Cultura
Andrés Henestrosa parte 3
» Todos los días me esfuerzo por ser distinto al que fui ayer.» A.H.
Las palabras dichas o escritas; un gesto, ademán, tiene un significado propio a las circunstancias o tiempo. «Habla y te conoceré», así reza un refrán. De modo que llamarle maestro a alguien no es por educación, amabilidad, cortesía. No!, es porque ese alguien lo es, la palabra adjetival así lo define. Ante el reclamo, la llamada de atención del maestro Andrés a mí; por haber dicho a Severo Mirón al despedirse : Hasta luego maestro. Mi respuesta ante : Ése es tu maestro?…Entonces, Arrigo y yo qué somos para ti?…Me quedé sin habla. callado viéndolo con sorpresa y dándole la razón diciéndome a mí mismo : – no uses con irresponsabilidad el lenguaje; la palabra; su uso es sacramental – . Ahora, cuándo y cómo fue mi cercanía con don Andrés. En mayo de 1968 doña Alfa Ríos vino a la fiesta de Juchitán junto con sus hermanas Lucelia e Ilma Ríos Pineda. Y es así que en el mercado doña Alfa pasó en el puesto donde mi madre vendía aguas de frutas, expuestas en diferentes frascos de vidrios y de colores diversos, al agua de sandía, melón, tamarindo, limón…Sabores distintos y atractivos en época de calor como es el mes de mayo. Es así que mi madre y doña Alfa se contactan; claro! Que ya se conocían porque mi padre y doña Alfa eran primos hermanos; la madre de doña Alfa era Nicandra Pineda y mi abuela Adela Pineda eran hermanas. Habían tenido un hermano que se llamó Amarante Pineda. Después de la plática que tuvieron en zapoteco; mi madre me lo platicó y me dijo, tus tías vinieron a la fiesta de Mayo, ve a saludarlas. Es así que una tarde llego adonde hoy está el DIF de Juchitán, sobre Belisario Domínguez con José F, Gómez, en el Centro. En esa casa muchas veces pasé anterior a esta visita; me asomé a la ventana abierta con una gran sala con sillas de cedro barnizadas colocadas en la pared y en una de ellas viendo desde el interior a la calle, una señora vestida de enagua y de huipil con holán propio para ir a una fiesta. Las veces que la vi, no supe para nada que se trataba de doña Nicandra Pineda, esposa de don Herón Núñez Ríos, un médico práctico próspero que un día preparó y fabricó una pomada que curaba enfermedades de la piel. Hace poco Tarú Musalem me comentó que cuando estuvo en Ensenada California, vio la latita de Mercurín en la casa donde se hospedaba; con la leyenda del laboratorio Germania, Juchitán, Oax.
Bien, llego en una tarde de Mayo de 1968 pasado la mitad del mes a visitar a mis tías. No olvido a las tres que con afecto me recibieron, me encontraron parecido con mi tío Agustín Jiménez, hermano de mi padre, que juntos salieron para la CDMX; ellas se inscribieron en la UNAM para estudiar enfermería y obstetricia y mi tío, leyes. En esa tarde mis tías: Lucelia, Ilma y mi tía Alfa, se encontraban bajo la sombra de un frondoso mangal, todavía con algunos racimos de mango colgando, mientras que un pequeño tigrillo se movía en una jaula, y un alcaraván lanzaba su canto largo, prolongado con una intermitencia en su inicio. Era un canto que se oía en todo el vecindario. Bien, al despedirme cada una de mis tías me dio su número de teléfono en la CDMX. La más risueña de las tres era mi tía Ilma que más tarde al visitarla en la calle Millet 63, al lado del parque Hundido, voy conociendo mi tío Eusebio Jiménez, su esposo, y primo de mi padre. De modo que pariente por las dos ramas. Debo decirles amigos la fortuna y la buena estrella que Dios me ha concedido, que agradezco hoy al acostarme en la noche y mi gratitud al despertarme. Cuando visité mi Tía Alfa en su casa en la corta calle de nombre Perugino, transversal a Millet; al lado del parque Hundido, colonia Insurgentes. Era un rumbo muy bonito, cerca del parque el hotel Diplomático. Dónde tantas veces desayunamos, don Javier Meneses Degyves, don Felipe Martínez Ríos; presidiendo la mesa el maestro Andrés Henestrosa. La primera vez que le marqué a mi Tía Alfa, me fijó un día para comer en su casa. Llegó el día, era por el mes de agosto de 1968. Oí de ella un día que México era un paraíso; el primer día que toco la campanita como timbre; ella al abrirme me lleva a su amplia sala y me dijo, hojea estos libros mientras termino. Al quedarme sólo en esa gran estancia con pinturas de ella al óleo vestida de traje de cadenilla – más tarde supe que el autor era Raúl Anguiano -; dibujos al lápiz de don Andrés, un cuadro al óleo de él mostrandolo , más de medio cuerpo con su frente amplia dándole un carácter regio y de cuello vigoroso – de Manuel Rodríguez Lozano -, en camisa de manga larga con corbata. Y el jardín que se divisaba através del cristal, una magnolia gigante reposaba sus ramas sobre la barda contigua. Otro cuadro a lápiz, doña Alfa con chongo. En otro cuadro al óleo una niña con moño vestida de enagua y huipil y un caballito de madera – más tarde supe que era Cibeles pintada por María Izquierdo -; en este vivo entretenimiento regresa mi tía y me dice que pasemos a la cocina, donde una mesa circular con 4 lugares. Ella en ordena en zapoteco a la muchacha que ya podía servirnos. En eso escucho una voz fuerte que decía: estos trabajos que nunca terminan; por eso he tenido que ver la vida de frente para pelearme con ella…Y dominarla. Entra un joven cargando libros y el hombre de la voz al verme, con sus dos hojos sorprendidos preguntó y él quien es?…!: – Él es Armando hijo de Toñito, hermano de Agustin -. Siéntate le dijo ella, con seguridad. Y él mientras se sentaba no dejaba de miarme y por fin preguntó : – tienes una cerveza? -; ella le respondió sí, ahí en el Refri. Él preguntó: -y él no toma? -. No!, respondió. Después vino la calma, el hombre de la casa, don Andrés contó infinidad de cosas en zapoteco y en español. Nos reímos nucho; fue una comida espléndida donde aprendí muchas cosas, la más importante que nunca olvidaré; la hora que quise participar, mi tía con discreción llevó sus dos dedos pegados, el índice y el medio a la boca, en señal quedo, suave y de una gran lección de callar y oír a un hombre sabio que no todos los días se comparte sobre todo en una comida, en su residencia y con su señora esposa. Era una gran pareja, puedo llamar excepcional; que me abrió los ojos al mundo, de modo que cuando me despedí y me encaminé por la calle Millet, ya no era el mismo, era otro con una amplitud de mente y la vida me pareció bella… Continúa.
Cultura
Juana Hernández López: La Voz de la Mixteca que resuena en la Guelaguetza 2024
Una vida de lucha y dedicación que une fronteras y preserva la riqueza cultural de su comunidad
Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- (Cortamortaja) 22 de Junio de 2024.- En el corazón de la Guelaguetza, la festividad más emblemática de Oaxaca, ha emergido una figura que encarna la resistencia, el amor por la cultura y la dedicación incansable a su comunidad. Juana Hernández López, originaria de Santiago Juxtlahuaca, ha sido coronada como la Diosa Centéotl 2024, una distinción que celebra no solo su belleza y carisma, sino también su extraordinaria trayectoria y compromiso social. Hoy, en un momento aún más significativo, Juana celebra su 65 cumpleaños, un detalle que añade más emoción y significado a su historia de vida.
Juana no es solo una docente de español e historia; es una narradora de la realidad y una guerrera por la justicia educativa. Su camino ha estado marcado por la adversidad y la migración, habiendo tenido que dejar su amado Juxtlahuaca para buscar oportunidades en Estados Unidos. Esta experiencia no la quebrantó, sino que la fortaleció, convirtiéndola en una voz poderosa para la comunidad migrante mixteca.
En Fresno, California, Juana tomó las riendas de Radio Bilingüe, entendiendo que cuando los migrantes cruzan las fronteras, llevan consigo más que pertenencias; llevan su lengua, su cultura y su identidad. Desde los micrófonos de la radio, Juana se convirtió en un faro para aquellos que añoraban su tierra, ofreciendo no solo información y compañía, sino un puente que conectaba corazones divididos por la distancia.
El regreso de Juana a Juxtlahuaca no fue un retorno a la comodidad, sino una extensión de su misión. Desde 2019, ha dirigido un programa en XETLA, La Voz de la Mixteca, donde comparte su lengua materna, las tradiciones ancestrales y las historias de la comunidad migrante. A través de las ondas radiales, sigue tejiendo la trama de su cultura, manteniéndola viva y vibrante.
Juana Hernández López no solo representa a las mujeres de su comunidad; representa a todas aquellas personas que han tenido que abandonar su hogar en busca de un futuro mejor. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión, un recordatorio de que la cultura es un tesoro que nos sigue, nos define y nos une, sin importar cuán lejos estemos de nuestro lugar de origen.
Hoy, como Diosa Centéotl y celebrando sus 65 años, Juana ilumina la Guelaguetza con su presencia y su historia, una luz de esperanza y fortaleza para todos aquellos que, como ella, creen en el poder transformador de la educación y la cultura.
Cultura
Cuentos y dichos del niño y el adulto zapoteca espinaleño
Profesor Luis Castillejos Fuentes / Libro El Espinal: génesis, historia y tradición / Foto: Internet
El terror a la muerte es la base del animismo primitivo de los zapotecas y los niños de antaño, mezcla resultante en alguna forma de este grupo étnico, traen consigo esta mentalidad que tiende a manifestarse en su vida cotidiana. La oscuridad de la noche era propicia para que, sentados sobre un pequeño montículo de arena fresca de río, la chamacada contara historias sobre fantasmas: “Guenda ruchibi”. Unas veces las oían en voz de los “viejos”, otras de algún niño que con buena memoria se las transmitía. Se hablaba del bidxaa, espíritu de alguien que se creencia le atribuye madad, que se hace presente o no, deambula en lo oscuro provocando ruidos y gritos extraños imitando la expresión gutural de algún animal. El “sombrerote,” personaje vestido elegantemente y “con mucha plata” para ofrecerla al incauto que cae en su seducción y dominio, convertirlo en su vasallo y llevarlo a vivir lejos, en la cumbre de una montaña o en alguna cueva para en un momento dado hacer el “mal” a otros, pues supónese que tiene pacto con el diablo, binidxaba. Se Cuenta también la historia de “la llorona”, mujer vestida de una blanca y sudada manta que gime desgarradoramente, ya que de esta forma expresa que su alma en pena vaga hasta que algo pendiente que ella dejó en el mundo de los vivos se vea realizado. Todos, “entes” imaginarios, pero eso sí con la creencia de ser portadores del mal y en la charla se da como si lo que se expone fuera una realidad, que aunque provoque miedo, se torna, interesante para la mente infantil.
En el ambiente de pueblo, todo mundo se conoce, se respeta y se saluda. Y no falta alguien peculiar en su modo de ser, que lo hace distinto del otro, ya sea por poseer congénito o adquirido algún vicio, cualidad, virtud, etc., sea por defecto físico o por algún hábito fuera de lo común que despierta curiosidad, gracia, burla, admiración y risa en niños y adultos. Este tipo de personaje se hace “relevante”, queda su dicho y su hecho para el comentario grato: Tá Llanque Castillejos “Chiquito”, empedernido tomador de mezcal, su saludo es un grito desgarrado y su gracia colocar un cigarrillo de hojas sobre sus pobladísimas cejas y exhibirse, “zou náa la o zahua lii” ese era su dicho habitual, José “Huipa” ex-soldado de leva en la revolución, donde alcanzó el grado de cabo, traumado por lo que sufrió en sus andanzas y de mal comer en la brega, después de ingerir “anisado” marchaba solo por las calles haciendo ademanes con saludo militar. Genaro Clímaco, Naro Lele por sus largas extremidades inferiores, semejando al alcaraván, con unas copas que impactaban su cerebro le daba por filosofar: “si tu mal no tiene remedio, porqué sufres y si tu mal tiene remedio también porqué sufres” solía decir con cierta visión premonitoria hacia lo que en la vida es bueno o es malo. Ta Rafé Lluvi, músico por afición y por su adicción al “trago” ya no lo contrataban, de un instinto vivaz, con un papel u hoja verde de lambimbo sobre un peine, de su ronco pecho entonaba melodías para que algún parroquiano le obsequiara una copa y después a su “banquete” que era residuo de tortilla y sobras de comida que con los cerdos compartía en una canoa de madera. Y Tá Rafé aguantó más de un siglo a pesar de esa “vida”. Erasmo Toledo perspicaz y agudo charlador, su plática amena y entretenida despertaba interés y sus frases quedan: Naa Tá Llamo. Xi tal xa llac, le dice un amigo a otro, zaquezi naa marínu. ¿Cómo estás? es la pregunta y la respuesta, es “como siempre”, aunque hayan pasado varios años, hasta los 81, que ya pesaban sobre el cuerpo de Beto Marinu y que por lo mismo no podía conservarse igual, y tiempo después fue hallado muerto en un basurero.
En las fiestas patrias, la noche del grito y el desfile obligado del l6 de septiembre, con la tabla calisténica organizada por el profesor Bruno Escobar Fuentes, acto muy concurrido porque era de regocijo para la gente del pueblo. Era especie de fiesta popular. Al terminar el acto literario y el presidente municipal en turno de dar “el grito”, la concurrencia abandonaba el escenario. Quedaban algunos, ya “encopetados”, que a la voz de tribuna libre arengaban a la multitud: Ta Queño Cueto ngüí, Pedro Ché Vale, José “Huipa” y otros, lo hacían habitualmente, sus dichos incoherentes y burlones sobre algún hecho que la autoridad hacía mal, provocaba risas entre los espectadores para luego abandonar el lugar hasta el amanecer.
Allá por los años cuarenta, antes de abrirse la carretera internacional, mercaderes oaxaqueños, “vallistos”, pasaban por Espinal, estancia de descanso después de un largo peregrinar. Cargaban sobre sus espaldas gruesas y pesadas pacas de pescado seco de san Mateo del Mar para llevar a Oaxaca. Tenían que cruzar en el trayecto la sierra de Guevea y Escuintepec y bajar a Mitla. En algún corredor de casa grande, estancia descansaban y los niños por curiosidad se asomaban y los rodeaban para hacerles picardía, robar algo de su mercancía mientras dormían y reírse de su indumentaria y de su menudo pero macizo cuerpo, al mismo tiempo, admirar su resistencia.
El apodo para diferenciar al común ciudadano o simplemente para distinguirlo de otro, es de uso común en los pueblos zapotecas, Al sustantivo se le acompaña con un adjetivo para la fácil identificación: así se dice de Luis “nanchi”, Luis “niño”, Luis “valor”, Luis “guitu”, de José; ché “cuachi”, ché “benda”, ché “bachana”, ché “tita”, ché “huabi”, ché “mistu”, de Antonio; Toño “morral”, Toño “músico”, Toño “neta”, Toño “llúu”, etc.
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