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Cultura

Del Biguie’ antiguo, al Xandu’ de los conquistadores

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Hca. Cd. de Juchitán de Zaragoza, Oaxaca.- El sincretismo religioso más importante entre los zapotecas, una dualidad que se conjugó desde la llegada de los españoles y que en nuestros días, algunos habitan­tes de Juchitán luchan por mantenerla, esencia misma del resultado de una colonización que se adaptó a las creencias religiosas de ese mundo fantástico de los zapotecas, para introducir su nuevo con­cepto.

Los antiguos zapotecas ya celebraban esta fiesta, según refiere Francisco de Bur­goa, desde el inicio del año de su calen­dario y que coincidía con lo que hoy es el mes de marzo, alcanzando su cúspide los días 30 y 31 de octubre, de acuerdo al calendario gregoriano que impusieron los conquistadores. En este punto llevaban a cabo un alto para hacer una suma de los días funestos y benéficos, para continuar con su vida diaria, después de haber he­cho una profunda reflexión religiosa sobre su existencia, del cual salían fortalecidos.

Dentro de esa cosmovisión, creían en que por estas fechas los espíritus de las personas muertas regresaban a convivir con los suyos, después de una ausencia de seis meses, no antes, con esta firme creencia preparaban oportunamente la ceremonia de la llegada de las almas, el cul­to y la veneración se realizaba con mucha antelación para esta gran celebración que aún hoy reúne a toda la familia, vecinos y amigos.

Para recibir las almas de los difuntos preparaban, y en algunas partes de la ciu­dad continúan preparando el Biguie’, que es un arreglo esplendido confeccionado con flores de cempaxúchitl, frutas, panes, chocolate, anisado de maíz, mezcal, incorporándose en la actualidad la cerveza.
En sus casas y frente a sus deidades precolombinos, “Binniba’, Bisilú, Dios de la Muerte y Guzanado’, Dios de la vida, ahora ante sus nuevos santos, traídos del viejo continente colocan un petate donde po­nen frutas, panes y flores, así como cuatro platanares situados en forma de custodio a la ofrenda, cañas de azúcar, dulces, si­mulando un vergel rico en flores amarillas del cempaxúchitl, cresta de gallo, que es acompañado con canticos y el incienso aromático del copal.

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Al fondo del petate casi pegado a sus deidades y nuevos santos, adornado de los manjares más selectos, elaboraban un armazón (beedxe¨.tigre) cuadrado de pen­cas o carrizo, que se forran con cordoncillo (gueié’daana), cempaxúchitl (guie´biguá) y en el extremo superior un adorno formado con la flor cresta de gallo, flor aterciopela­da de color purpura, en la actualidad, ese adorno se ha trasformado en una cruz cris­tiana, producto de la evangelización espa­ñola, el cuadro floral es colocado entre los dos platanares, quedando en medio.
En la entrada de sus domicilios lo ador­naban con platanares o cañas de azúcar y frutas que colgaban de ellas. La confección de estos adornos eran realizados en su mayoría por los varones, mientras que las mujeres se ocupaban en la elabo­ración de los alimentos que degus­taría el alma, tomando en conside­ración sus gustos sobre la tierra.
Quienes realizaban todas estas actividades eran atendidas con chocolate, panes y tamales de mole negro de pollo o guajolote, durante el día los deudos son visitados por familiares, vecinos y amigos.

Las mujeres llevan flores de cempaxú­chitl, veladoras y una cooperación (guna’), recibiendo en reciprocidad dos tamales, y dos panes, por la noche los va­rones asisten al velorio, donde hacen una aportación como muestra de solidaridad y cooperación, dándoles un tamal y café negro, algunos llevan sus guitarras e inter­pretan canciones, mientras pasan la noche conversando, contando charadas y algunos fumando cigarros y tomando mezcal.

El Biguie’ autóctono fue transformando en Todos Santos costumbre española traí­da en la época de la conquista y que es una deformación del vocablo zapoteco se dice Xandu’ (Todos Santos), que se adaptó a esa tradición ancestral de los zaes.
De acuerdo a la tradición religiosa de los conquistadores, la ofrenda del Xandu’ o Todos Santos es semejante a los templos católicos, con siete escalones, que desde el piso y en cada una de las gradas del altar se coloca una gran variedad de frutas de la temporada, panes que son llamados mar­quesotes, torta zaa, bollo, flores de cem­paxúchitl, cordoncillo y cresta de gallo, así mismo se colocan velas y veladoras que ilu­minan el altar, acompañadas del sahumerio del copal indígena.

En los costados del altar se acomodan platanares con sus racimos de plátanos sazones próximo a madurar, que en la parte de arriba se amarran para formar un arco. En estos platanares se atan flores de cempaxúchitl, (guiebiguá’a: flor de muerto), marquesotes y una gran variedad de frutas, se tapizan los escalones con cempaxúchitl que armonizan el altar con su color amari­llo cromo y, cubren el recinto con su fragan­te aroma, sin faltar los racimos de coco en su cáscara verde. Contra la pared junto al altar se acomodan varas de cañas de azúcar con sus verdes hojas que apuntan al techo. El Xandu’ fue adaptando las cos­tumbres autóctonas a la tradición religiosa del catolicismo, hasta quedar en nuestros días como el sincretismo religioso que se ve en la ciudad.
Según versión popular esta festividad lle­go a dividirse su celebración en los días 30 y 31 de octubre, por el encono político que vivió esta localidad, cuando existían los partidos “rojo y verde” y para evitar en­frentamientos que en forma recurrente sucedían en cualquier fecha, las autori­dades de esa época determinaron que las personas que habitaban la parte sur de la ciudad, partiendo del palacio municipal, realizarían la festividad en el día 30, mientras que los que habitaban del palacio municipal hacia el norte, la fiesta se lo llevarían a cabo el día 31, sin embargo en la actualidad esa situación se ha perdido, es muy importante destacar que actualmente en la parte sur de la ciudad es donde aún persiste el Biguie’ con mayor fuerza, mientras que por la parte norte de la ciudad tiene mayor presencia la costumbre de los altares.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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