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Cultura

Lleva Claudia Santiago las luchas de las comunidades del Istmo de Oaxaca a los escenarios

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Juchitán de Zaragoza.— La mirada peculiar que ponía su madre al despertarla le anunciaba a Claudia que el circo había llegado al pueblo. Sin pensarlo brincaba de la cama y en calzones corría hasta la carpa que se instalaba en la esquina de su casa; los cirqueros la conocían, era la niña que los convertía en familia cada vez que arribaban a Ixtaltepec.


Los circos Osorio y Pascualillo que recorrían los pueblos del Istmo fueron los primeros escenarios que la actriz Claudia Santiago pisó a la edad de seis años. Los recuerdos son nítidos para la también productora; los destellos de las luces, los colores chillantes, los payasos, los acróbatas y los animales, la acercaron a la magia del escenario.
El hechizo teatral del circo la cautivó y la marcó sin saberlo, de la misma manera que lo hicieron los juegos infantiles ligados a la tierra y la presencia fuerte de las mujeres de su casa.
Estos momentos de vida se convirtieron para Claudia en el mejor lenguaje para expresarse a través de la actuación en casi dos décadas.
“El circo fue mi primer encuentro con la escena. Llegaba el circo y yo los convertía en mi familia, un día los invité a todos a comer a mi casa para sorpresa de mi madre. Mi padre se infartaba cada vez que me veía colgada de un árbol como cirquera. O la vez que uno de los monos del circo me desgreñó por abrazarlo. Mi niñez estuvo muy marcada por la magia del circo, después llegó la adolescencia y el teatro comenzó a ocupar mi cabeza.

El Gallo fue el apodo que recibió en la adolescencia por el temperamento fuerte que poseía entre los niños de su calle, de todos se defendía a golpes. Esa rebeldía, que acentuaba con el hábito de adoptar ratones recién nacidos y reventar cohetones en su boca, llevó a su padre a enviarla a una escuela de monjas para controlarla.
“En la etapa de la secundaria tuve mi encuentro con un teatro, fue amor a primera vista, regresé al pueblo y le dije a mi papá: ‘quiero ser actriz’, por supuesto que me dijo que no.
“En la preparatoria me inscribí en el taller de teatro, pero al no tener en el estado una escuela de actuación opté por periodismo. En eso andaba cuando, sin buscarla, la oportunidad se presentó y los escenarios se convirtieron en parte de mí.”
Cuando se le pregunta qué tan difícil fue abrirse paso en el mundo de la actuación, Claudia rememora sus primeros días en la Ciudad de México, cuando por 100 pesos al mes compartía cuarto con prostitutas y ladronas.
Mientras esperaba el examen para ingresar a la UNAM, alguien le comentó que en el Palacio de Bellas Artes iban a dar fichas para la escuela de teatro, sin pensarlo se presentó y obtuvo la ficha número 3; tres meses después se convirtió en estudiante de la Escuela Nacional de Arte Teatral del INBA.
“Venía de un accidente fatal, me iban a cortar una pierna cuando entré a estudiar teatro. Fue hasta el tercer semestre cuando me doy cuenta de qué iba todo y el teatro se convirtió en una especie de sanación de mi cuerpo. Al terminar la carrera me fui a Perú y desde allí realicé mi tesina: el teatro como sanación”, rememora.
Desde sus primeros trabajos, Claudia optó por el teatro comunitario, en el que se reflejara la cosmovisión de las comunidades originarias y existiera vinculación con la tradición oral y sus manifestaciones rituales.

“Desde el primer día entendí que debía rescatar las luchas, las palabras, enseñanzas y conocimientos de las ancianas, de mis abuelas, de las mujeres de mi pueblo, la voz de los ancianos de las comunidades del país, de las mujeres y hombres que defienden su territorio y trasladarlas a la ficción, al teatro, a los escenarios, a mis escritos y producciones, no fue fácil, pero creo que fue la mejor decisión que tomé”, explica vía telefónica a días de la presentación de su nueva película, Guiexhuba.
La visión que tiene Claudia se ve reflejada en los trabajos que ha emprendido durante años, como ejemplo está la obra Bidxaa. Un cuento antiguo para niños contemporáneos, que por más de seis años estuvo en cartelera, y la película Guiexhuba, de Sabrina Mahute, que narra la defensa que realiza un grupo de zapotecas del territorio a manos de poderosos empresarios.

La directora y dramaturga no olvida sus orígenes, los juegos infantiles y el circo, a pesar de contar con trabajos comerciales en el cine y la televisión, como Las Niñas Promedio, para Canal Once, y El Recluso, para TeleMundo Internacional.
Claudia Santiago mantiene el pie sobre la tierra llevando la voz de las comunidades a los escenarios, sin dejar de soñar en fundar, un día, la primera escuela de actuación en el Istmo.

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Cultura

Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024

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Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad

Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.

Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.

En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.

El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.

Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.

Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.

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Cultura

Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño

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Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet

El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias  sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de  algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo,  se torna, interesante para la mente infantil.

En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer  congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual,  José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.

 En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar  el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.      

Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.

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El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común  en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.

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