuvo mucho que ver en esto la manía filológica de querer encontrar relaciones entre las palabras que designan divinidades en otras lenguas y las que las designan en las lenguas indígenas. ejemplo: teo griego y el teotl, mexicano.

*Tomado del libro “Los Hombres que Disperso la Danza”/Autor: Andrés Henestrosa/Edición Conmemorativa de los 50 años de su publicación y de las Bodas de Oro Literarias de su Autor/México 1972.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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